Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

VI

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No sabía lo que estaba experimentado en esos momentos, pero lo único seguro es que debía hacerlo parar.

Desde la cena sentía una opresión en el pecho que no lo dejaba estar en paz consigo mismo.

Le trataste de manera impropia cuando en esos momentos no se lo merecía.

Era algo que tenía guardado desde hace demasiado, eso debe bastar como excusa valedera.

Ella lo puede ver de esa manera, pero tú eres consciente de que lo único que precisaba era tu apoyo, y le diste la espalda.

 Se sobaba la frente, mientras deambulaba por los pasillos del castillo sintiendo la cabeza a punto de partírsele en dos, añadiéndole un humor de perros, y las ojeras acentuadas por no dormir de tanto pensar.

Siendo los dos últimos días un infierno de manera literal.

No la había visto, lo que debía ser motivo de celebración.

Ni su familia hizo comentarios al respecto pese a que lo miraban de soslayo en todo momento, siendo lo mejor que le pudo haber pasado en mucho tiempo, y, sin embargo, la sola idea de tenerla a una puerta de distancia lo estaba matando.

No siendo justo, cuando lo más obvio era que ella descansaba sin ninguna preocupación en la cabeza.

Porque en vez de estar pletórico por su logro, le estaba remordiendo la consciencia por decir aquello sin pensar un par de días atrás.

Resopló con pesadez, sintiendo los ojos arder por el cansancio acumulado, mientras sacaba el reloj de plata del bolsillo del pantalón al solo llevar una camisa ligera.

El artilugio marcaba las tres en punto de la tarde.

—A duras penas debe haber acabado de desayunar —refunfuñó entre dientes, despreciando la manera, en cómo, sin quererlo, se había aprendido en esos meses cada una de sus manías.

Siendo esa la que más lo escandalizó en un inicio, cuando no conocía las razones de su holgazanería.

Hasta avalando su proceder, porque era por una justa causa.

Una razón más que valida.

Inclusive le ayudó en su momento, pero ahora que se las apañase como pudiera.

No teniendo dudas de que llevaría sus costumbres hasta el lugar más recóndito, porque era lo único que sentía como propio.

«Lo único que cargo conmigo ese eso que me pertenece y no es material.

Eso que me hace respirar de verdad.

Lo que me hace sentir viva, sin necesitar nadie a mi alrededor que me quiera.

De igual manera nunca he sido adecuada para sentir los quereres de personas alternas a mí misma»

Un relámpago seguido de un trueno lo sacaron de su letargo.

Consiguiendo que notase que se estaba cayendo el cielo a pedazos, pues inició la tormenta sin siquiera dar aviso de lo que se avecinaba.

Hace un par de horas el sol estaba radiante en el cielo, pese a que la ventisca calaba en los huesos.

No se preocupó en absoluto por el clima, cuando todos estaban resguardados en la propiedad.

O eso pensó hasta que Alistair apareció en su campo de visión cuando cruzó por uno de los pasillos topándose con su estampa, la cual traía plasmada un ceño fruncido nada propio de él.

Este al parecer no lo advirtió, porque inmerso en sus pensamientos pretendía seguir su camino.

Tomándolo del antebrazo cuando lo sobrepasaba, preocupado por su actitud tan nulamente socarrona.

—¿Qué ocurre contigo? —respingó como si apenas hubiese notado su presencia, por un momento pareciendo espantado para al segundo siguiente tratar de sonreír de forma falsa, saliéndole como resultado una mueca.

—¿Que debería ocurrirme, hermanito? —alzó las cejas ante el tono defensivo que implementó.

—¿Dónde está Aine? —este se encogió de hombros intentando parecer desinteresado, pese al cuerpo visiblemente en tensión.

—¿Tengo que saber cada paso que da? No es como si fuésemos tan unidos —en definitiva, estaba ocurriendo algo.

—¡Alistair! —soltó en tono de advertencia, afianzando el agarre cuando intentó soltarse —. Me dices que ocurre en estos momentos, o… —antes de que pudiese acabar con su amedrentamiento, un cuerpo empapado como pollito mojado se posó frente a ellos con la respiración errática, el rostro ceniciento y los labios jadeantes amoratados.

Siendo lo más predominante de su aspecto los ojos azulosos enrojecidos, a la par de hinchados.

Había estado llorando.

» ¿Qué ocurre con ustedes? —de verdad estaba preocupado.

Ninguno era de mantener de esa manera.

» ¿Qué hacías fuera de casa con el diluvio que está cayendo? —le hizo señas a su hermano para que se quitara la chaqueta, al ser el único que portaba indumentaria completa.




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