Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

XXXVIII

EMILY & GUILLERMINA

No podía estar más pletórica.

Estaba consiguiendo lo que quería sin mayor esfuerzo.

Disfrutando en el proceso, mientras veía como poco a poco caía su torpe “hermanita”.

Es que, era tan confiada que no podía simplemente deducir que se quería quedar con todo lo que le arrebató.

Solo enfocándose en un problema, que ni siquiera le incumbía.

Pues no era su padre el que estaba en el aprieto.

El que sería muerto en manos de ese tal Ethan Walsh, por meterse con la persona equivocada.

Siguiendo al pie de la letra sus imposiciones, cuando una de las exigencias era ser discretos y que el tema no saliera de ellos.

Obligándola a mentir para proteger a los Stewart.

Porque ese hombre era verdaderamente peligroso, llegando casi a la fama del que se hacía llamar en América el amo del Averno, el dueño de lo oscuro.

Ese, al que no se le conocía el rostro, pero era bien sabido que portaba un club en el centro de Philadelphia, que, pese a parecer un inocente a la par de refinado, decían las malas lenguas que era su centro de operaciones.

En todo caso, era un sujeto de cuidado y no sería ella quien lidiara con ese ser infernal, cuando quería parte de la petrolera, que su hermanita se empeñaba en retener.

Pese al disgusto que le causaba, terminó de acomodar las almohadas en la espalda de su abuela Guillermina, mientras la sonrisa en el rostro no se iba.

Recordando lo que desde hace semanas estaba haciendo con el menor de los Stewart, comprometiéndolo en sobremanera sin tener escapatoria.

No lameteándose demasiado por no poder conseguir el título de duquesa, ya que, con ese premio de consolación podía lidiar, al verlo hecho un imbécil por ella.

Sus trucos después de todo funcionaron, pese a que en un principio temía a que se diera cuenta, pero al parecer no eran de los que cargaban la suficiente malicia en el cuerpo para desconfiar de su sombra.

—No espere a que actuaras por mí, abue Guille —dijo sentándose a su lado al verla con los ojos entrecerrados sin entender su actitud —. He aprendido de la mejor, y por eso estoy a punto de deshacerme del estorbo de la bastarda del abuelo.

—¿Qué has dicho? —preguntó con prevención, mientras ella seguía divagando en finales perfectos en donde los villanos triunfaban, si movían las fichas indicadas.

—Que padre vivirá, que nos desharemos de Evolet, y que ya no me apetece el título de Duquesa de Montrose cuando puedo tener algo más que manejar a mi antojo.

—Te estas precipitando —dijo la anciana tras un largo silencio —. Está respaldada y …

—Esta arruinada —se lo corroboró la cara de Archivald, cuando la atrapó con otro hombre en la velada —. Solo espera a que se repudiada por su esposo, y el resto caerá por su propio peso —ensillaba la bestia antes de medir si podía montarla —. Hasta puedo asegurar que nos cederá toda la fortuna, para después matarse como debió hacerlo cuando se enteró de que nunca podía ser nadie digno de afecto —de un brinco se irguió, para acto continuo darle un sonoro beso en la mejilla y sin más salir disparada a sus aposentos, dejando a la anciana divagando en su mente, mientras era de nuevo abordada por la dama de compañía de la bastarda reconocida de su marido.

—Debemos de adelantar lo que estamos planeando, antes de que esa chiquilla insensata arruine todo lo que he hecho por mantenerme a flote, y solo por un misero hombre —y no lo decía por los escoceses, si no por el mismo que su hija murió.

Consumida por el dolor.

—Solo falta su orden para que se lleve a cabo —asintió sonriendo de medio lado —. Y cuenta con mi total lealtad, porque mi niña Amelia merece que se vengue su muerte, cuando su marido solo celebró su deceso como si fuese el mejor día de su existencia.

Solo quedaban horas, para que la mente macabra de esas dos mujeres mayores formara el peor caos, que hubiese podido apreciar dentro de su núcleo los Stewart.

Desolando a todos al pensar perdido a ese ser torpe, que con su luz los estaba iluminando pese a los destellos, que de por si ellos mismos proyectaban sin ayuda de terceros.

Enterándose demasiado tarde la verdadera procedencia de lo que le estaba ocurriendo al ser más inocente que habían tenido el gusto de conocer, quedado una incógnita flotando.

¿Les alcanzará la vida para perdonárselo?

 

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