Acuérdate de Mí

Acuérdate de Mí

La vida de las personas está llena de historias ridículas que escuchan y que piensan que nunca les sucederá, pero que siempre terminan alcanzándoles sin que estos se percaten. Para Mus’ad Zappa, esto fueron las Angyeong Ssangyong.

Originalmente, Ssangyong era una empresa de automóviles, pero los nuevos tiempos traen nuevas ideas y las nuevas ideas traen nuevos mercados, algo que hace aguzar los oídos a cualquier ejecutivo. Las Angyeong Ssangyeong (literalmente gafas de Ssangyong en coreano) fueron su producto más revolucionario, porque, pasar de vender coches a gafas algorítmicas conectadas simultáneamente a la red, a todos los dispositivos personales y a la realidad era un paso bastante agigantado para cualquier titán tecnológico.

Mus’ad no era un amish radical que renegase de la tecnología por la corrupción que ejercía sobre la innata pureza humana, pero tampoco era un fanático de la informática que ya no tenía ni un solo cable en casa. Mus’ad se entretenía en las redes sociales, aunque no se dejase atrapar por ellas, asistía a algún maratón eventual de la nueva temporada de la serie de moda de Netflix y unos pocos días a la semana se dejaba absorber por la trigésima temporada del League of Legends. Ni rechazaba el avance ni se dejaba someter por él, su balanza moral se inclinaba ligeramente hacía el lado del rechazo tecnológico.

Si se piensa detenidamente esto es lógico, la ciencia ficción es la mayor herramienta de polarización respecto al avance y si algo predomina en el mundo en el que vive Mus’ad, es la ciencia ficción. De Black Mirror aprendió a tapar la webcam del ordenador, de Ex-Machina a no enamorarse de los personajes de videojuegos y de Terminator a no fiarse de los austríacos. Aunque Mus’ad venía de una familia musulmana, ya tenía razones para no fiarse de cierto austríaco antes de eso.

Por ello, se sentía orgulloso de su equilibrio. Ni necesitaba más ni aspiraba a menos. Sí que veía a gente enganchada a los móviles, que se perdían por un mar de reels, que agotaban, por muy imposible que parezca, el catálogo de plataformas multimedia y que eran castigados con síndrome del túnel carpiano, pero pensaba que él nunca terminaría así. Consciente de los problemas que acarreaban las nuevas tecnologías, intentaba mantener una relación sana con ellas y eso parecía el repelente perfecto para la enfermedad del “ticus”. Al menos, hasta que Sans le regaló las Angyeong Ssangyong.

  • El ticket regalo esta en la bolsa.
  • ¿Qué dices? Me gustan.
  • ¿No hay un mandamiento en el Corán que dice “no mentirás”?
  • Eso es la Biblia. Y no estoy mintiendo.
  • Sólo quería una forma de acercarme más a ti, Mad. Y de que tú puedas tener tu espacio en esa casa de locos.
  • Ya lo sé. – le dio un beso en la frente – Y por eso me gustan.
  • Ni siquiera has abierto la caja.
  • Es que no quiero usarlas hasta haber leído muy bien como funcionan, ya sabes como soy. Y, ahora mismo, no quiero apartar la atención de ti. – se echó lentamente sobre Sans

Mad había visto algún anuncio por la televisión y en las paradas de autobús, siempre con esas excesivamente optimistas canciones de k-pop de las que podía presumir el gobierno de Seúl. No eran las primeras que anunciaban, las de Google fueron las primeras que llegaron a la fama, aunque demasiado prototípicas. Le siguió Apple, con sus caras, aunque elegantes, iGlasses. Amazon no tardó en saltar al ring con unas equipadas con auriculares que te permitían ver series y películas, escuchar música e incluso hacer la compra mientras paseabas al perro. Pero, las de Ssangyong sorprendieron al mundo entero, no solo porque era como si McDonald’s sacara una línea de productos dietéticos, sino porque eran las más avanzadas.

Las Angyeong Ssangyong (la cacofonía del nombre no tuvo tanto éxito fuera de su península de origen, pero te lo pasabas bien intentando pronunciarlo correctamente) tenía las mismas funciones que sus predecesoras, pero no se limitaban a la marca propia. Podías ver la trigésimo cuarta temporada de The Walking Dead y pausarlo para escuchar el álbum, exclusivo de Spotify, del reencuentro de Daft Punk y terminar deleitándote con los mejores memes de Twitter. La novedad que traía era el reconocimiento de las tendencias temáticas que le permitía recoger los intereses personales del usuario y presentarle el contenido más referenciado respecto a sus gustos. Pero no solo eso, sino que ofrecía una inmersión total en la red en cualquier momento del día, estática o dinámicamente. En la práctica, eso significa que podías andar por la calle sin prestar atención a tu alrededor: las gafas reconocían a otros peatones, obstáculos, circunstancias de semáforos… si el cliente tenía un Ssangyong podría incluso conducir con las gafas puestas. Uno solo tendría que preocuparse de cruzarse con alguien conocido y no darse cuenta.

Para alguien que gozaba de salud informática como Mad, un producto tan excesivo como ese, como mínimo, le erizaba el pelo de los brazos. Pero, ¿qué reacción podría tener ante la expectante sonrisa de Sans, aquel por el que su familia ligeramente tradicional le había retirado la palabra temporalmente? A pesar de eso, las gafas descansaron una semana en la mesita de noche de Mad sin que nadie las tocase y eso que cada día se veía más gente por la calle con el Invento del Año. Hasta Sans se compró unas para él mismo.

Alá maldiga a las baterías y su inclinación a consumirse a sí mismas. Cuando una madre ha invitado a sus amigas para invadir el salón, apoderarse de la tele y ver el capítulo final (o al menos eso decían por tercer año consecutivo) de The Love is in the Air y has vuelto a confundir un cargador de esos de los de toda la vida con el innecesario tipo C, las Angyeong Ssangyong parecen el reproductor ideal para ver ese anime que solo quemará más el género, pero aún es pronto para juzgarlo.



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En el texto hay: reflexion, redessociales, cienciaiccion

Editado: 01.10.2021

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