Acuérdate De Mi

Para aprender a quererte

“A pesar de lo mucho que se ha estudiado, aún no se sabe si hacer locuras es lo más bonito o lo más aterrador del amor. Seguimos esperando respuestas”

De Balas Perdidas, Morat.

 

 

Dejé que la música invadiera la habitación mientras reorganizaba mi vida. ¡Qué sencillo para algunos! —pensé con su rostro en mi mente.

¡Qué difícil! Sobre todo porque por donde quiera que hubiese mirado había rastros de él, su presencia se esparcía con cualquier recuerdo, aún más en la voz de los niños que sonaban de fondo

Bajé el cofre de tesoros, donde guardaba los primeros boletos a conciertos y cualquier cosa que se relacionara con Morat… y con él. Hablar de esos colombianos era contar inevitablemente nuestra historia. No estaba segura de querer hacerlo, pero conservar todo aquello era anclarme a ese pequeño universo que habíamos creado, que evidentemente había terminado con una explosión en la nada misma.

Me armé de valor y lo abrí sabiendo que podía caer en cualquier momento, que podía terminar con kilos y kilos de helado deprimida y tapada hasta el cuello (de nuevo) o pegada al teléfono esperando un mensaje o una llamada… o peor, escribiendo un texto desesperado para enviárselo en el más desprevenido impulso. Y efectivamente, cuando abrí aquella porquería de madera (mi porquería favorita), perdí todo el valor que había juntado, porque a primera vista lo único que encontré fue una fotografía que ni siquiera sabía de dónde había sacado, donde estábamos él y yo, cantando a todo pulmón, en nuestro primer concierto.

“Cuando te vi sentí algo raro por dentro” —Comencé a escuchar.

¡Diablos! ¿En serio?

Mágico, pero en ese mismo segundo viajé en el tiempo y volví a ese instante. La primera mirada que cruzamos fue por accidente, cuando nuestros ojos rondaron por todo el estadio y se juntaron en el mismo punto, uno al lado del otro, entre miles. Amagué una sonrisa recibiendo el mismo gesto como respuesta y después volvimos al frente. El show empezó y, como es de esperarse, enloquecí. Dejé mi vida en aquél concierto y mi corazón, aunque este último se lo llevó el chico de la sonrisa fugaz con un bonito golpe en la nariz debido a mí desquicio. Nunca entendí muy bien cómo sucedió, pero lo cierto es que en medio de un “cómo te atreves” desenfrenado, estiré mi brazo para cantárselo a algún ex que seguro tenía en mente entonces y ¡zas! Golpeé su nariz. Fue épico, porque lo mejor fue que los ojos de Villamil (como platos por la sorpresa) se posaron en nosotros en ese instante, aunque no pude dedicarme de lleno a su atención, y pasé lo que quedaba del show pidiéndole disculpas a ese sujeto.

Cuando terminó todo, nos despedimos y traté de salir lo más rápido que pude para evitar más papelones, pero casi llegando a la salida su mano tomó la mía para detenerme y cuando volteé, su “¿Tomamos algo?” seguido de una sonrisa fue suficiente para creer que si lo perdía en ese instante habría perdido la más grande fortuna.

“Cuando te vi tuve un buen presentimiento, de esos que llegan una vez en la vida”. No lo voy a negar.



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En el texto hay: amor, amor amistad, morat

Editado: 18.05.2019

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