[HYUNJIN]
A la mañana siguiente, los dos nos comportamos como si nada hubiera cambiado. El Joven Yang me llevó café y un bagel, que dejó con cuidado sobre mi escritorio. Repasó mi agenda y confirmó que tenía dos reuniones fuera de la oficina.
—No volveré antes del almuerzo.
Parecía desconcertado mientras repasaba su cuaderno.
—No tengo nada anotado en su agenda.
—Acordé la cita yo mismo. Asuntos personales. Después, iré directamente a mi cita de las dos. De hecho, no volveré en toda la tarde. Tómese el resto del día libre.
— ¿Cómo dice?
Suspiré.
—Joven Yang, ¿Es que no entiende el idioma? Que se tome el resto del día libre.
—Pero…
Lo fulminé con la mirada.
—Que se tome la tarde libre. —Bajé la voz. —En mi casa a las siete, ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Murmuró él.
—Si necesita algo, relacionado con el trabajo, mándeme un mensaje de texto. De lo contrario, puede esperar.
Él asintió con la cabeza.
—Entendido.
Todo el mundo sabía que en Wang Inc. se controlaban los mensajes de correo electrónico. Como no me gustaba correr riesgos, tenía mi propio móvil, uno cuyo número solo conocían unos cuantos escogidos. Sabía que no tenía sentido preguntarle al Joven Yang si tenía móvil propio, me había dado cuenta de que parecía ir corto de dinero. Pensaba rectificar la situación ese mismo día, junto con otros detalles.
No quería arriesgarme a que Jackson controlase el tráfico de mensajes de texto y de llamadas.
—Puede retirarse. —Lo despaché.
Titubeó antes de sacar un sobre de su grueso cuaderno y dejarlo encima del escritorio. Se marchó sin pronunciar palabra y cerró la puerta al salir. Le di un mordisco al bagel y luego cogí el sobre para abrirlo. Saqué los documentos doblados. Era una lista sobre él. Cosas que creía que debería saber: fechas importantes, colores preferidos, la música y la comida que le gustaban, gustos y fobias generales.
Era una buena idea. Así nos ahorraríamos una conversación muy aburrida esa noche. Escribiría mi propia lista para él, más tarde.
Volví a doblar los papeles y me los metí en el bolsillo de la chaqueta. Me pasaría el día sentado en salas de espera, así tendría algo para mantenerme ocupado.
El Joven Yang llegó a las siete en punto, ni un minuto más ni uno menos. Abrí la puerta, le permití pasar, le cogí el abrigo y lo colgué, todo en silencio. Nuestra relación era muy rígida, muy formal, algo que debía cambiar. El problema era que no tenía ni idea de cómo conseguirlo.
Lo acompañé a la barra de la cocina y le ofrecí una copa de vino.
—He pedido comida italiana.
—No tenía que molestarse.
—Créame, sería una mala idea que yo cocinara. No sobreviviría. —Me eché a reír. —Ni siquiera estoy seguro de que la cocina sobreviviera.
—Me gusta cocinar. —afirmó él con una sonrisilla muy linda en los labios.
Era tan buen punto para empezar como cualquier otro. Me senté y saqué una carpeta.
—He ordenado que redacten un acuerdo esta tarde. Debería leerlo.
—De acuerdo.
—He hecho una lista, parecida a la suya. Puede repasarla. Y tenemos que hablar de lo que hay en ella. Asegurarnos de que los dos estamos al día de los detalles.
Asintió con la cabeza y cogió el sobre que le ofrecí.
Después le di uno más pequeño.
—Su primer pago.
Él se quedó quieto, con los dedos por encima del sobre de aspecto inocente, sin llegar a tocarlo.
—Cójalo. Está todo especificado.
Pese a sus palabras, no lo tocó.
—Joven Yang, a menos que lo acepte, no podemos continuar.
Me miró con el ceño fruncido.
Le di un empujoncito al sobre.
—Es un trabajo, Jeongin. Es su compensación. Así de sencillo. tómelo.
Al final, cogió el sobre, pero ni siquiera lo miró.
—Quiero que presente su renuncia mañana. Con efecto inmediato.
— ¿Por qué?
—Si todo marcha bien, y creo que será así, yo haré lo mismo en breve. Quiero que esté fuera de la empresa antes de que todo estalle.
Se mordió el interior del carrillo, nervioso, en silencio.
— ¿Qué? —Le solté, ya que empezaba a impacientarme por su comportamiento.
— ¿Y si no sale bien? ¿Me dará una carta de recomendación? Tendré que buscarme otro trabajo.
—Ya me he encargado de todo. He hablado con algunos contactos, así por encima, y si no sale bien y me voy de Busan, ya tengo a dos empresas dispuestas a ofrecerle un puesto. No tendrá que preocuparse por buscar trabajo si no quiere. Pero en respuesta a su pregunta, le daré una carta de recomendación estupenda.
— ¿Aunque sea un pésimo asistente personal?
—Nunca he dicho que sea un pésimo asistente personal. De hecho, es bastante bueno en su trabajo.
—Quién lo diría…
Alguien llamó a la puerta y me libré de replicar. Me puse en pie.
—Ya ha llegado la cena. Lea el acuerdo… es muy sencillo. Podemos discutir las condiciones y todo lo demás después de comer.
Al ver que abría la boca para protestar, golpeé la encimera con la mano.
—Deje de discutir conmigo, Jeongin. Vamos a cenar y va a comer. Luego hablaremos.
Me di media vuelta y eché a andar hacia la puerta, exasperado. ¿Por qué le costaba tanto aceptar una simple comida? Iba a tener que acostumbrarse a aceptar muchas cosas para que todo funcionara. Me metí la mano en el bolsillo y toqué la cajita que había escondido. Si titubeaba con la cena, seguro que iba a odiar lo que le tenía preparado para después.
Cenamos en silencio. El Joven Yang leyó el acuerdo e hizo unas cuantas preguntas, que yo procedí a contestar. Titubeó cuando le ofrecí un bolígrafo, pero firmó los documentos y me observó mientras yo hacía lo mismo.
—Tengo dos copias. Una para cada uno. Las guardaré en la caja fuerte del piso, de la que le daré la combinación.