[JEONGIN]
La mañana fue muy tensa para mí, incluso Hyunjin se dio cuenta. Aunque tenía pocos objetos personales en el despacho, lo ayudé a recoger algunos premios, unos libros y un par de camisas que tenía guardadas para las emergencias. Negaba con la cabeza mientras doblaba una y acaricié una de sus mangas. Todas sus camisas estaban hechas a medida, y llevaban las iniciales WY bordadas en los puños.
Un detalle lujoso que solo él era capaz de lucir con soltura. Sus objetos solo llenaron dos cajas de cartón. El despacho era tan impersonal como el piso. Eché un vistazo a mi alrededor y me di cuenta de que no había cambiado mucho. Nadie se daría cuenta, a menos que observara con atención.
Me fijé en una figurita y me puse de puntillas para cogerla del estante.
— ¿Quieres llevártela, Hyunjin?
Clavó la mirada en la figurita, pero antes de poder contestar, la puerta del despacho se abrió de par en par. Era Jackson Wang, que se paró en seco al vernos. Hyunjin estaba apoyado en su escritorio, con la carta de renuncia en la mano, y yo estaba de pie, con la figurita en las manos, junto a una caja abierta. Jackson echaba humo por las orejas.
— ¿Qué mierda pasa aquí?
Hyunjin se apartó del escritorio y se acercó a mí. Me quitó la figurita de las manos, esbozó una sonrisilla desdeñosa, la metió en la caja y luego la tapó.
—Creo que ya hemos terminado, Jeongin. Ve a tu mesa y espérame allí.
Me quedé paralizado. La sensación de sus dedos al acariciarme la mejilla me sacó de mi estupor.
—Cariño. —Murmuró. Su voz sonó muy ronca en mis oídos. —Vete.
Lo miré y parpadeé.
“¿Cariño?”.
¿A qué estaba jugando?
Se inclinó y sentí su cálido aliento en la piel.
—No me pasará nada, ve a tu mesa. Nos iremos enseguida. —Me colocó la mano en la cintura y me dio un empujoncito.
Totalmente confundido, hice lo que me ordenaba. No había dado ni dos pasos cuando Jackson empezó a gritar. Soltó insultos y alaridos, e incluso me cogió del brazo con fuerza desmedida.
Hyunjin lo apartó de un empujón y se interpuso entre nosotros.
—No lo toques, Jackson. ¿Me has entendido?
— ¡Qué mierda! ¿Te lo estás… te lo estás tirando, Hwang Hyunjin? ¿Me estás diciendo que tienes una aventura con tu asistente?
Contuve el aliento, sin saber qué iba a pasar a continuación.
—No es una aventura, Jackson. Estamos enamorados.
Jackson se echó a reír de forma desagradable.
— ¿Enamorados? —resopló con desdén. —Pero si no lo soportas. ¡Llevas meses intentando deshacerte de él!
—Una buena excusa. Una que te tragaste enterita, con anzuelo y todo.
Jackson habló con voz gélida.
—Acabas de firmar tu sentencia de muerte en esta empresa.
Hyunjin soltó una carcajada.
—Demasiado tarde. —Le dio las dos hojas de papel con el membrete de la empresa a Jackson. —Renuncio. Al igual que mi prometido.
Jackson se quedó boquiabierto.
— ¿Tu prometido? ¿Vas a tirar tu carrera por la borda por un trozo de carne? ¿Por un polvo de mierda?
Sucedió tan deprisa que no me dio tiempo a impedirlo. Jackson empezó a vociferar y, en un abrir y cerrar de ojos, Hyunjin estaba de pie sobre su cuerpo tirado en el suelo, con el puño tan apretado que los nudillos se le habían puesto blancos. Lo fulminaba desde arriba, jadeando. Era la personificación de un hombre que defendía algo, o a alguien, a quien quería.
—No vuelvas a hablar así de él, jamás. No vuelvas a hablar de él y punto. Nos vamos hoy. Ya me he hartado de que me jodas, de que me digas de quién me puedo enamorar o cuándo. Ya me he hartado de ti y de Wang Inc.
—Te arrepentirás, Hyunjin. — Jackson escupió y se limpió la sangre de la cara.
—Solo me arrepiento de haber perdido tanto tiempo mientras te ofrecía las campañas más brillantes que han salido de esta maldita empresa. Buena suerte con tu porcentaje de éxitos cuando me vaya. —Retrocedió—. Cariño, recoge tus cosas. Nos vamos. Ahora mismo.
Corrí a mi mesa y cogí la mochila y el abrigo. Las pocas cosas que había recogido de mi escritorio poco antes ya estaban en las cajas de Hyunjin. Me aseguré de que no quedase nada personal en el ordenador y de que mi puesto de trabajo estuviera limpio. Sabía que Hyunjin había formateado su disco duro, riéndose entre dientes mientras lo hacía, y que masculló “Buena suerte, malditos” antes de apagar el ordenador. A saber lo que descubriría el departamento de informática.
Salió del despacho sin hacerle el menor caso a Jackson, que se estaba poniendo verde a gritos y amenazaba con demandarlo mientras le decía que estaba arruinado. Señaló la salida con un gesto de la cabeza y corrí a abrir la puerta antes de seguirlo por el pasillo, con Jackson pisándonos los talones sin dejar de mascullar y de soltar insultos. Otros trabajadores y directivos observaban la escena. Clavé la vista en la espalda de Hyunjin, convencido de que se estaba pavoneando. Llevaba la cabeza muy alta y los hombros erguidos, no sentía la menor vergüenza por el espectáculo que estaba dando.
Cuando llegamos al ascensor, apretó el botón y se volvió hacia la pequeña multitud que nos observaba, sin saber qué pasaba, pero que adoraba el espectáculo de todas formas.
—Ha sido un placer, pero me largo. Buena suerte para los que sigan trabajando para el vampiro que todos conocemos como Jackson. —Las puertas se abrieron y soltó las cajas en el interior antes de extender los brazos a los lados—. Después de ti, cariño.
Entré en el ascensor, muerto de vergüenza. Cuando las puertas empezaron a cerrarse, Hyunjin extendió el brazo y forzó su apertura.
—Por cierto, para que dejen de especular: sí, Jeongin y yo estamos juntos. Es lo mejor que esta empresa me ha dado jamás.
Tras pronunciar esas palabras, me agarró, me pegó a su cuerpo y me besó mientras las puertas se cerraban, bloqueando los jadeos sorprendidos.