Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

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ARCHIVALD

Llevaban toda la mañana y parte de la tarde tratando ese tema y seguía sin ponerse de acuerdo.

Alistair Stewart no estaba para nada puesto en la idea de dar cara a la cámara de lores, pese a su carrera de abogado.

Era lo más adecuado en esos casos, en los que las obligaciones a Archivald en cualquier momento lo sofocarían.

Y el menor continuaba reticente, no ha tomar precisamente una obligación, más bien era por el regreso a Londres.

Sacando la excusa absurda, en la que no le apetecía tener a las damitas casaderas detrás de sus huesos.

Aunque sabía que había algo más.

No teniendo idea del que, pero lo había.

—¿Cuándo tomarás conciencia de la responsabilidad? —bufó cansado de rogarle que fuese su mano derecha.

—No me hagas responderte esa pregunta hermanito, porque no te va a gustar —el tono que implementó le daba a entender, que no se trataba precisamente del tema que estaban tocando.

Mas bien, era algo intimo que implicaba a una desastrosa mujer de cabellos castaños y que hace un par de meses se había convertido en una Stewart.

—Alistair, no te pienso obligar a tomar una obligación que no te compete —habló su padre cortando la discusión venidera. Haciendo que el menor sonriera de manera victoriosa, como si no conociera al espécimen que colaboró en su creación —. Sin embargo, debes justificar los privilegios que se han otorgado, porque los esfuerzos deben ser de alguna manera remunerados.

—¿Me está enrostrando todo lo que me ha dado? —soltó en tono de indignación enderezando su postura desgarbada, tan despreocupada que hasta los pies los tenía cruzados apoyando los talones sobre la mesa, mostrando su mejor actitud de dandi presuntuoso.

—Tómatelo de la manera que mejor te parezca —esas manipulaciones no servían con el demonio pelirrojo —. Solo te recalco la obviedad de la situación, y que estas lo bastante crecido para seguir viviendo a mis costillas —no era un vividor, pero si continuaba por ese camino no le quedaba mucho para convertirse en uno.

—Todos contra el menor, cuando hasta ayer solo era el poco importante hijo varón menor del Duque de Montrose.

—Te estas pasando —le recalcó Archivald.

Se estaba igualando a su padre.

Retándolo como si no tuviese razón.

Actuando a la defensiva, como si ocultase algo importante aparte de lo que decía.

—Que no sea el hijo perfecto que su excelencia requiere, no significa que lo que me impone es ley, o la razón absoluta. No soy tu, Archivald —ese no era su hermano el siempre bromista.

El que recibía todo con una sonrisa, pese a la negativa rotunda que daría.

Importándole poco el rebatimiento.

Aceptando el punto de vista de los demás, y dando el suyo con respeto.

¿En qué momento las cosas habían cambiado?

¿Dónde había ido el muchacho tan lleno de vitalidad, que ahora solo la mostraba de manera superficial?

Recordó en ese momento, cuando antes de partir por primera vez le rogó que no lo abandonara.

Cuando cambio de tema rápidamente, restándole importancia a lo que sentía.

No la estaba pasando bien en Eton, y lo único que hizo como hermano fue dejar ese dato en el olvido, anteponiéndose como siempre.

Intentó decir algo al respecto, pero la puerta fue abierta sin ser tocada de manera torpe escuchándose un ruido seco, que los hizo voltear para percatarse que ocurría.

Topándose de inmediato con la imagen de alguien que se sobaba la espinilla como si fuera lo último que haría en su vida, mientras maldecía en su idioma natal el descansillo que había antes de entrar a la estancia, teniendo un par de accidentes en el camino cuando volvió a tropezar con la alfombra.

Bufó al reconocer ese estropicio con piernas.

—Se toca la puerta antes de entrar —dijo con fastidio, sin tener el amago de ir a ayudarle —. Estamos ocupados, y no es grato que nos interrumpas.

—Nos levantamos del lado de la cama equivocado —rebatió esta sin siquiera mirarlo —. También te he extrañado, esposito de mi corazón —le imploraba al altísimo paciencia, porque si le daba fuerza se la enviaba —. Pero, no se sienta celosito, porque no viene a incordiarle —dijo tratando de pestañear con presteza para parecer coqueta, solo pudiendo hacer una mueca de bisquito bastante chistosa, la cual no le causó gracia por el detalle que mencionó de ultimo.

No lo fue a ver a él.

¿Entonces a quién?

¿Qué no sea lo que estoy pensando?

Alistair sacó pecho esperando que lo abordaba, pero pese a ser el centro de atención y tener el rostro rojo como un tomate caminó con paso dubitativo, pero sin ganas de devolverse rodeando el escritorio, hasta quedar al costando del dueño de casa.

Ese que medio levantó la mirada observándole de reojo a duras penas, para que entendiera que había captado su atención.




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