Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

VII

EVOLET

Abstenerse de meterse en problemas, y Evolet no encajan en una misma oración.

Si lo decía ella, que por más de que intentó negarse a las tentaciones que le presentaban el destino, ahí se hallaba.

A punto de perder la vida.

De milagro no estaba fría, y tiesa tras el bendito caballo haberla tirado de su lomo, haciéndola volar por los aires cual muñeca de trapo.

Tenia mas vidas que un gato.

Cosa que relucía como insignificante cuando estaba perdida, y sin tener idea de donde se ubicaba su cuñada.

Si.

Aquel ser que parecía sacado de un cuento de hadas por su perfecta apariencia, pero siendo por dentro alguna aliada del bajísimo.

Ese que su abuela le mencionaba para que dejara de negarse a comer verduras, o cuando hacía de las suyas.

O sencillamente respiraba.

Dejándole como conclusión que, si ella era intima de ese ser que había bajo tierra, algo le decía que a esa chiquilla el demonio le hacia los mandados.

Resopló con frustración cuando por vigésima vez se chocaba con una piedra, intentando hallar un lugar que la resguardara del frio, mientras tosía lastimándose por decima vez el dedo gordo del pie en vez de ser comúnmente el pequeño, al igual que llevaba la tarde entera con el vestido empapado, tratando de encontrar a una infanta que llanamente riendo se había perdido de su vista a todo galope en el lomo de su yegua de nombre caprichosa.

Relinchando en modo de mofa, imitando a su dueña.

Y ella como nula deportista no pudo darle alcance gracias a sus piernas cortas, cuando ese maldito equino se fue sin su estampa dejándola varada en medio de la nada, y con el frio que le calaba en todos sus huesos.

Solo obtuvo un: «Me lo agradecerás» de la pelirroja cuando le dejó a su suerte en ese desierto bosque.

Debió haberle dicho que odiaba la oscuridad.

Que los bichos y ella no eran amigos, y que los animales salvajes aparecían justamente cuando ella seria la damnificada.

Nimiedades, pero era algo importante si tenía en cuenta que podía morir, y el chiflido del viendo en el aparente terreno, que parecía un bosque colindante con el Brodick Castle, fue lo suficientemente notorio como para hacerla brincar con un grito entrecortado entre pecho y espalda, consiguiendo que entrelazase las manos mirando hacia el cielo, tratando de implorarle al altísimo que no la abandonase, cuando aún tenía demasiado desastre por ocasionar.

—¡Mi… mi piadoso señor! —gimoteó cuando de lo lejos advirtió el trueno que acababa de caer cerca del árbol que le resguardaba, con los dientes castañeándole de forma irrefrenable al compás con su cuerpo —¿En… en qué momento pensaste que era buena idea que me dejase influenciar por una diabólica niña escocesa? —se quejó a duras penas pudiendo mediar palabra. Hasta lo pensamientos le tartamudeaban.

» Debí haber escuchado al culi apretado de mi… mi marido —gimoteó, mientras abrazaba con el cuerpo tembloroso.

Recordado porque carajos abandonó la seguridad del castillo, cuando llevaba un par de días cómodamente instalada en sus aposentos descansando.

No precisamente siguiendo sus imposiciones, tras sus palabras hirientes en la cena.

No pudiendo negarse que le dolieron, porque de alguna manera venia de su parte, pero no lo suficiente como para frenar sus instintos de querer explorar el mundo que la rodea.

Solo descansaba.

Pero, ese día se había levantado con energía renovada.

Debió de quedarse en el suelo oliendo a orín, hacerse la sorda ante su propuesta que parecía inocente, en vez de sonreír y seguir la locura de:

» No tendría por qué ser novedad que quiera pasar tiempo de calidad con mi nueva hermana —imitó la voz de Aine —. Te encantará el bosque de los perdidos —bufó eso último, refrenando un grito cuando el viento le silbó al oído por encima de la tormenta que la sobrecogía —. De…debió decirme que quería asesinarme, eso hubiese sido un aviso que me tomaría como broma, pero al menos estaría prevenida y asimilando mi partida de este mundo —ese era su plan macabro en el inicio. Debió deducir, que como siempre, a ella no le pasaba nada bueno.

Ni siquiera un gramo de consideración.

No era del agrado de las personas, y no había razón para que aquello cambiara.

 » Enserio no le hubiese dicho que no, porque mi vida se ha basado en vivir al límite de la muerte desde que tengo uso de razón —meditó sobre analizando su situación, y en definitiva se hubiese preparado de una manera adecuada para recibir la noticia de su deceso.

Sonaba suicida, sin embargo, no era tal cosa cuando se refería a todas las veces que había estado en peligro su integridad, y el prójimo dio ese salto de fe para rescatarle de los brazos de lucifer.

¿Qué decía?

Ella prácticamente los obligó.

El ultimo se cayó por las escalinatas cuando fue a buscar a Emily para dar un paseo por el parque.




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