Actualizando Corazón

Capítulo 9

Nora

Algo me arde en la garganta, siento un peso extraño en el cuerpo, no soy yo misma.

Hay un zumbido bajo, no logro entender, parece que me están hablando, no puedo abrir mis ojos, mis párpados pesan. Las voces se hacen más fuertes, aunque están distorsionadas.

Me esfuerzo por mirar, pero todo parece estar bajo el agua. Intento mover los dedos, despacio. ¿Estoy soñando?

—Charles —susurro. O al menos eso creo, mi voz es apenas un hilo áspero.

¿Qué está pasando?

—Señora, ¿me escucha? —Una voz grave, firme. Un hombre, ¿el doctor?

Mis párpados tiemblan, al fin logro abrirlos. La luz me molesta de inmediato, miro al techo blanco, borroso. Parpadeo varias veces, hasta que todo empieza a tomar forma.

—¿Sabe dónde está? —pregunta.

—Hospital —respondo con esfuerzo—. Habitación… debe ser del área crítica. Me duele todo. Estoy conectada.

—¿Sabe su nombre completo?

—Nora E… —Casi suelto todo mi nombre, me callo a tiempo—. Nora Ellis.

Nadie se dio cuenta, claro ¿por qué lo harían?

—¿Recuerda qué día es? —sigue indagando.

Pienso, me cuesta, pero no estoy perdida en ese sentido.

—No… no sé la fecha exacta, recuerdo que entré para un procedimiento, algo en mi cabeza, peligroso parecía, ¿estoy muerta?

Eso hace el doctor sonría, y la enfermera que lo acompaña.

—No, no está muerta. Y sí se te hizo el procedimiento —explica el médico, satisfecho. Su rostro se relaja, pero sus ojos siguen atentos—. Tuvo una embolización complicada. No fue una craneotomía, pero sí hubo complicaciones con la presión arterial. Estuvo inconsciente seis días.

Me sorprendo, ¿seis?

¡Dios mío!

Mi mente se estremece, cierro los ojos un instante. Siento lágrimas acumulándose, no quiero llorar, o aún. ¿Charles? ¿Dónde está mi niño?

Cuando vuelvo a abrir, por el rabillo del ojo, capto una figura, alta, rígida, con las manos en los bolsillos.

Elmer.

Sus ojos están puestos en mí. Casi no reconozco su expresión, hay algo en su rostro que no había visto antes. No sabía que un hombre como él pudiera tener algún sentimiento.

El médico me examina un poco más. Mide mis reflejos, mi reacción a la luz, mi sensibilidad. Me da un par de indicaciones, y yo cumplo todo.

Está conforme, yo también.

—Voy a dejarla descansar un poco. La observaremos de cerca las próximas horas, pero su conciencia está clara. Eso es un excelente signo.

Me da una leve sonrisa antes de marcharse. En cuanto la puerta se cierra, Elmer se acerca. Se sienta al borde de la cama, su espalda recta, sus ojos demasiado intensos.

—¿Cómo estás? —pregunta, su voz más suave de lo que imaginaba posible en él.

Estoy sorprendida, incluso casi culpable. Trago saliva, me cuesta, me duele.

—¿Charles? —pregunto de inmediato—. ¿Dónde está? ¿Está bien?

Sus labios se tensan, estoy segura que todos estos días no han sido fáciles para los dos. Hemos modificado toda su rutina.

—Está bien —responde—. Se muere por verte, pero no quise traerlo así. Quiero que te vea como te recuerda.

Bajo la mirada, trago mis lágrimas. Me siento inútil, frágil, y eso me avergüenza.

—Lamento… mi estado —digo, con un suspiro—. Sé que no estoy en mis mejores momentos.

Elmer frunce el ceño. Se inclina hacia mí, y me observa con el ceño fruncido.

—Eres preciosa igual. —murmura sin quitar sus ojos de los míos—. No me refería a ti, Nora, si no a esto —mueve la mano con rabia, señalando las máquinas, las vías, los tubos que invaden mi cuerpo—. Verte así me deja sin aire.

Todo mi interior se revuelve, no sé si es miedo, gratitud, o una mezcla de todo. Siento un calor extraño, un estremecimiento que no es físico.

Mi pecho sube con fuerza. Y el pitido de la máquina junto a mí se acelera.

Elmer lo nota de inmediato. Se pone de pie. Me observa como si yo fuera una bomba de tiempo.

Yo también lo siento, él también lo sabe, me está mirando como si hubiera dicho demasiado.

—Iré por el niño, llamaré a una enfermera para que te ayude mientras nos esperas —anuncia.

Tomo su mano antes de que se marche.

—Gracias por todo lo que estás haciendo.

Él no responde, solo asiente con la cabeza con una medio sonrisa. Luego sale de mi habitación.

Elmer

No entiendo en qué momento esto se volvió mi vida, de regreso a mi casa —que ya no parece mía desde que este niño decidió invadirla como una miniaturita de Napoleón con complejo de hacker— y ahora voy a buscarlo para llevarlo al hospital.

Cuando el doctor me dijo esta mañana que estaba respondiendo bien, que había una alta posibilidad de que despertara, sentí que el alma me regresaba al cuerpo con violencia. No me di cuenta que había estado conteniendo el aliento durante seis días. Seis malditos días. Ahora, solo quiero que Charles la vea, la necesita.

Camino por el pasillo, cruzo hacia la habitación donde está, pero no hace falta entrar: el rastro de chocolate llega antes que el niño. La puerta está entreabierta y cuando asomo la cabeza, lo veo tirado en la cama con la cara cubierta de cacao como si hubiese hecho una guerra contra una torta.

—¿Qué demonios te pasó? ¿Te explotó un pastel en la cara? —pregunto.

—¿Qué? Tenía hambre —responde, como si eso justificara parecer una galleta Oreo.

Sus mejillas están marrones, las manos pegajosas y hay huellas de dedos en la sábana blanca. Voy a tener que quemar esa sábana.

—No te vas a subir a mi camioneta así. Pareces un cerdito de confitería —suelto con fastidio.

Me mira con la ceja arqueada, la mirada filosa. Me sorprende lo mucho que puede juzgar con solo un metro treinta y pocos centímetros.

—No soy un cerdito.

—Perfecto. Entonces ve a bañarte antes que te lleva al jardín y te quito todo ahí mismo.

Bufa, lo que casi me hace reír. Se va al baño murmurando cosas en voz baja que no alcanzo a entender, pero estoy seguro que no son bendiciones.




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