Activo Intangible

Capitulo 37. ACTIVO INTANGIBLE

Que tonta fui.

Tras la fallida persecución de Baek-ho, la seguridad en torno a Tae-jun y Aurora era máxima. El ático era una fortaleza, y Aurora solo salía con escolta.

Eran las 4:00 de la tarde. Aurora se encontraba en su oficina rodeada de su equipo de seguridad que la esperaba para llevarla de vuelta al ático. Justo entonces, su teléfono vibró con una llamada entrante. Era Seul-ki.

La voz de Seul-ki al otro lado era un sollozo ahogado, al borde del pánico.

—¡Aurora! Te necesito, por favor. Es urgente... tengo un problema horrible, solo confío plenamente en ti—La voz se quebró—. Estoy en......', cerca de la empresa. Por favor, tienes que venir ayudarme. Es algo tan vergonzoso, tan estúpido... si Tae-jun se entera, se va a volver loco. Me va a odiar. Por favor, sé discreta, ven y apúrate.

El corazón de Aurora se encogió. El terror en la voz de su amiga era real. La vergüenza era el detonante perfecto. Miró la hora: las 4:10 de la tarde. Podía ir y regresar en menos de veinte minutos con Seúl-ki sin que Tae-jun, ocupado en una videoconferencia importante, se enterara. Su amiga la necesitaba.

Rápidamente, se acercó a una compañera de trabajo. —Regreso en unos minutos. Es un asunto personal urgente. Cualquier cosa, llámenme al móvil —dijo, dando una excusa vaga que le dio tiempo para evadir a su escolta que estaba fuera de la oficina, tenía un mal presentimiento Pero tampoco podía ignorar el llanto de su amiga, se notaba muy asustada.

Aurora condujo hasta la ubicación que le envío Seúl-ki por mensaje. El café que le indico el GPS parecía cerrado. Las luces estaban apagadas, y no se veía un alma dentro. La sospecha la golpeó, pero el miedo por Seul-ki era mayor. Se acercó al cristal y vio algo extraño.

Tentativamente, empujó la puerta. Se abrió. Entró, la oscuridad del local engulléndola.

En medio del local, vio una figura tirada en el suelo. Era Seul-ki, amordazada y desmayada.

—¡Seul-ki! —gritó Aurora, corriendo hacia ella, el miedo paralizándola. Se arrodilló, intentando desesperadamente despertarla.

De repente, una risa siniestra rompió el silencio del café.

—Vaya, vaya. La lealtad es la droga más adictiva, ¿no es así, Aurora?

Aurora se dio la vuelta, el pánico transformándose en rabia fría. Parado detrás de ella estaba Baek-ho, su rostro demacrado y marcado por una sonrisa demente.

—¡Tú! ¿Que le hiciste?—siseó Aurora.

—Solo está drogada por ahora. Pronto nos vamos a divertir mucho —dijo Baek-ho, acercándose a ella con ojos de depredador. La tomó con fuerza por el brazo para levantarla.

La respuesta de Aurora fue instintiva: logró darle una patada en la espinilla que lo hizo tambalear. Él apenas se inmutó, pero se enfureció.

Cuando la levantó, Aurora se revolvió y le dio un fuerte codazo en la nariz. Sintió un crack y un líquido caliente. Era sangre.

Baek-ho se llevó una mano a la nariz, mirando la sangre con una risa aún más desquiciada. —¡Eres una fiera, mujer! ¡Me gusta eso!

Y en un acto de brutalidad escalofriante, le dio un puñetazo con el dorso de la mano que la lanzó al suelo, cerca del cuerpo de Seul-ki. Se inclinó sobre ella, la agarró con fuerza del pelo para inmovilizarla y le propinó otro puñetazo que la hizo ver todo negro. El último pensamiento que tuvo fue el sabor a metal en su boca.

*************

Cuando Aurora volvió en sí, sintió un dolor punzante en la cabeza y un sabor férrico. No supo cuánto tiempo había pasado.

Estaba amarrada con gruesas cuerdas a una viga de madera, en lo que parecía ser un sótano frío y húmedo. Una mordaza áspera de tela le impedía gritar.

A su lado, su mejor amiga, Seul-ki, seguía desmayada y amarrada de forma idéntica.

Aurora intentó moverse, las cuerdas le quemaban las muñecas. Hizo ruido al agitar la cabeza, el sonido de la mordaza era desesperante. El terror de estar en las manos del psicópata se mezclaba con una culpa terrible, debió avisar a alguien que salía, fue tonta y estúpida, pero el llanto de su amiga pudo más.

Su único y constante pensamiento era para Tae-jun. Debe estar volviéndose loco. Sabía que él habría descubierto su ausencia. Sabía que estaría en ese mismo instante desmantelando la ciudad para encontrarla. Y esa certeza, que el hombre que la amaba no se detendría por nada, era lo único que la mantenía consciente en la oscuridad del sótano.



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En el texto hay: amor romance humor, llama gemela

Editado: 09.11.2025

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