Actos Ocultos

III

Lexi sabía que algo estaba mal. En los días que siguieron, Sebastian comenzó a aparecer en lugares donde nunca antes lo hacía: en la cafetería donde desayunaba, en su ruta habitual al trabajo, incluso fuera de su edificio. Siempre tenía una excusa, una sonrisa forzada y esas palabras que parecían inocentes, pero que la hacían sentir atrapada.

La presencia de Dominic se había vuelto un ancla silenciosa. Aunque apenas hablaban, Lexi sentía que él siempre estaba cerca, observando. Había algo en su mirada que no podía ignorar: esa mezcla de determinación y algo más profundo, algo que la hacía sentir segura aunque no entendiera por qué.

Una noche, Lexi trabajó hasta tarde, tratando de evitar a Sebastian. Sin embargo, cuando salió del edificio, lo encontró esperándola junto a su auto.

—¿Por qué me evitas? —preguntó Sebastian, con una calma inquietante.

—No te estoy evitando. Solo estoy ocupada.

Sebastian dio un paso hacia ella, y Lexi retrocedió.

—No mientas, Lexi. Sé que Dominic te ha estado llenando la cabeza de cosas sobre mí. Él es el problema, no yo.

—Sebastian, necesito que te vayas. No quiero hablar ahora.

Pero él no se movió. En cambio, su rostro se torció en una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—No entiendes, ¿verdad? Todo lo que hago, lo hago por ti. Tú y yo somos iguales, Lexi. Nadie más puede comprenderte como yo.

Antes de que pudiera reaccionar, Sebastian la tomó del brazo. No fue un movimiento violento, pero la fuerza de su agarre fue suficiente para hacer que Lexi se asustara.

—Déjame ir.

—No hasta que escuches lo que tengo que decir.

Pero antes de que pudiera continuar, una mano fuerte y fría se cerró sobre el hombro de Sebastian, obligándolo a soltar a Lexi. Dominic había aparecido de la nada, su rostro más sombrío que nunca.

—Creo que ya te lo dije antes: aléjate de ella.

Sebastian intentó enfrentarlo, pero Dominic lo empujó contra el costado del auto con una facilidad que parecía imposible.

—¡No tienes idea de con quién estás tratando! —gritó Sebastian, intentando liberarse.

Dominic inclinó la cabeza, con una calma aterradora.

—Oh, sé exactamente quién eres, “Sebastian”. O debería llamarte por tu verdadero nombre, Garrett Weiss.

La sangre de Lexi se heló.

—¿Qué… qué estás diciendo? —balbuceó.

Dominic no apartó los ojos de Sebastian mientras hablaba.

—Hace un par de noches, revisé los registros de nuestra compañía. Me pregunté por qué alguien como tú habría terminado aquí. Luego, llamé a algunos contactos. Resulta que este no es tu primer trabajo, ni tu primer nombre. Cada vez que te acercas demasiado a una mujer, cambias de identidad y desapareces.

Sebastian intentó reír, pero el sonido fue quebrado, casi histérico.

—¿Y qué? ¿Me vas a arrestar? No tienes pruebas.

Dominic lo soltó, pero no retrocedió. Su altura y postura eran suficientes para mantener a Sebastian acorralado.

—No me interesa arrestarte. Solo quiero que entiendas algo: si vuelves a acercarte a Lexi, no habrá un lugar en este mundo donde puedas esconderte.

El tono de Dominic era bajo, amenazante, pero tan controlado que era peor que cualquier grito.

Sebastian miró a Lexi, como si esperara que ella interviniera, pero cuando no lo hizo, murmuró algo inaudible y salió corriendo hacia la oscuridad.

Dominic se quedó en silencio por un momento, observando cómo desaparecía. Luego, se volvió hacia Lexi.

—¿Estás bien?

Lexi asintió, aunque estaba temblando.

—¿Cómo sabías todo eso? —preguntó finalmente.

Dominic metió las manos en los bolsillos y apartó la mirada.

—Tengo contactos. Fue fácil conectar los puntos cuando vi cómo te miraba.

—¿Por qué hiciste esto por mí? —La pregunta salió antes de que pudiera detenerse.

Dominic la miró, sus ojos grises oscuros y llenos de algo que ella no podía descifrar.

—Porque nadie debería sentir lo que tú sentiste esta noche.

La sinceridad en sus palabras la desarmó. Por primera vez, Lexi vio algo más allá de su fachada fría: un hombre que tal vez había pasado por su propio infierno.

Dominic dio un paso hacia ella, lo suficientemente cerca como para que pudiera sentir el calor de su cuerpo.

—Si necesitas que me quede… lo haré.

Lexi no respondió de inmediato. Había algo en su presencia que la hacía sentir segura, pero también la llenaba de una confusión que no podía ignorar. Finalmente, asintió, susurrando:

—Quiero que te quedes.

Dominic esbozó una pequeña sonrisa, una que desapareció casi tan rápido como había aparecido.

—Entonces me quedaré.

Esa noche, mientras caminaban juntos hacia su edificio, Lexi no podía evitar pensar que, por más extraño y oscuro que fuera Dominic, había algo en él que la hacía sentir viva de una manera que nunca antes había experimentado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.