Actuando Con El CorazÓn || T.S #1

XLVI

GUILLERMINA

 

 

Supo que estaba liquidada desde el momento que se enteró del regreso de Evolet al Montrose House, dándole la seguridad que su plan había errado en todas las maneras posibles.

Siendo Mera la primera en saltar del barco, cuando no tenia fuerza para soportar la furia del amo de esas tierras.

Estaba lo bastante vieja para querer una muerte tranquila, como si no fuese a ser perseguida.

Siendo una pobre ilusa, al pensar que la dejarían en paz, pero ella no era nadie para corregirla cuando se merecían que la quemaran viva por cobarde.

Y de eso hace casi una semana.

No debió confiar tampoco en Jaime.

Era un imbécil que cargaba consciencia pese a que estaba perdido por Emily, y Evolet era experta en inspirar lastima.

Resopló sin siquiera tener las fuerzas suficientes para huir, quedándose con su nieta en los aposentos que le fueron asignados, a la espera de noticias con respecto a su suerte.

Después de todo, de alguna manera tenía derecho de estar en ese lugar.

De ser tratadas como las damas respetables que eran.

Ella por su edad, y la otra por llevar a en el vientre aun vástago de uno de los hijos del ducado de Montrose.

Y asi fuese encañonado le respondería a su nieta.

Ni más faltaba tener a un bastardo en su familia, porque Evolet no contaba, ya que su sangre no corría por las venas de esa desadaptada.

Inhaló con fuerza cuando escuchó que la puerta era tocada, y acto continuo sin esperar la aceptación ser abierta, mostrando la imagen imponente del Duque de Montrose, que en sincronía les robó el aliento.

Admiraron sin parpadear como con parsimonia se acercaba a su entidad embargando la estancia con su aura cargada de poder, hasta quedar frente a ella y sin amago de algo de cordialidad dirigirse a su persona, ignorando por completo a la que dentro de poco seria su nuera.

—Señora Guillermina, les pido de la manera más amable que desalojen mi propiedad, antes de que lo caballero salga por donde entró la poca cordialidad que tengo en el cuerpo.

—Sus modales no son nada propios de su título —siseó levantando el mentón con ese orgullo, que ni en su lecho de muerte abandonaría.

— Cuando requiera su opinión se lo haré saber —soltó tajante, sin importarle ser grosero —. Por el momento solo preciso que se marchen cuanto antes de mi casa, y de Londres sin que se les vuelva a pasar por la cabeza regresar, ni siquiera como paso a su verdadero destino.

Se irguió con los ímpetus renovados, apoyándose en el bastón que la ayudaba a mantener el equilibro, mientras Emily lloraba a su costado mortificada.

—De ninguna manera dejaré que su hijo deshonre a mi nieta, y no se haga cargo de las consecuencias —rio entre dientes, mientras negaba aparentemente divertido por sus palabras.

—Con respecto a eso, no puedo hacer nada al respecto cuando no le obligó a hacer nada que esta no quisiera para atraparlo —jadearon en sincronía —. El solo reaccionó en consecuencia cuando la carne se torna débil frente a mujeres tan hermosas —para ser un cumplido sonó lo bastante desdeñoso.

—¿En vez de reprenderlo lo justifica y hasta lo felicita? —se encogió de hombros dándole la razón, consiguiendo que apoyase con fuerza el bastón al suelo para no cometer una imprudencia.

—No puedo hacer nada más que eso —esta vez la que se irguió fue Emily, que se posó a su costado y con toda la dignidad que le quedaba lo enfrentó, pese a que notablemente el cuerpo le temblaba.

—¿Me ha perjudicado, dejado en estado y lo único que hace es felicitarlo? —zapateó airada, como la niña malcriada que siempre era —¿Piensa dejar que su nieto lleve a cuestas el título de bastardo? —espetó en voz alta, haciendo que Guillermina afinara la visión de por si escasa, esperando la contestación del hombre.

—Por supuesto que no —dijo con convicción —. Mi primer nieto será recibido como se debe, dándose las atenciones que la madre se merece —las dos respiraron de nueva cuenta —. Porque es lo menos que se merece la futura Duquesa de Montrose, y probablemente el heredero o la princesa que llenará de más alegría nuestros corazones —boqueó sin saber que responder, mientras que Emily volvía a echarse a llorar.

—Evo… ¿Entonces que ocurrirá con el hijo que espera mi nieta? —necesitaba respuestas ya.

—¡Jaime! —gritó hacia la puerta en respuesta, consiguiendo que esta, a los segundos se abriera mostrando la imagen del imbécil lacayo aporreado, que no fue capaz de hacer algo tan simple como llevar a Evolet al lugar especificado para que comenzase su desdicha.

Sintió que la agarraban con fuerza del brazo, consiguiendo que quitara los ojos del demonio pelirrojo para dirigirlos a Emily, a la cual el aspecto se le había tornado ceniciento, y los ojos anegados en lágrimas.

» Ese tema lo tendrán que tratar con el padre legítimo de la criatura —mostró a ese imbécil bueno para nada, haciendo que ahora fuese la que se tambaleara —. Tienen dos horas para salir de mi propiedad antes de que las heche a patadas —sin más desapareció de la estancia.




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