Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

XX

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«—Si solo me hubiese dejado responder, en vez de huir de usted misma —dijo en voz alta para sí mismo, mientras veía como se perdía de su escrutinio —. Si me hubiese dejado expresarme como quería, se habría dado cuenta de que vine por usted, y que no es la única que quiere platónicamente aquí»

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Cualquier persona en el mundo debió haber sido, pero ¿Porque él?

Le hizo la estadía en América un infierno, y lo peor de todo es que ahora volvía a topárselo en Londres.

No le bastó con ser el centro de atención de Evolet desde que cruzó las puertas de la casa de los Jones, rezagado tras haber tenido ese momento íntimo, en donde le confesó lo que sentía por él, prácticamente apartándola de su lado, si no que ahora con su oportuna aparición le robaba al completo su atención, porque ni bien llegó a ellos pudo notar que el rubio y la castaña parecían en su mundo.

Sonriéndose como amigos enamorados de toda la vida, cuando fue un hecho que, si no hubiese sido por su estúpido tras pies, el que estaría amarrado a la calamidad con piernas seria otro.

Pensamiento que le supo amargo, más que nada, porque tenía toda la pinta de que estaba sucediendo algo que nadie podía notar aparte de él.

Carraspeó cuando captó, que si no se daba a notar su esposa continuaría en brazos de ese imbécil, sin importarle que todo el mundo opinase que seguía por el camino de cornudo.

—¡Habsburg! —por más que intentó no pudo contener el gruñido —. Como siempre tan oportuno —sin dejar de mirar a SU esposa sonrió para acto continuo besar su mano, acabando la poca paciencia que le quedaba en el cuerpo —. Quita las manos del cuerpo de MI mujer antes de que te enseñe, que no se toca la propiedad de alguien más —las palabras cortantes a la par de posesivas hicieron jadear a la castaña, sacándola del trance cuando le añadió el tomarle de la cintura con fuerza sin llegar a lastimarle, y hacerse a ella para que entendiera de que las confianzas ya no podían existir entre ambos.

—Si no te gusta que toquen, o miren a tu nueva adquisición —dijo en tono burlón enfocándolo con sus ojos verdes más claros que los suyos, dándole a entender que le importaba un carajo lo que él quisiera, porque lo único que le interesaba era lo que Evolet opinara —, deberías de aprender a ponerla en primer lugar y darle el puesto que se merece, porque por si se te olvida es un ser humano, no un jarrón «schwachsinnig[jpgm1] » —antes de que pudiese contestarle como se debería, regresaron al salón atestado de personas, y unas voces fueron los que se le robaron la palabra intentado buscar respuestas.

—¿Charles? —esa fue Evolet, que no podía creer que lo tuviese de frente, obteniendo como respuesta una inclinación de cabeza del rubio con una sonrisa cínica de medio lado, que seguramente le entrecortó la respiración.

—¿Qué haces aquí, Luxemburgo? —ese fue Duncan, que al venir tras su persona claramente se toparía con la escena, que sería la protagonista de la próxima gaceta de chismes de esa tal Lady Chatty.

—¿Cómo te encuentras, hija? —esa fue la voz maternal de su madre, que remataba el cuadro mirando con clara reprimenda, esperando con los brazos cruzados al lado de Lady Violet MacGregor, y la condesa viuda de Portland a que esclareciese sus dudas.

—Gracias a mí, bien —soltó antes que todos el intruso del grupo, haciendo que achicara los ojos al ponerse de centro de atención, y tras unos segundos de reconocimiento su madre jadeó, haciendo que la mirase con extrañeza para acto continuo hablar con una familiaridad que lo conmocionó.

—¡Charles! —¿Se conocían? —. Muchacho, ¿Dónde carajos te habías metido? —le pegó con el abanico que portaba en una de sus manos.

—¿Se conocen? —la pregunta salió sin poderla detener.

—Es amigo de Duncan —el nombrado tosió, mientras que el otro rubio rio en respuesta —¿Dónde dejaste a los otros dos truhanes que mantenían contigo? —eso formó un silencio bastante denso, indicando que claramente era un tema que no le apetecía tocar.

—Pusset, vino conmigo —señaló con la mirada a un punto en concreto, haciendo que girasen y se toparan con un castaño que estaba entretenido con un par de caballeros —. Y los Mackenzie… —dijo con lentitud sin dejar de ver al rubio, para después pasar la vista a Lady Green —perdí comunicación con Armstrong hace un par de años —soltó restándole importancia a eso último —. Temo decirles que seguimos en la entrada, y eso no le hace bien a la presentación de Evolet en sociedad como esposa del futuro Duque de Montrose —volvió a dirigir la conversación a sus terrenos, con clara ironía que ninguno pasó por alto —. Cosa que me hace recordar que tenemos un baile pendiente — le extendió la mano a su esposa, la cual se la entregó sin titubear tras echarle una mirada de reojo, mientras de lo lejos sonaban los acordes de la siguiente pieza de baile —. Espero no tengas objeción, cuando los dos sabemos que le servirá para despejarse, antes de que comiences a mostrarla como el objeto que dista de ser.

—Eso …eso no es… —antes de que terminara de quejarse este ya la había arrastrado hasta la pista, y con una sonrisa ladina la tomó por la cintura guiarla sin importar que lo pisara.




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