Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

XIX

EVOLET

PASADO

«Y ella que pensaba que esa noche, donde fueron invitadas para la celebración de los quinientos años de vida de una de las amigas de su abuela seria aburrida, empezando porque Antonieta a raíz de un resfriado no pudo hacer acto de presencia, pero con Justina de Jones todo podía esperarse, y no lo decía solo por el cadavérico que tenía por esposo al lado, que desde antes de comenzar la recepción estaba con la boca abierta, y podía jurar que hasta una mosca se había introducido en su boca carente de dentadura.

Apostaba a que el señor Jones ya no hacia parte de los seres vivientes, pero hace poco menos de una hora gracias a un codazo en las costillas por parte de su esposa que lo despertó, entre bostezos le había saludado con un apretón de manos, que sintió como si le hubiese consumido parte de su existencia.

Se estremeció de solo recordarlo, y esa misma sensación se juntó con la que apreciaba en todo el cuerpo cuando los pasos decididos del hombre más joven de la sala, a la par de apuesto que no sabía que iba a hacer parte de la reunión, se acercaban al rincón que había escogido para pasar desapercibida, porque la frase que le dedicó su abuela en el mobiliario le generaría pesadillas por una buena temporada, por eso se aseguraba que no existiese posibilidad de que se hiciera realidad.

«—Es tu oportunidad de hacerte a alguien que quiera halagarte, porque no te voy a durar toda la vida, y el dinero de la familia no será eterno cuando caiga en vuestras manos.

—Hay el suficiente para Emily, y para mí, abuelita —rio en respuesta la anciana, hasta el punto de toser como si se fuese a morir —. Tengo la capacidad de hacerlo rendir para que no nos haga falta nada —y ese fue su inútil intento de mostrarse valedera.

Solo resaltando lo obvio, porque, aunque no lo quisiera ver de manera altanera, por ella es que seguían comiendo y tenían un techo.

—Tras de fea, defectuosa y vieja para encontrar un hombre medianamente decente, crédula —le pegó con el abanico que portaba en una de sus manos en la frente, consiguiendo que se sobase con vehemencia —. Con tus capacidades se morirían de hambre —¿Quién si no era ella había estado llevando los asuntos de la casa desde hace más de cinco años, y atendido hombres trajeados que llevaban noticias de los negocios que había dejado su abuelo pidiendo que tomase las decisiones, cuando a su abuela en ese tiempo se le comenzó a olvidar hasta el día en que vivía?

Aunque su inquina hacia ella seguía intacta en su memoria.

Bajó la mirada, no queriendo discutir al respecto.

» Por suerte, si llegara a ocurrir tal cosa Emily estaría a salvo, porque ella si podrá depender de un hombre decente que se desvele por tenerle en óptimas condiciones —su niña bonita jamás pasará tales penurias, por eso la había dejado en casa librándola de ese suplicio —. Ahora céntrate en lo que es importante, y deja de pensar en pájaros, que no te he puesto fuera del testamento, porque tu abuelo dejó una cláusula al respecto.

Mas bien, dependían de ella para seguir comiendo, porque decía claramente, que si Evolet disponía podía dejar a todos en la miseria, pues más de la mitad de los bienes le pertenecían.

¿Por qué?

Ni ella misma tenía idea.

Y preguntarlo no valía la pena, si iba a obtener otro bastonazo en la cabeza.

—Si, abuelita —dijo en tono quedo, mirando por la ventanilla —. Como mande y pida»

Despejó su mente de los recuerdos, cuando lo tuvo frente a ella analizándole con los ojos entrecerrados.

—Espero sepa que no es el mejor escondite para librarse de las amigas de su abuela, y de los caballeros que estan en la sala —rio en respuesta, mientras su rostro se ponía rojizo a causa del halago cuando besó su mano en forma de saludo, soltando en el proceso su acertada observación.

—Espero que haya notado, que aparte de mi abuela que es corta de vista, y ya le falla la audición no hay nadie más joven que nosotros o ella en esta sala —lo dijo sin ningún tipo de malicia.

Solo señalando un punto acertado, porque por los menos en esa reunión había como poco mil años mal contados.

El pelirrojo escoces rio en respuesta dándole la razón, dejándola embobada con su burbujeante carcajada, que le entrecortó la respiración.

Es que, no podía entender como en todos los ángulos que lo miraba se apreciaba más atractivo.

Uno de esos días se le soltaría lo platónicamente enamorada que la tenía, pues, aunque quisiera él no se fijaría en ella aparte de una clara amistad, que de a poco construían.

» Dispense si mi pregunta le parece un tanto atrevida, pero ¿Qué hace aquí, Lord Stewart? Pensé que a este evento no invitaban a personas vitales de menos de cien años —no respondió, solo se encogió de hombros y regalándole una sonrisa de medio lado siguió con la conversación inicial antes de que dejara a flote su curiosidad.

—Me temo que debo darle la razón, aquí no hay nadie que se aproxime a su edad —cualquiera de los ancianos de la sala fácilmente le podía triplicar la edad —. Lo que me hace devolverle la pregunta ¿Qué hace aquí, Evolet? —su nombre pronunciado por esa voz ronca con deje escoses hacía que no sonara como si no fuese una enfermedad terminal, o una plaga imposible de curar.

Hasta le podría comenzar a gustar.

Por el momento lo quiso disfrutar, pero no pudo porque por muy hipnotizada que estuviera por su presencia entera, las amenazas a su integridad por lo menos en el aspecto que siempre le indicaba su abuela, la hacían ser inusualmente perspicaz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.