Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

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¡Maldita sea!

Todo con ella giraba en torno a un asunto que no le importaba.

Sorprendentemente, no era tan cerrado como todos pensaban.

Era accesible en muchos aspectos, y esa parte de ella se le hacia la más fascinante a disfrutar si se trataba de la mujer que despertaba tanto en él.

Y no sería fácil.

Al igual que pudo haberse asustado, pero contaba con la suerte de ser alguien abierto de mente en ciertos aspectos por sus viajes antes de internarse en el campo de batalla, como para no comprender que tenía al lado a la mejor mujer de todas, sin importar sus diferencias al resto.

Siendo lo que más le encantaba de ella.

No viéndolo como defecto, si no como una de sus grandes cualidades, porque tenía demasiadas.

Por eso, es que lo que ya sabía contando desde su punto de vista pasó a segundo plano cuando su mente se enfocó en lo que ignoraba, y hasta ahora le había ocultado lo que planeaban hacer su abuela y hermana, pero más importante era el cómo la maltrataban.

La sangre le hervía y el cuerpo le temblaba de ira contenida.

—¿Cómo es que hasta ahora se te da por decirme que tu abuela y hermana te trataban como si no valieras nada? —se giró para enfrentarla muerto de la ira —. Lo suponía, hasta lo aprecie en primera fila un par de veces, pero no pensé que llegaría a tales escalas.

—¿De todo lo que dije eso fue con lo único que te quedaste? —es que esa mujer era una historia parte.

Si no la quisiera con su vida la ahorcaría.

—Me quedé con todo, pero solo le doy importancia a lo que me interesa y lo primero es tu integridad, y después las mentiras de tu hermana y tu silencio que nos tiene en este aprieto, asi que sigamos el orden para no perder los estribos —no quería hablarle asi, pero no concebía que le hubiese callado tanto, pese a que primero fueron amigos que lo que fuese que tuvieran desde que se dio cuenta que era lo bastante importante en su vida, para seguir como una simple amiga.

—No tiene importancia —se encogió de hombros sin complicarse la existencia.

—Claro que si la tiene —dijo en tono fuerte, haciendo que se embarace con la fuerza que salió ese rugido.

—No eres el mayor afectado, asi que te pido que dejemos ese tema de lado —se puso los dedos en el tabique llamando paciencia.

En muchos aspectos se cerraba sin querer hablar, en el pasado le ocurrió y ese momento no sería la excepción si no deseaba soltar prenda.

—Si alguien me quisiese hacer daño, por más minúsculo que fuese ¿Cómo reaccionarias? —respingó, y sin pensarlo dos veces respondió.

—¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? —se alteró en sobremanera —. Me traje a mi pala Cirila, asi que solo es que me digas donde esta para poder esconderlo sin que queden rastros del delito —le acunó el rostro con las manos calmando su agitación, y refrenando sus instintos asesinos.

A veces dudaba que lastimara al prójimo sin conocimiento de causa, teniendo como excusa su torpeza.

—Solo es una suposición —la calmó dándole un beso en los labios, dejándola sin habla —. Y espero que con eso entiendas a lo que me refiero, cuando te manifiesto que me importa si eres tú la que está siendo herida —suspiró con pesadez sin tener como rebatir su punto, soltándose de su agarre para proceder a tirarse de espaldas a la cama, con la vista clavada en el cielo de la estancia.

Siguió sus movimientos hasta quedar a su costado en la misma postura.

Siendo su punto de enfoque, admirando cada rasgo de su rostro.

Las muecas que hacía, los pucheros que le aceleraban el corazón.

—No me malentiendas, esposito —dijo tras un silencio cómodo —. Se que has sido, pese a mis actos incondicional, solo que, desde que tengo uso de razón he recibido el mismo trato que me he acostumbrado a no darle importancia, cuando siempre obtengo la misma respuesta por parte de la pasa —entrelazó sus dedos, haciéndola suspirar con más fuerza —. Nunca, nadie en la vida me ha dicho te quiero —un nudo se formó en su garganta —. Ni siquiera mi madre, pese a que era la única que me lo demostraba —no parecía triste por la remembranza, era más bien como un comentario lanzado al azar.

Normalizando las actitudes negativas sobre su persona, como si no se mereciera más.

Eso lo hizo sentir como una rata.

Por eso estaba a su lado, no porque lo amara si no porque ese trato era lo único que conocía, y de eso toxico se había prendido para no terminar de caer en el abismo.

De los males el menor.

—Lo… Lo lamento —dijo en tono quedo que esta escuchó perfecto, porque dejó de mirar el techo para enfocarse en sus orbes, poniéndose de costado sin soltarse de su agarre.

—No tenías por qué saberlo, porque no me interesaba que lo supieras, porque no quería que me miraras de esta manera.

—¿De qué forma te miró? —imitó de nuevo su postura para que sus rostros quedasen enfrentados, mientras con la mano libre le apartaba los mechones sueltos del rostro.




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