No mentire, por poquito y se me sale la orina.
La decisión de Tae-jun de hacer pública su relación con Aurora tuvo un efecto inmediato en su acosador: la estrategia de ataque cambió de la difamación social a la amenaza personal y psicológica. La venganza ya no se centraba en la reputación de Tae-jun, sino en su corazón.
Días después de su paseo triunfal por DaehanTech, una nueva nota apareció en el buzón de Tae-jun. Esta vez, el contenido era escalofriante.
La nota, meticulosamente escrita a máquina, no contenía solo amenazas vagas, sino detalles gráficos y horribles de lo que el acosador le haría a Aurora "cuando la tuviera en sus manos". Describía con precisión sádica el sufrimiento que infligiría, culminando con la amenaza de enviar a Tae-jun fotografías para que pudiera ver exactamente "cuánto sufría su amada".
El remitente ya no era solo un enemigo, era un psicópata, un loco desquiciado.
Al final de la nota, la motivación quedaba expuesta en una línea escalofriante:
> "Me la llevaré y tú verás cómo te arrebato lo que más quieres, imbécil. Pagarás por todo lo que yo sufrí por tu culpa. Ya no hay vuelta atrás, Espero que le haya gustado las flores."
Ese mismo día, Tae-jun tenía una reunión urgente con el detective encargado de su caso. Entregó la nueva nota, y el detective la examinó con un guante.
—Señor Jeong, este hombre es inteligente, pero su estrategia ha cambiado de la venganza al terror psicológico directo. Lo único que quiere es desestabilizarlo.
El detective suspiró, frustrado.
—La inteligencia de este individuo es impresionante. Las notas están todas escritas a máquina. No a computadora, sino a máquinas de escribir antiguas. Son dispositivos comunes, no hay rastro digital, no hay huellas dactilares que podamos usar. Es como si cada nota viniera de una máquina diferente. Intentamos rastrear la tinta y el papel, pero la persona es muy cuidadosa.
El detective se pasó la mano por la cara.
—Es como buscar una aguja en un pajal, Señor Jeong. La persona no está dejando ni el más mínimo rastro que nos permita identificarla o localizar la fuente. Está jugando con usted, y está disfrutando de su miedo.
Tae-jun asimiló la información. No había nada que hacer. El enemigo era invisible, meticuloso y estaba completamente centrado en el único punto débil de Tae-jun: Aurora.
Por primera vez desde que todo esto había comenzado, desde el boicot mediático y las amenazas sutiles, Tae-jun sintió miedo. Un miedo frío, paralizante, que no tenía nada que ver con perder su empresa o su reputación.
El hombre que había sido capaz de ocultar un amor obsesivo por años, que había mantenido la compostura ante las peores crisis corporativas, sintió que su mundo se desmoronaba. Si no podían encontrar al psicópata, Aurora no estaría segura nunca.
Sintió náuseas. No podía fallarle a Aurora. No podía permitir que la tocaran. Su mente, normalmente un motor de soluciones, se bloqueó ante el abismo de la impotencia. La guerra ya no era una molestia corporativa; era una carrera por la vida de la mujer que amaba.
La obsesión de Tae-jun por la seguridad era total. Había pasado la última semana conviviendo con Aurora en su ático, pero ella necesitaba regresar a su propio apartamento por unas horas para recoger documentos importantes y ropa para su estancia prolongada. Prometió regresar al ático a la mañana siguiente. Por esta razón, Aurora estaba esa noche en su apartamento, y Tae-jun estaba, inquieto, en el suyo.
Tae-jun había tomado una decisión crítica: había asignado seguridad encubierta a Aurora para que no se sintiera abrumada o vigilada. Lamentablemente, esa noche, el equipo de seguridad que la custodiaba cambió de turno. Debido a un fallo de protocolo y una mala comunicación, hubo un vacío de cuarenta minutos entre la salida de un turno y la llegada del otro. Un error operativo simple, pero fatal.
El detective le había confirmado: el acosador mediático y el autor de las amenazas eran el mismo individuo, alguien que estaba escalando rápidamente. Tae-jun sentía una urgencia desesperada por acabar con esto rápido, su única prioridad era que nada le ocurriera a Aurora.
Tae-jun asimiló la información. No había nada que hacer. El enemigo era invisible, meticuloso y estaba completamente centrado en el único punto débil de Tae-jun: Aurora.
Por primera vez desde que todo esto había comenzado, sintió un miedo frío y paralizante. Si no podían encontrar al psicópata, Aurora no estaría segura nunca. Su mente, normalmente un motor de soluciones, se bloqueó ante el abismo de la impotencia.
Esa noche, a pesar de sus súplicas, Aurora se había quedado en su propia casa, insistiendo en que necesitaba un espacio personal por unas horas. Justo después de la reunión con el detective, Tae-jun no pudo evitar llamarla.
—Hola, mi amor —dijo él, su voz era más áspera de lo normal.
—Hola, Vicepresidente. ¿Cómo fue la reunión? —preguntó Aurora, intentando sonar ligera.
—Horrible y pico productiva. Escucha, no me gusta que estés sola ahí. No estoy tranquilo.
—Estoy bien, Tae-jun. Ya me iré a la cama —contestó ella con dulzura—. Y los chicos de seguridad pasaron hace media hora, después de cenar, y comprobaron que todo esté en orden. Esos hombres son más grandes que tu coche.
Un suspiro de frustración escapó de Tae-jun. —No me sirve, Aurora. Después de esa nota... No me tranquiliza. Voy a ir a buscarte ahora mismo.
—No, no, por favor, no vengas. Quiero dormir hasta tarde, ¿recuerdas? Mañana es sábado, no tengo que trabajar —dijo ella, intentando sonar firme para tranquilizarlo—. Y tú tienes una reunión muy importante mañana temprano con los inversionistas por el tema de las acciones. Necesitas descansar. Yo voy a estar bien.
El silencio se instaló. Tae-jun sabía que tenía razón. Necesitaba estar lúcido para la reunión, y su repentina aparición solo alimentaría la paranoia de Aurora.
Editado: 09.11.2025