Activo Intangible

Capitulo 36. ACTIVO INTANGIBLE

Eres una sabandija escurridiza.

Con el nombre del culpable, Baek-ho, en mano, la maquinaria legal se puso en marcha. La policía presentó una denuncia formal y obtuvo una orden de allanamiento.

Un equipo se dirigió al apartamento de Baek-ho, un piso pequeño y en mal estado ubicado en un barrio marginal. Sin embargo, no lo encontraron en casa. Al parecer, Baek-ho, paranoico y vigilante, escuchó las sirenas de la policía a tiempo y salió huyendo por una ventana trasera.

A pesar de la fuga, el allanamiento fue productivo. La policía confiscó la máquina de escribir (la fuente de las notas), su computadora y varios artículos que servirían como prueba del acoso, la malversación, y el allanamiento de morada al apartamento de Aurora. El cerco se estaba cerrando.

Para acorralarlo y evitar que huyera de la ciudad, la policía tomó una decisión crucial: el caso se hizo público. La prensa publicó la foto de Baek-ho como el presunto sospechoso del acoso al Vicepresidente de DaehanTech, ofreciendo una recompensa sustancial a quien lo viera en las calles y llamara a las autoridades inmediatamente. La sombra se había convertido en un rostro público.

Finalmente tenian un nombre y una cara. El teléfono de Tae-jun vibró con una llamada de un número desconocido.

Lo tomó, poniendo la llamada en altavoz bajo la mesa para que Aurora pudiera escuchar. Al principio, solo hubo silencio. Luego, una voz familiar, forzadamente alegre, resonó.
—Tae-jun... buen amigo... —El acosador cantó su nombre de la forma irritante y burlona en que siempre lo había hecho—. ¿Viste mi rostro? Está en toda la prensa, ¡HAHAHAHA!
La risa de Baek-ho era histérica y burlona, un sonido cargado de neurosis.
Tae-jun no se inmutó. Su voz era firme, cortante, diseñada para perforar la fachada del acosador.
—¿Cómo no iba a estar ahí, Baek-ho? Te has ganado esos minutos de fama. ¿No era eso lo que querías? Atención. Pues ya la tienes. Pero no en los términos que esperabas.

La calma y el desprecio de Tae-jun parecieron volver loco al acosador. La risa se cortó, reemplazada por un torrente de ira incontrolable.

—¡Cállate! ¡Maldito arrogante! ¡Te juro que te las vas a pagar todas, a ti y a esa zorra que tienes por novia! ¡Están muertos!

Baek-ho profirió una serie de insultos guturales y luego colgó bruscamente.

Tae-jun se quedó en silencio, mirando el teléfono. La ira se había ido, reemplazada por una profunda certeza: el hombre estaba acorralado y desesperado, lo cual lo hacía infinitamente más peligroso.

Aurora fue de inmediato a su lado. Se puso de pie y lo abrazó con fuerza por la espalda, sintiendo la tensión en sus hombros.

—Estoy bien, mi amor. Tranquila —le dijo él, besándole la frente.

Tae-jun se separó y le tomó la cara con ambas manos.

—Termina de cenar, mi vida. Esto es bueno. Lo hemos puesto al límite. Su fachada se está cayendo. Debo llamar al detective de inmediato y enviarle la grabación de esta llamada, me dijo que cualquier contacto debo notificarlo.

El juego había cambiado. Ya no era un acoso anónimo, sino una cacería con una ventaja: la desesperación del culpable.

La llamada de Baek-ho al teléfono de Tae-jun, rastreada hasta una cabina en un mercado al aire libre, había dado a la policía el último dato que necesitaban, pese a la llamada no durar más que unos pocos minutos.
El detective en jefe, un hombre metódico y astuto, ordenó una batida inmediata en el mercado, manteniendo a Tae-jun y Aurora informados por teléfono, con la promesa de no correr riesgos innecesarios.

El objetivo era acorralar a Baek-ho en el caótico entorno del mercado, conocido por sus numerosas salidas y escondites improvisados. Tres equipos policiales ingresaron al mercado, siguiendo las coordenadas de la última ubicación conocida del acosador.

En un pasillo lleno de puestos de comida, el Detective Choi (el encargado del caso) avistó a Baek-ho. El hombre, visiblemente nervioso, estaba comprando un hotteok (un popular panqueque dulce), intentando pasar desapercibido. Su rostro demacrado coincidía con la foto difundida a la prensa. El detective dio la orden de avanzar.

El plan era sencillo: dos oficiales por delante, dos por detrás. Sin embargo, en el instante en que los oficiales de avanzada se preparaban para interceptarlo, Baek-ho recibió el cambio de su compra. Al ver a los policías acercarse, soltó su hotteok recién comprado, y echó a correr como alma que lleva el diablo.
Comenzó una persecución a pie desastrosa. Los oficiales, menos ágiles que el desesperado Baek-ho, tropezaban con sacos de arroz, resbalaban en charcos de agua de pescado y empujaban sin querer a los compradores. Un oficial se enredó con una pila de ropa interior en un puesto de venta, mientras que otro fue frenado por una turista extranjera que creyó que el policía intentaba robarle su bolso.
El Detective Choi, a pesar de su frustración, logró mantener el rastro. Baek-ho era escurridizo, utilizando a la multitud como escudo. En un giro casi cómico, el acosador lanzó un tazón de tteokbokki a un oficial, haciendo que el uniformado se detuviera para limpiarse la salsa picante de su rostro.
Parte II: La Fuga Final y la Comedia de la Desesperación
La persecución llegó a su punto álgido cuando Baek-ho se lanzó hacia una calle lateral, esperando encontrar su vehículo. El Detective Choi logró verlo dirigirse hacia un coche. La policía estaba a punto de alcanzarlo.
Pero en un giro desafortunado para la justicia y afortunado para el acosador, un gran camión de reparto de postres se detuvo bruscamente frente al Detective Choi, bloqueándole el paso. El detective juró en voz baja mientras el camión maniobraba para dejar una caja de pasteles.
Baek-ho aprovechó el segundo de distracción para saltar a un viejo Hyundai, encenderlo a toda prisa y desaparecer en el tráfico. La policía corrió, pero solo pudieron ver la matrícula alejándose. La cacería había terminado en una fuga espectacular.
El Detective Choi, agotado y frustrado, llamó a su equipo. Cuando el sargento le preguntó si habían capturado al fugitivo, el detective suspiró.
—Se nos escapó por el ancho de un camión de pasteles. Lo teníamos, pero este hombre es más escurridizo que un pez resbaladizo.
Tae-jun y Aurora, que escuchaban la tensa llamada, sintieron una mezcla de alivio y terror. El alivio de que Baek-ho estaba al descubierto, y el terror de que su desesperación lo hacía más peligroso.
Esa noche, cuando Tae-jun le contó a Aurora sobre la fuga, no pudo evitar notar el absurdo.
—Un hombre que nos aterrorizó, huyendo de la ley, y fue frenado por un puesto de comida y un camión de postres. La vida tiene un sentido del humor macabro.
—Lo que significa —dijo Aurora, con una seriedad que contrastaba con el absurdo de la escena—, es que ahora está solo, huyendo. Está desesperado. Y un Baek-ho desesperado, sin nada que perder, es un blanco fácil para nosotros. El error que esperabas que cometiera, ya lo cometió.



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En el texto hay: amor romance humor, llama gemela

Editado: 09.11.2025

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