Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

IX

EVOLET

Octubre de 1807…

 

«Mis ojos vieron a un Highland.

Con el cabello tan rojo como el fuego, que me quemó por dentro con solo conocerlo.

Y un cuerpo de infarto.

Que, cuando lo toqué era puro concreto.

Y eso me hizo babear y no por dentro.

Lo percibía tan ajeno, hasta que me planteé tenerlo.

¿Y cuándo fue eso?

Cuando sonrió conmigo y no de mí.

Conmigo y no de mí»

Tarareaba una sonata sin sentido que se vino a su cabeza tiempo atrás, mientras tejía con presteza.

Con una práctica envidiable, sin siquiera mirar la aguja al no poseer miedo de pincharse.

Pues tras el fuerte resfriado, y los delirios al imaginar que su esposito estuvo a su lado los dos días que pasó con la calentura delirante, ahora se hallaba en paz, luchando con el hilo para terminar la manta que se había propuesto a terminar ese día.

Haciendo que pensara que esas semanas habían pasado volando.

Teniendo su mala suerte a raya.

Hasta obtuvo una disculpa de Aine entre sollozos, porque según ella casi la mata.

Mirándola con pesar, porque solo la ingenuidad hecha niña con facciones perfectas podría pensar, que con la suerte que se cargaba iba morir tan fácilmente.

—¡Evolet! —un llamado estridente en su oído la hizo brincar, hasta el punto de tirar sus instrumentos al suelo mandándose la mano al pecho —. Estas en las nubes, niña.

—Y usted me bajó al infierno, suegrita —soltó sin pensar como todo lo que hacía —¿Qué mal le he hecho para que juegue de esta manera con mis sentimientos? —Catalina la observó con los ojos desorbitados.

—Ha pasado Archivald a saludar, y te quedaste mirándolo como un ser sobrenatural —con razón la rima que se inventó vino de forma tan inesperada.

—Es que lo es —soltó en un jadeo de enamoramiento supremo —. Ese cabello que me hace pensar en todo lo pecaminoso que a mi mente inocente se le puede ocurrir, su altura descomunal, el cuerpo de guerrero escoces, y esos ojos que han hecho que cambie de idea con respecto a mi color favorito —ese hombre siempre tendría toda su atención.

Babear resultaba ser un acto normal a su alrededor.

Hasta se limpió las comisuras de sus labios, porque la saliva se le acumuló.

» Es que todavía me pregunto cómo pudo crear a alguien tan perfecto.

—¡Evolet! —volvió a llamarle, mientras se agachaba a recoger lo que había tirado.

—Dígame que también llegó a la misma conclusión que yo —soltó cambiando estrepitosamente de tema.

—¿Y esa sería? —rodeó el mueble donde se hallaba para recobrar el puesto que tenía frente a ella con una mesa de centro separándolas, la cual portaba una tetera, y pastas para poder hacer más ameno el momento.

—Que poseo nombre de enfermedad terminal muy contagiosa —eso a veces le robaba el sueño.

—¿Qué dices, muchacha? —cada segundo parecía más contrariada.

—Seguramente el sin sangre ni nombre me lo puso como venganza, para que no me olvidara de él ni el día de mi muerte —eso debía ser.

—¿Evolet? —volvió a llamarle al escucharla divagar.

—¿Mmm? —su mente estaba en otro sitio.

—¿De qué hablas, chiquilla? —tenía que centrarse.

Seguir el hilo de la conversación.

No podía perderse cada dos segundos pensando en él.

Estando tan loca por su entidad que cuando apareció por esa puerta, pensó que era creación de su mente perfecta.

Después de todo, esa se lo imaginaba como era realmente.

Todo lo parecido con la realidad que se pudiera pensar.

—Que logré cazar a su hijo metiéndome entre sus pantalones —se tapó la boca por su repentina sinceridad.

Es que salió peor la cura que la enfermedad.

Y eso que no andaba nerviosa, si no otra cosa se le hubiese salido, y eso sí sería un verdadero inconveniente.

—Muchacha desvergonzada —ahora parecía enojada —¿Eso te parece un logro? —pues…

—Soy honesta y me reprende ¿Quién la entiende? —el día anterior como habían tomado de costumbre compartir en el saloncito de té en la tarde, Lady Catalina le recalcó que le podía contar lo que fuese, y ahora se escandalizaba.

Es que no te mides con las verdades que sueltas.

No era para tanto revelarle lo que ya todos suponían.

Después de todo alguien tan exótico como yo, no es que tuviera muchas opciones para cazar un partido de tal magnitud.




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