Acuerdo de matrimonio ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XIII

 

[HYUNJIN]

El lunes por la mañana, Jeongin me miró como si yo tuviera dos cabezas.

— ¿Que vamos a hacer qué?

Suspiré, doblé el periódico y lo dejé en la encimera.

—No quiero parecer demasiado ansioso, así que le dije a Jaebeom que teníamos algo que hacer esta mañana, él supuso que se trataba de la licencia matrimonial y yo no lo corregí.

Cogió los platos y los llevó al fregadero. Debía admitir que era un cocinero estupendo. No recordaba la última vez que había desayunado en casa sin que la comida hubiera salido de una caja. El día anterior, Jeongin salió con su coche a hacer unos “recados” y cuando regresó, tuvimos que bajar dos veces para subir todo lo que había comprado en el supermercado.

En aquel momento pensé que estaba loco, pero empezaba a cambiar de opinión. La cena de la noche anterior fue pollo preparado de una forma deliciosa y los huevos revueltos que había hecho para desayunar eran espectaculares. Igual que el café. Aprobaba de corazón la compra de la nueva cafetera.

Se dejó caer contra el fregadero y se frotó la cara.

—Vale que le permitas creerlo, pero no tenemos por qué hacerlo.

Negué con la cabeza.

—No. Vamos a hacerlo. Quiero que quede rastro documental. No tenemos por qué casarnos, pero sí vamos a sacar la licencia.

—Hyunjin…

Cogí el cheque que había dejado en la mesa.

—Considéralo un intercambio justo por la donación. —Enarqué una ceja sin dejar de mirarlo. —Por la generosa donación.

Tuvo el detalle de parecer avergonzado.

—Ya te he dicho que no sabía lo que se considera “generoso” en tu mundo. Cuando Irene empezó a hablar del tema, una de las otras mujeres sacó las uñas y soltó que ella no consideraría generosa una cantidad inferior a mil yuan. —Se encogió de hombros. —Antes de darme cuenta de lo que pasaba, me escuché diciendo que tú habías donado cinco mil. Eso la dejó muerta.

—Me lo imagino. Y no pasa nada. Salvo que ahora me debes una, así que vamos a sacar una licencia matrimonial para nuestro matrimonio ficticio.

Vació su taza de café en el fregadero.

—De acuerdo. Voy a arreglarme.

Pasó a mi lado con gesto airado y, como despertó en mí el deseo de verlo furioso, lo agarré por la muñeca y lo senté en mi regazo. Él jadeó e intentó zafarse, pero yo me reí de su vano esfuerzo.

— ¿Quieres que vaya a frotarte la espalda?

—Sí.

—Haré otra donación.

Me dio un codazo en las costillas, algo que consiguió que lo soltara, y se puso en pie trastabillando.

—Hyunjin, ¡Ten cuidado o te llevo conmigo a la protectora y les digo que te castren!

Me eché a reír por lo indignado que parecía y dejé que se marchara refunfuñando algo.

No supe por qué su enfado me hacía tanta gracia, pero así era.

Jaebeom me estrechó la mano y me invitó a tomar asiento a su mesa de juntas privada. Su despacho, al igual que el resto de las oficinas, exudaba riqueza, pero sin ostentación. Los muebles eran de la mejor calidad; las obras de arte, respetables y elegantes. En las estanterías que cubrían una de las paredes, se alineaban más premios y versiones en pequeño de las campañas ganadoras. La necesidad de que una de mis campañas acabara expuesta en ese lugar me quemaba por dentro.

Esperamos hasta que su asistente nos llevó el café y se marchó, cerrando la puerta al salir. Jaebeom me sonrió y cogió una galleta del plato.

—Según me han dicho, estas no están tan buenas como las de tu Jeongin, pero sírvete.

—Me temo que me han malcriado. Las suyas están riquísimas.

Masticó y tragó, tras lo cual se limpió la boca.

—Espero que lo de esta mañana haya sido un éxito.

Me di unos golpecitos en el bolsillo y traté de parecer ufano.

—El papeleo ya está hecho. La licencia estará lista dentro de tres días. —Reí entre dientes. —Ahora solo tengo que convencer a Jeongin de que se fugue conmigo a Las Vegas para hacerlo oficial.

Jaebeom frunció el ceño mientras bebía un sorbo de café.

—Perdóname por lo que voy a decir, pero no creo que tu Jeongin sea de los que se fugan a Las Vegas.

Bebí un sorbo de café para ganar algo de tiempo. No tenía la menor idea de lo que pensaba Jeongin al respecto, pero tampoco podía decírselo. Decidí ir por el lado más tímido de su carácter.

Carraspeé y asentí con la cabeza.

—Tienes razón, no lo es. Pero no queremos una boda grande. Lo haremos algún día de forma íntima. Jeongin es un firme defensor de que todo quede entre nosotros.

— ¿No tiene familia, solo su tía?

—Exacto.

—Irene me dijo que está en una residencia de ancianos, ¿verdad?

Asentí con la cabeza.

—Es muy mayor y no está bien. Jeongin la visita a menudo.

—Ah, qué lástima. —Miró hacia la ventana situada detrás de mí. —Irene y Changbin se han quedado prendados de tu chico.

No supe qué decir. En realidad, no quería hablar de Yang Jeongin, pero parecía que no me quedaba alternativa.

—Suele pasar.

Su sonrisa se ensanchó.

—Entiendo por qué. Es encantador.

—Lo es.

Cambió de tema y golpeó la carpeta que tenía delante.

—He compartido con el equipo tu idea sobre la campaña publicitaria.

— ¿Y?

—Están de acuerdo conmigo. Creen que es genial.

Incliné la cabeza, contento con el halago.

—Me alegro.

Jaebeom se relajó en su asiento y me miró fijamente. Presentí que me estaba juzgando por última vez. Enfrenté su mirada a la espera de que dijera algo.

—Me ha costado años de mucho trabajo y dedicación levantar esta empresa. El trabajo que hacemos significa algo.

Asentí con la cabeza en silencio.

—Es raro que contratemos a alguien de fuera del entorno, Hyunjin. Los que no forman parte de mi empresa llevan con nosotros mucho tiempo. Se convierten en parte de la familia. Aquí en Lim Group cuidamos mucho la familia.



#4169 en Novela romántica

En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 28.07.2023

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