[HYUNJIN]
A la mañana siguiente se me ocurrió una idea, pero no estaba seguro de cómo ponerla en práctica. Si Lim Jaebeom quería a un hombre de familia, eso tendría. Solo tenía que dar con la forma de solventar ese detallito. Sería capaz de hacerlo; al fin y al cabo, esa era mi especialidad, era el hombre de las ideas.
Mi principal problema era el tipo de personas que normalmente había en mi vida. Versiones de mí mismo. Preciosas para contemplar, pero frías, calculadoras y poco interesadas en otra cosa que no fuera lo que yo podía darles: cenas sofisticadas, regalos caros y si habían durado lo suficiente, un viaje a algún lugar antes de darles la patada. Porque siempre lo hacía. En mi caso, también me interesaba lo que ellos podían darme. Lo único que quería era algo bonito a lo que mirar y un cuerpo caliente en el que enterrarme por las noches, una vez que el día acabara. Unas cuantas horas de placer irreflexivo hasta que la cruda y fría realidad de mi vida se asentara de nuevo.
Ninguna de mis conquistas seria el tipo de persona con el que Lim Jaebeom me creería capaz de pasar el resto de la vida. A veces, ni siquiera era capaz de pasar una noche entera.
El Joven Yang llamó con timidez y esperó a que le diera permiso con un grito para pasar. Entró, llevando con cuidado en las manos mi café, que colocó en la mesa.
—El señor Wang ha convocado una reunión en la sala de juntas para dentro de diez minutos.
—¿Dónde está mi bagel?
—He pensado que preferiría comérselo después de la reunión para no ir con prisas. Que yo sepa, detesta comer rápido. Le provoca ardores.
La miré con cara de pocos amigos, contrariado por el hecho de que tuviera razón.
—Deje de pensar. Ya le he dicho que sus conclusiones son erróneas prácticamente en su totalidad.
Miró su reloj de pulsera, un modelo simple de correa negra con una esfera muy sencilla, sin duda comprado en Walmart o en alguna otra tienda normalucha.
—Quedan siete minutos para la reunión. ¿Quiere que le traiga el bagel? Después de tostarlo, le quedarán dos minutos para comérselo en dos bocados.
Me puse de pie y cogí la taza.
—No. Por su culpa, pasaré la reunión con hambre. Si cometo algún error, será culpa suya.
Salí hecho una furia del despacho.
Jackson golpeó con suavidad el cristal de la mesa.
—Atención. Tengo buenas y malas noticias. Empezaré con las buenas. Me alegra anunciar que hemos propuesto a Na Jaemin para que se convierta en socio.
El silencio fue absoluto. Por dentro, solté una risilla. Aunque por fuera actuara como una persona decente, eso no significaba que no aborreciera a ese cabrón mentiroso o que no le guardara rencor a Jackson Wang por lo que me estaba haciendo.
Jackson carraspeó.
—Y las malas noticias. A partir de hoy, Park SungHoon ya no forma parte de la empresa.
Enarqué las cejas. Park SungHoon era uno de los pesos pesados de Wang Inc. No pude contenerme.
—¿Por qué?
Jackson me miró de inmediato.
—¿Cómo dices?
—Que por qué se ha ido. ¿Ha tomado él la decisión?
—No ha… — Jackson torció el gesto. —Según tengo entendido, estaba saliendo con una de las asistentes. —Frunció el ceño. —Ya saben que las normas sobre las relaciones sentimentales entre empleados son estrictas. Que esto sirva de lección.
La empresa era muy estricta a la hora de exigir el cumplimiento de las normas. O las seguías o te largabas. Figuradamente, te cortaban las pelotas y te dejaban como un tonto. La confraternización entre empleados era tabú. Jackson Wang creía que las relaciones sentimentales en la oficina nublaban la mente. Miraba mal cualquier cosa que pudiera distraerte del trabajo o de lo que él consideraba importante. Mi conclusión era que estaba en contra de que sus empleados tuvieran vida fuera de las oficinas de la empresa. Tras echarles un vistazo a los reunidos en torno a la mesa, caí en la cuenta de que todos los ejecutivos eran solteros o divorciados. Nunca me había parado a pensar en el estado civil de mis compañeros de trabajo.
—Y, al hilo del tema, Shin Yuna también nos ha dejado.
No hacía falta ser un genio para saber con qué asistente estaba saliendo Park SungHoon. Shin Yuna era su asistente personal. Qué idiota. Uno no se liaba con una compañera de trabajo, mucho menos con su asistente personal. Por suerte, el mío no me tentaba en lo más mínimo.
Jackson siguió hablando y yo desconecté para reflexionar sobre mi problema. Cuando vi que los demás se levantaban, me puse en pie al punto y salí de la sala de juntas, renuente a ver las palmaditas en la espalda y los apretones de mano que recibiría Jaemin.
“cabrón”.
Entré en mi despacho y me detuve al ver a Minho sentado en el borde de la mesa del Joven Yang, muerto de risa. Ambos alzaron la vista cuando me vieron llegar, pero sus expresiones eran distintas.
Minho seguía riendo, mientras que el Joven Yang parecía constipado.
—¿Qué haces aquí? —exigí saber, tras lo cual le pregunté a mi asistente. — ¿Por qué no me ha dicho que me estaban esperando?
Minho alzó una mano.
—Yi Bo, acabo de llegar. Innie me ha ofrecido un café y la posibilidad de avisarte de mi llegada, pero estaba disfrutando de su compañía más de lo que disfruto de la tuya, así que no tenía prisa. —Me guiñó un ojo. —Es más gracioso que tú, y más guapo. Me gusta charlar un rato con él.
¿Gracioso y guapo? ¿El Joven Yang? ¿Y qué era eso de llamarlo “Innie”?
Solté una carcajada ante semejante descripción.
—A mi despacho. —Ordené.
Minho me siguió y una vez dentro, cerré la puerta.
— ¿Qué haces aquí? Si Jackson te ve…
Negó con la cabeza.
—Relájate. Como si no me hubieran visto antes. Además, ¿Qué pasa si me ve y sospecha algo? Hazlo sudar un poco, hombre.