Admitió que me daba un poco de miedo enfrentar a mis padres. Es decir, si fueron capaces de matar a mi hermana, Delilah, ¿qué no me harían a mi?
Lleva a un par de meses evitando tener que verlos. Por supuesto, mi padre llamaba de vez en cuando para saber de mi. No le respondía, así que acudió a June. Él, arrepentido por sus acciones solo les decía que estaba bien. Para que dejara de molestar. Estaba dispuesto a volver a ganarse mi confianza, y salvar nuestra amistad. Incluyendo la suya con Max. A quien le pidió perdón un montón de veces por todo, por ser cómplice de Jeremy, por hacerle creer que yo estaba bien sin él, y por tratar de convencerlo qué se alejara de mi otra vez.
Sinceramente, lo perdone. Y con eso, lo anime a que siguiera adelante en su vida amorosa, insinuando que invitará a Shelly a salir. Ella no lo había hecho, cada quela impulsa a a hacerlo terminaba por irse sin decir nada. Así que, me metí y los ayude un poquito.
Cuando June la invito a salir su rostro se volvió como un tomate, casi nos preocupamos qué hubiera dejado de respirar. Pero luego de medio minuto paralizada, aceptó.
Celeste era otra a la que no quería ver. Con ella si había decidido alejarme por completo. Ella también me había mentido respecto a todo lo que rodeaba. Además, Shelly tenía razón. Si una amiga envidia lo que tienes, no es tu amiga. La envidia no es parte de la amistad. Así que corte lazos definitivamente con ella.
Jeremy... seguía llamando. Solo porque no sabía donde vivía, sino lo tendría fuera de casa armando un escalado. Aunque, a veces me gustaría que se perdiera en el bosque y jamás apareciera otra vez.
Max y yo nos dedicamos a continuar nuestra relación. Habíamos acordado no volver a tocar el tema del accidente, o de mi amnesia. Solo una vez lo hablé con el, Pará aclararle que, al igual que el también llegue a sentir culpa por lo sucedido a mi hermana. Le dije que no tenía que perdonarle nada. Ambos fuimos victimas de las circunstancias. Y de mis padres
Por las noches, dormía aferrado a mi cuerpo con un niño pequeño como si no quisiera que me fuera. Creía que ahora que había recuperado mi memoria, me iría como intenté aquella noche que paso la tragedia.
Le repetía qué no lo haría, que no lo dejaría. Fue mejorando constantemente, pero seguía durmiendo y abrazado a mi todas las noches.
No tenía quejas. Me encantaba dormir con Max. Así que lo dejaba abrazarme toda la noche.
Todo habia regresado a ser lo que era antes de mi accidente. Max y yo visitabamos constantemente a mis abuelos, que ahora estaban de visita con Lenny, y sus padres también, veíamos películas los fines de semana, salíamos en citas y tratamos de no ser una rutina. Me llevo a conocer el bosque por completo, e incluso una vez llegó la primavera fuimos a acampar con Shelly y June. Fue divertido porque los mosquitos me comían viva.
Resultó, que los Lougthy estaban en bancarrota, y la con la supuesta boda aprovecharían para enlazarse a los negocios de mi padre. Por eso papá había se había negado a que me casara con el. Una de las veces que fuimos a la ciudad, vi a Jeremy trabajando como despachador en la heladería donde conocí por segunda vez a Max.
Geniunamente era feliz.
Salvo por el hecho que seguía sin la valentía de enfrentar a mis padres. Con Shelly, Max y June me sugirieron denunciarlos. Pero no podía hacerlo, al final de todo eran mis padres.
Además, sabía que algún día la vida les cobraría todo el daño que nos causaron.
—Podemos irnos si no quieres hacerlo—sugirió Max.
—Es que tengo miedo de que puedan hacernos.
Estábamos en la puerta de la casa de mis padres.
—¿Sabes cual es la ventaja de haber ido a la escuela militar y que mi padre sea general?
—¿Cual?
—Qué me obligan a cargar con esto.
Saco un arma qué llevaba escondía bajo la chaqueta de cuero qué llevaba puesta. Ya sabía de ese objeto. Me había negado a que la llevara con nosotros a cada lugar donde íbamos, me aseguró que solo lo hacía por seguridad. Por que él, más que yo temía qué mis padres pudieran hacerme algo.
—Y que tengo permiso de usarla en caso de ser necesario.
—Esta será la única ves que agradezco que la lleves contigo—volvio a guardarla en su espalda.
Entramos a la gran casota. Siempre me había parecido exageradamente lujosa.
No espere a que nadie viniera a recibirme, ni que nadie avisara que estábamos aquí. Subimos las escaleras lentamente hasta llegar al segundo piso. Parecía que no había nadie en casa.
Instintivamente tomé a Max de la mano, y juntos llegamos hasta la oficina de mi padre. Dude en si debía tocar, pero lo hice. Escuche en pase desde adentro, nerviosa y con el corazón en un puño lo hicimos.
Mi padre se sorprendió de vernos ahí, a ambos.
—Cariño, hace meses que no te veíamos —intento acercarse pero desistió cuando vio que retrocedí.
—¿Donde esta mamá?—pregunte.
Quería terminar con eso lo más pronto posible.
—Debe estar en el dormitorio, ¿quieres que la llame?
Asentí, y el salió en busca de ella.
Le di un repaso ala oficina de mi padre y sonreí. La última vez que estuve en ese lugar fue cuando Max y yo robamos la caja con los documentos para mi abuelo.
Max también debió recordar lo mismo, ya que hizo un comentario al respecto.
—Este luga me ha dejado una buena anécdota para mis hijos.
—¡¿Hijos?!—me altere.
Nunca habíamos hablado de tener hijos.
—Quiero siete
—¡¿Siete?!
El muy desgraciado estaba completamente divertido. Se estaba burlando de mi.
—U ocho. No soy exigente.
—¡No te daré tantos hijos!—exclame alarmada—Ni siquiera hemos hablado de eso nunca.
—Tranquila, estoy bromeando—me abrazo —Aun no es tiempo.
—No, aun no.
—Primero debemos abrir tu propia joyería, yo debo terminar mi doctorado. Tal vez, a los treinta y cinco podamos intentarlo...
—No tan viejos.
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Editado: 01.03.2025