Actualizando Corazón

Prólogo

La mansión Kingsley siempre huele a cosas caras: pisos recién encerados, detergentes con nombres impronunciables, y ese perfume artificial que rocía la asistente automática cada treinta minutos.

El sinónimo perfecto de la elegancia y la sofisticación.

Nora Ellis ya está acostumbrada. Conoce cada rincón, cada cambio de cortinas, cada diferencia sutil entre los jabones de las toallas del baño principal y el de las visitas.

Mientras pasa el plumero por una estantería que parece tener más adornos que libros, su hijo Charles —o Charlie, como solo ella puede llamarlo— la sigue con una tablet en las manos y un cuaderno lleno de garabatos complejos bajo el brazo.

Ella no tenía idea de por quién habría salido este genio, Nora, jamás entendería todo lo que su niño hacía.

—¿Sabías que el protocolo de red de esta casa tiene vulnerabilidades ridículas? —habla él, sin levantar la vista—. No es muy digno de un tipo como Kingsley, ¿no?

—No me digas esas cosas, Charlie —responde ella, sonriendo con una mano en la cintura y la otra en el trapo—. ¿Qué tal si esta casa te responde?

—No sería la primera vez que hablo con una IA —replica él, con toda la seriedad que puede tener un niño de ocho años usando calcetines de rayas y una camiseta intergaláctica de logo.

Nora se ríe bajito, sacude el trapo y sigue limpiando, aunque cada movimiento le pesa un poco más de lo que debería. No lo dice, no quería mostrar, pero su cuerpo lleva semanas dándole señales de alerta que ella insiste en ignorar.

—¿Hoy no tenías clases? —pregunta, fingiendo normalidad mientras acomoda un marco con una foto de… bueno, nadie. Elmer Kingsley no es el tipo de hombre que sonríe para las cámaras.

—Entregué el trabajo el lunes. Me dieron la semana libre para no arruinarle la exposición al resto —cuenta con un tono tan tranquilo que parece haber dicho que sacó la basura.

Nora quiere responder, pero algo se le cruza en la cabeza. Un dolor agudo, como si un hilo invisible tirara desde dentro, detrás de los ojos. Se lleva la mano a la sien, parpadea rápido.

—Mamá… —la voz de Charles se acerca, ya no suena tan relajada.

Ella intenta apoyar la mano en la repisa más cercana, pero no llega. El plumero cae, luego, ella.

—¡Mamá!

Charles deja la tablet de golpe y corre hacia ella. Nora está en el suelo, con los ojos cerrados, la respiración entrecortada, no hay sangre, pero hay algo peor: silencio.

Ese silencio que nunca se instala cuando su mamá está cerca.

—¡Mamá! ¡No te duermas, mamá, por favor!

La mansión Kingsley, esa donde nada fuera de lugar ocurre jamás, de pronto ya no parece tan perfecta. Entre el piso brillante y muebles de diseño, un niño de ocho años sostiene la mano de su madre con los labios temblando y los ojos muy abiertos.

Y él no sabía que hacer.

Bienvenidas hermanas.

Estoy segura que estos hombres (Charles y Elmer) les van a conquistar. Este niño será su dolor de cabeza, pero también su más grande amor.

Como podrán ver, esta novela es algo diferente a lo que vengo escribiendo en todos estos años. Espero que les guste.

Será tierna, ligera y con humor. Desde ya agradezco el apoyo que me dan.

Acpeto comentarios constructivos con respeto, si algo no les gusta, solo dejen de leer por favor, no hay necesidad de tanto escandalo hacia la autora (Lita y su modo darma).

Pd: Sí, se irá a suscripción (con la gracia de Dios, amén)




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