Acuérdate De Mi

Déjame ir

“Que con todo y las heridas, sigamos recibiendo estos disparos que nos sacuden el corazón.

De Balas Perdidas, Morat

En la vida real no es tan sencillo abrir y cerrar puertas. Aunque me hubiera gustado abrir de nuevo mi corazón y complacer a mis labios con los besos de esa boca, aunque había pasado más de un año esperando ese encuentro, esa vuelta, esa voz suplicando, no era fácil rendirme. Hay razones que el corazón no entiende, con un dedo no se tapa el sol y curar las heridas de un amor frustrado llevaba tiempo.

Así que aquella mañana, en ese lapso donde el mundo se había detenido, cuando sentí su corazón acelerado dándole vida al mío, entendí que irme era sin dudas la mejor opción. Porque sí, porque esa vida terminaba destruyéndome, sin más razones que eso.

—Déjame ir —solté sin más, en un acto involuntario—. Necesito irme.

Y el eco de cada palabra proyectó un sinfín de recuerdos, absolutamente innecesario, todos los rincones del universo que habíamos construido, cada beso, cada abrazo, cada concierto, cada canción. Podrían perfectamente esas proyecciones haber sido razones para detener el viaje, para volver a intentar. Pero, ¿cuántas veces necesitábamos intentarlo para saber que no podía funcionar?

Y pensaba en la historia que habíamos escrito, nuestra historia. No era la mejor, definitivamente, pero era única, un pedazo de pasado insuperable.

¿Y los efectos qué? El dolor, la tristeza, los días de incertidumbre. Pero, los efectos son el resultado de una causa, un fin, el impacto. Morat era la causa, nosotros el efecto. ¿No era eso suficiente?

Y entonces el “déjame ir” se convertía en un “quédate aquí”, en una lucha interminable.

—No te lleves más de mí. Mi corazón no va a aguantar si tú lo sueltas —respondió en un susurro.

No pude hacer más, no fuimos capaces de reaccionar, hasta que la bala terminó de romper la última capa de piel en mi pecho y salió expulsada para atravesar otro corazón, el suyo.

Me quité por fin el dije. No di explicaciones, solo seguí el camino en un giro inhumano, devolviendo el embrujo con un “acuérdate de mí” silencioso, entendiendo que era el fin. No habría segundas, ni terceras, ni cuartas oportunidades, pues ya nos habíamos dado mil. Esta vez la oportunidad era para mí.

 

 

Y una vez que avanzó se obligó a no detenerse, aunque moría por volver. Sabía que él la estaba mirando, que sus ojos estaban anclados a su nuca y que el recuerdo de lo que fueron pesaba sobre su memoria. Él quería recuperarla, aunque ya hacía tiempo estaba claro que a ella no le interesaba regresar, no porque no lo amara, sino porque las canciones que los habían unido alguna vez ahora le hacían entender que su historia resultaba una causa perdida, porque sentía que aun poniendo todo en juego no era suficiente, sobre todo después del último adiós. ¿Qué ganaba con él con volver si luego se iría con el viento? Ahí va otro intento. Eso de estar locos no funcionó. —Seguía sintiendo su mirada, o eso quería pensar—. Si no volvían a encontrarse, sería por mala suerte, no por cobardía. Por el momento, ella estaba dispuesta a desaparecer.



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En el texto hay: amor, amor amistad, morat

Editado: 18.05.2019

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