[HYUNJIN]
Era una noche para celebrar. Lo había conseguido. Por fin trabajaba para Lim Group. Me reuní con Jaebeom, firmé el contrato y se quedó encantado cuando le dije que quería empezar a trabajar de inmediato. Mi despacho estaba preparado, así que me presentaron oficialmente a mi asistente, Han Jisung.
Jaebeom había dejado algunas carpetas en mi mesa. Me zambullí en ellas con entusiasmo y anoté detalles preliminares a medida que se me ocurrían distintas ideas.
Cuando me dijo que se iba a celebrar una pequeña reunión después de cerrar la oficina, llamé a Jeongin para avisar que llegaría tarde a casa, de manera que me sorprendió verlo aparecer, nada más y nada menos, con una bandeja de galletas. Tras haber examinado el suculento bufé libre que habían preparado sentí el deseo de poner los ojos en blanco. ¿Cómo se le había ocurrido llevar galletas caseras a un evento semejante? Además, ¿por qué había ido? Yo no le había dicho que lo hiciera.
La respuesta fue evidente al instante. Changbin aplaudió y se acercó corriendo a él.
— ¡Has venido! ¡Y has traído las galletas que te pedí! ¡Eres él mejor! —Changbin procedió a abrazarlo y creó un alboroto por el hecho de que mi prometido acabara de llegar.
Consciente de que debía controlar mi expresión, atravesé la estancia sin olvidar que todos los ojos estaban clavados en mí. Abracé a Jeongin por la cintura y lo pegué a mí. Le acaricié el pelo con la nariz mientras le decía en voz baja:
—Cariño, no me dijiste que ibas a venir. De haberlo sabido, habría bajado a buscarte. —Lo abracé con más fuerza. —Ni siquiera has respondido a mi mensaje de texto.
Él me miró y me percaté de la aprensión que asomaba a sus ojos.
—Changbin insistió en que te diéramos una sorpresa.
—Me asustaba la posibilidad de que, si te enterabas de que iba a venir, te quedaras con ambos. A él y a las galletas. —Bromeó Changbin.
Esbocé una sonrisa al percatarme de su tono travieso.
—Prefiero compartir las galletas antes que compartirlo a él.
Changbin soltó una risilla, y supe que había acertado con el comentario. Se aferró a Jeongin del brazo.
—Sepárense ahora mismo. Mamá quiere ver a Innie otra vez, y yo quiero enterarme de cómo van los planes para la boda. —Se lo llevó casi a la fuerza mientras yo hacía un puchero exagerado, tras lo cual me serví otro whisky. Y cogí dos galletas, eso sí.
Así se desarrolló la tarde. Como si yo no estuviera presente. Fui de grupo en grupo, hablé con Jaebeom, con Jung Jungkook y con Kim Seungmin. Todos se burlaron de mí por intentar hablar de trabajo, e insistieron en que era una reunión social. Jaebeom sonrió mientras me daba unas palmadas en la espalda y me decía que le emocionaba verme tan ansioso, pero que ya llegaría el lunes.
Me enteré de sus planes para el fin de semana, los oí hablar de sus matrimonios y de sus vidas, y me pregunté cómo era posible que alguien estuviera tan unido a otra persona. Parecía que las circunstancias eran similares para todos. Todos miraban a sus parejas con evidente adoración. Tanto almíbar me estaba provocando náuseas, pero seguí el ejemplo y observé a Jeongin mientras se movía por la estancia hablando con la gente, normalmente acompañado por Changbin o por Irene. Parecía la estrella de la reunión. Todos querían hablar con mi prometido. Sus galletas fueron un exitazo y desaparecieron mucho antes de que lo hiciera el resto de los postres.
¿En qué momento empezó a ser más importante que yo? Él era un accesorio. Yo era la estrella.
Siempre era yo quien dominaba las reuniones. ¿Cómo era posible que eso hubiera cambiado? Fruncí el ceño mientras reflexionaba al respecto. La semana anterior sucedió lo mismo. Cuando estaba a mi lado, la gente hablaba conmigo, todos entablaban conversación conmigo. Cuando nos separábamos, se mostraban educados pero distantes. No había conversaciones intrascendentes ni comentarios personales.
Mi tema era el trabajo. Era lo que mejor se me daba. Jeongin aportaba calidez y desenvoltura a las conversaciones. De alguna manera, se las apañaba para que yo les cayera mejor a los demás. Su delicadeza tenía el efecto que yo quería que tuviera.
Era lo que yo necesitaba y, sin embargo, me enfurecía. Porque despertaba en mí la sensación de que lo necesitaba a él.
Y yo no necesitaba a nadie.
Jaebeom rio entre dientes.
—Hyunjin, ya vale. Deja de mirar con esa cara a los de contabilidad. Solo están siendo amables con tu precioso Jeongin. No hace falta que los mires con gesto asesino.
Bajé la mirada. No los estaba mirando a ellos. Había descubierto que estaba molesto con Jeongin, aunque él se limitaba a hacer lo que yo le había pedido que hiciera. Sin embargo, eso lo convertía en el centro de atención, desplazándome en el proceso, y a mi ego no le hacía ni pizca de gracia.
Me obligué a reír.
—Los atrae como la luz a las polillas.
—Es encantador. Tienes suerte, y ya los hemos mantenido separados demasiado. Ve a por tu prometido y come algo.
Me acerqué a Jeongin con una sonrisa que esperaba que fuera real. Él me vio acercarme y, a decir verdad, pareció alegrarse de que lo hiciera. Cuando le tendí la mano, él la aceptó y permitió que lo acercara a mí. Ya había bebido demasiado. Incliné la cabeza para rozarle los labios mientras le decía:
—Cariño, llevas lejos demasiado tiempo.
Él rio entre dientes y me acarició la cara con soltura. Era obvio que se había tomado unas cuantas copas de vino y que se sentía relajado y a gusto entre mis brazos.
—Me preguntaba cuándo vendrías a por mí.
—No te preocupes, precioso, te estaba vigilando. —Enterré la cara en su cuello. Debía admitir que olía de maravilla. Usaba un perfume suave pero masculino, en absoluto abrumador.
Y era cierto, por algún motivo que desconocía, mi mirada lo seguía allí donde estuviera, y lo hacía en contra de mi voluntad.