Lexi intentó volver a la normalidad al día siguiente, pero el incidente con Sebastian seguía rondando su mente. Lo más desconcertante era Dominic. Había algo en su forma de intervenir que no encajaba con la imagen que ella tenía de él: el hombre taciturno y casi inhumano que había llegado a la oficina semanas atrás.
Por más que lo intentó, no pudo evitar mirarlo de reojo mientras trabajaba. A veces Dominic estaba tan inmóvil que parecía parte del mobiliario, como si no fuera realmente humano. Pero otras veces, notaba un leve gesto —un movimiento de las manos, una mirada fugaz— que lo hacía terriblemente real.
Ese día, Lexi encontró una nota en su escritorio, doblada cuidadosamente. No había firma, pero reconoció la letra de Sebastian.
"Podemos hablar en el almacén después del almuerzo? Solo quiero arreglar las cosas. Por favor."
El nudo en su estómago regresó. No quería enfrentarlo, pero tampoco podía evitarlo. Decidió que, si no iba, tal vez él lo tomara como una afrenta mayor. Después de todo, Sebastian no parecía agresivo, solo… intenso.
Cuando el reloj marcó las dos de la tarde, Lexi bajó al almacén. Era un lugar sombrío y lleno de cajas apiladas. Las luces parpadeaban débilmente, y el aire estaba cargado de polvo. Encontró a Sebastian esperándola cerca de una pared, con una sonrisa que parecía demasiado ensayada.
—Lexi, gracias por venir. —Sebastian avanzó un paso hacia ella, y ella retrocedió instintivamente.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó, cruzándose de brazos.
—Quiero disculparme. Sé que anoche me pasé un poco, pero entiéndeme… Me preocupo por ti. Ese tipo, Dominic, no es alguien de fiar. Tú también lo sientes, ¿verdad?
Lexi no respondió de inmediato. Era cierto que Dominic la ponía nerviosa, pero la manera en que Sebastian lo mencionaba, como si estuviera obsesionado con demostrar algo, la incomodaba aún más.
—Sebastian, creo que estás exagerando. Dominic no ha hecho nada malo.
Su sonrisa se desvaneció un poco, pero volvió rápidamente.
—¿De verdad crees eso? Él no es normal, Lexi. Algo en él no está bien, y no quiero que te metas en problemas.
Sebastian dio otro paso, y antes de que Lexi pudiera retroceder, la puerta del almacén se abrió con un chirrido metálico. Dominic estaba allí. No dijo nada, pero su presencia llenó el espacio de una tensión que hizo que el aire pareciera más pesado.
—¿Todo bien aquí? —preguntó Dominic, con una calma que era más intimidante que cualquier amenaza.
Sebastian dio un paso atrás rápidamente, su rostro palideciendo.
—Sí… todo bien. Solo hablábamos. —Sebastian intentó sonreír, pero sus ojos se clavaron en el suelo.
Dominic inclinó ligeramente la cabeza hacia Lexi, como esperando su confirmación. Ella asintió lentamente, aunque su corazón latía desbocado.
—Bien. Entonces será mejor que regresen. —Dominic dejó la puerta abierta, esperando a que ambos pasaran.
Lexi salió primero, sintiendo cómo la mirada de Dominic la seguía de cerca. Sebastian la siguió de mala gana, murmurando algo que ella no alcanzó a entender.
Esa noche, cuando Lexi se estaba preparando para irse, Dominic apareció de nuevo. Estaba apoyado contra la pared, esperándola.
—¿Siempre haces horas extras? —preguntó él, con un tono que parecía más curioso que acusador.
—No siempre. Solo cuando tengo demasiado trabajo. —Lexi ajustó su bolso y se dirigió hacia la salida, pero Dominic caminó a su lado, silencioso.
—Gracias por lo de hoy —murmuró finalmente.
Dominic se detuvo y la miró. Por primera vez, Lexi notó algo diferente en sus ojos, una especie de melancolía que no había visto antes. Era casi como si estuviera… solo.
—No me agradezcas. No hice nada especial. —Dominic hizo una pausa antes de añadir:— Pero ten cuidado. Algunas personas solo muestran lo que quieren que veas.
Ella quiso preguntarle a quién se refería, pero Dominic ya había comenzado a caminar hacia la oscuridad del estacionamiento, sus pasos firmes resonando como un eco en la noche.
Esa noche, Lexi pensó en sus palabras y en la forma en que la había mirado. Por primera vez, no sintió miedo, sino algo más: curiosidad, e incluso una pizca de atracción que no quería admitir.
Al día siguiente, Lexi llegó temprano a la oficina, esperando evitar a Sebastian. Sin embargo, él estaba allí, esperándola con un café en la mano.
—Pensé que esto podría alegrarte la mañana —dijo, con una sonrisa que parecía inofensiva, pero que a Lexi le resultó incómoda.
—Gracias, pero ya he tomado uno en casa —respondió, evitando el contacto visual mientras se sentaba en su escritorio.
Sebastian se inclinó un poco hacia ella, su expresión se volvía seria.
—Lexi, sé que después de ayer puedes estar molesta conmigo, pero de verdad, solo quiero protegerte. Dominic… hay algo en él que no está bien.
Lexi sintió un nudo en el estómago. No quería hablar de Dominic con Sebastian, y mucho menos escuchar sus advertencias, que cada vez sonaban más obsesivas.
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Editado: 28.12.2024