Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

II

AQUI LES VA OTRO ADELANTO MIS AMORES.

BESOS.

LES AMA.

JEN <3

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ARCHIVALD

¿En qué se había metido?

Ojalá tuviese respuesta a esa pregunta.

Porque si ese fuera el caso había hallado la solución, y no estaría en ese dilema, ni mucho menos mirando a su supuesta esposa como si le hubiesen salido dos cabezas.

¿Es que iba enserio de que era desastrosa por naturaleza?

Tubo la esperanza de que cambiaría, ni bien tuvieran en frente a sus padres.

Mostrándoles su verdadera cara.

Y sí que lo hizo, porque ante todo pronóstico esa fue de manera literal la que salió afectada.

Pues la mitad de esta incluida la nariz había sufrido raspones sin mayores contratiempos, pero que tardarían en sanar.

¿Siempre se mostró honesta en ese sentido con él?

No le daría más mente de la que ya de por si le dedicaba, cuando en el despacho le esperaba su padre seguramente con cientos de preguntas respecto a su repentino arribo, junto a una esposa de la cual se enteraron por la gaceta de Lady Chatty, que llegó primero que el con la noticia.

Para ese momento le dolía la cabeza, y el ojo agredido.

Tenía mano pesada la condenada.

Debió dejar que el cuello le doliera cuando la vio en una mala postura, pero escucharla suspirar su nombre entre sueños le ablandó de alguna manera que no pudo permitir que tuviese alguna dolencia, y en consecuencia casi lo deja tuerto.

Cuando por fin la dejó en los aposentos designados para su esposa, intentando apartar a quien le habían pertenecido con anterioridad, esperó con los brazos cruzados a que una de las doncellas escogidas a dedo por su madre apareciera por esa puerta, y de esa manera librarse por un momento de su asfixiante presencia.

No teniendo que aguardar por mucho, pese a que la mirada de la castaña lo estaba incomodando, aunque no se la correspondía.

Es que, no entendía como podía observarlo como si le leyera el alma, descubriendo todos y cada uno de sus miedos.

Por eso, agradeció al creador cuando la puerta fue tocada haciéndola respingar.

Consiguiendo que riera por lo bajo cuando la observó de reojo, y viéndose descubierta apartó la mirada, dando a entender que todo ese tiempo había estado admirando un paisaje diferente.

Dio la autorización, y frente a él se posó la señora Mera.

La dama de compañía de su anterior esposa.

Una antigua institutriz, que tras la muerte de su esposo quebrado quedando en la miseria se dedicó en cuerpo y alma a Amelia, hasta el día de su deceso quedando desamparada. Pues Lord Somerset y Adler, que ahora era el nuevo Duque de Beaufort se negaron a seguirla empleando, ya que le acolitaba todo tipo de bajezas a la rubia sin soltar prenda.

No teniendo su papel protagónico, porque solo hacía las veces de su doncella, pero con cerrar el pico más de lo debido era suficiente para prescindir de sus servicios.

Y su madre de dadivosa la había conservado, como acto de fe al no tener la culpa por las actuaciones de sus amos.

Y ahí estaba, frente a ellos, mostrándose entregada al servicio siéndole asignada una nueva ama, que la miraba con curiosidad teniendo en respuesta un escrutinio receloso, pese a sus palabras y gestos cordiales.

Pudo haberse puesto alerta, inclusive negarse a que le prestara cualquier tipo de atención, pero Evolet no era una santa paloma, así que, prefería apreciar como espectador quien le arrancaba los ojos a quien llegados el caso de haber algún tipo de enfrentamiento.

—Las dejo para que se familiaricen —dijo, y con eso salió sin darle ningún tipo de condescendencia a su esposa para que se expresara.

Después le daría ese placer, ya que ahora tenía que lidiar con algo más grande.

Su familia, porque si su madre no había llevado personalmente a la dama de compañía de su esposa, era porque le estaban armando la popular encerrona.

Estando equivocado cuando al entrar al despacho de su padre, solo lo encontró a este sentando en la silla, disfrutando de una copa con pose desgarbada.

Como si nada le preocupara en esos momentos.

Como si su llegada, y la nueva integrante de la familia lo tuviese sin cuidado.

Miró para todos lados, y la presencia de su madre brillaba por su ausencia.

—Se entretuvo con los preparativos de la cena —ahora entendía porque no la había asediado con preguntas desde que puso un pie en la estancia —. Eso les da un par de horas, antes de que sean objeto de toda la intensidad de madre que porta en su cuerpo —era algo.

—Padre, yo… —intentó soltar algo coherente, pero este negó.

—Ponte cómodo, que no te mandé a citar para llenarte de reproches —ese era el padre que tanto recordaba —. Eso se lo dejo a tu madre, que esta deseosa por saber el motivo de tu ojo aporreado —cada uno cumplía con su labor, y se le había hecho extraño que no pusiese el grito en el cielo ni bien llegaron.




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