EVOLET
«Había sido una tonta.
El culmen de su estupidez.
Demostrando de forma palpable, que se merecía el desprecio del único hombre que nunca fue fugaz en su vida.
Es que ¿Cómo carajos se le ocurría decirle que no tenía problema en que se echase una amante?
Su rostro contraído se lo reafirmó.
Ella para las ideas era un ser carente de gracia.
Para todo en realidad, pero aquello fue la gota que derramó el vaso.
Y se lo hizo saber su retirada precipitada, el rostro de la madre de este, y las expresiones de sus nuevas amigas, que, aunque ninguna sabia lo ocurrido por las miradas que les dedicaron, era más que suficiente para que se diera por enterada de que se había saboteado.
¿Es que no puedes tener tu lengua quieta?
Intenté no explotar, y decir tonterías, pero no pude.
Deberías en vez de decirle tanta incoherencia comunicarle que, aunque no quiera lucharas por su corazón.
¡No!
¡Evolet!
No puedo.
¿Y si estamos asumiendo, en vez de dejarlo decidir?
¿Tú crees?
…
Tengo razón.
No fue tu culpa lo que pasó.
De cierta manera lo es.
…
Salió de su debate interno cuando se vio sobrecogida por el frio de la madrugada.
Había llegado hace un par de horas del evento, pero no poseía el valor de entrar cuando lo tenía a una puerta de distancia, por lo menos logró zafarse del interrogatorio de la Duquesa, diciéndole que iría a ver los cachorros y después tomar un vaso de leche antes de ir a dormir.
No teniendo su atención, porque parecía distraída con algo a lo cual no le dio importancia.
Sin saber cómo llegó a los jardines.
A un rosal en particular, ese que se le clavó en el corazón como las espinas que portaba.
Recordado la razón de haberse empeñado en erradicar ese dolor que apreciaba en el pecho, al conocer a la pelirroja que era dueña del corazón del hombre que amaba con su alma.
Arrancó una de estas sin importar lastimarse con las espinas.
Solo quería admirarle de cerca.
Descubrir el secreto que la hacía única.
Pero, resopló al recordar que no era intuitiva, ni mucho menos alguien que se fijase en esos absurdos detalles.
—Me gustaría ser alguien diferente —no ella. Nunca se había comparado con las mujeres que la rodeaban, solo envidiaba lo que provocaban en el hombre que ella quería —. Alguien que merezca luchar por ti, Archi —a solas era de la única manera que se permitía tratarlo con tal familiaridad —. Lamento haberme cruzado en tu camino, cuando ya de por si tu vida era un desastre. No debí permitir que me ayudases —no debió haber permitido nada.
Cuando le ayudó a profanar tumbas, y enterrar a pulgoso supo que lo que sentía no tendría retorno.
Lo que sucedió después solo fue un daño colateral.
Compartir con él, y saberlo todo sin importar el trasfondo y un paso en falso.
No debió olvidar lo que era, pese a lo viva que se apreciaba a su alrededor.
—Estoy seguro de que el odiaría que fueras diferente a lo que demuestras —esa no era su voz.
—¡AHHHH! —gritó.
Aulló como una desquiciada, para acto continuo reaccionar de forma física y atacar sin pena ni gloria.
Aunque su ataque no llegó a buen puerto, porque sus muñecas fueron interceptadas en el proceso para inmovilizarla, no contando que era igual de hábil con sus torpes pies, así que, como pudo antes de caer en cuenta de quien era pateó unas de las espinillas de su agresor hasta que su gruñido, y maldición en gaélico la hizo abrir los ojos notando lo que hizo, volviendo a chillar con ganas férreas de que se la tragara la tierra.
» ¿Su…Suegrito? —personas desastrosas y ella —. Dígame que esto es un sueño, y que no lo acabo de golpear —en ese instante le soltó las muñecas, para proceder a sobarse la parte afectada sin siquiera dedicarle una mirada.
—Tienes una zurda estupenda, hija —¿Qué? —. Casi me partes el pie —se ruborizó hasta el escote.
—Lo… lo lamento —dijo agobiada —. Solo…
—No es lo más recomendable, pero es lo que espero de las mujeres de mi familia cuando le abordan sin darse a notar —seguía sin entender a que se refería —. En la próxima un abrigo para no resfriante sería conveniente.
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Editado: 20.05.2023