Acuerdo de matrimonio ❃ Hyunin

♡ :  CAPÍTULO XVII

[HYUNJIN]

Esperé en la cocina, paseándome de un lado para otro mientras me colocaba bien la corbata una y otra vez. El dichoso trapo no se aplastaba por más que lo intentara, como si se me hubiera olvidado cómo hacer un nudo Windsor en condiciones. No se debía a los nervios. No tenía motivos para estar nervioso; Jeongin y yo simplemente íbamos a pronunciar unas palabras, a firmar un documento y a quitarnos de encima el requisito del matrimonio. Otra parte más de mi plan. Algo sencillo. Sin significado alguno.

Le di otro tirón a la corbata de seda. ¿Por qué no se quedaba en su sitio, joder?

—Hyunjin, como le des más tirones, te vas a quedar sin ella. ¿Qué te ha hecho la pobre corbata? —Alcé la vista, sobresaltado. Jeongin estaba en el vano de la puerta y parecía tan nervioso como yo, aunque estaba mucho más guapo.

—¡Vaya!

Llevaba un traje sencillo de color blanco que le ceñía la estrecha cintura y marcaba sus delgadas y redondeadas caderas. La parte superior era un saco cruzado y debajo una delgada blusa que dejaba a la vista su cuello estilizado.

Llevaba el pelo sobre la frente de forma natural, le hacía ver increíblemente atractivo. El tono del traje le sentaba de maravilla, lo miré hacia abajo y nuevamente hacia arriba con aprobación, daba un aire elegante y hasta angelical.

Me acerqué a él y le cogí una mano para llevármela a los labios.

—Estás precioso.

Jeongin bajó la mirada y después enderezó los hombros.

—Gracias.

—No. Soy yo quien debe darte las gracias.

— ¿Por qué?

— ¿Por dónde quieres que empiece? En primer lugar, por haber aceptado este acuerdo. En segundo lugar, por ceñirte a tu palabra, aunque tengas todo el derecho del mundo a mandarme a la mierda. —Extendí un brazo y me enrosqué un mechón de pelo en torno a un dedo. Era suave y agradable al tacto, coloque el mechón tras su oreja en un gesto casi cariñoso. —Y por último, por ser mejor persona que yo. —Añadí con total sinceridad.

Jeongin tenía los ojos brillantes.

—Es lo más bonito que me has dicho desde que nos conocemos.

—Lo sé. No he hecho un gran esfuerzo por dejar de ser un idiota, ¿verdad? —Enfrenté su mirada y me negué a apartar la vista. —A partir de ahora lo intentaré con más ahínco.

Lo vi morderse el interior de un carrillo con fuerza.

—Oye. No hagas eso. —Reí entre dientes al tiempo que le acariciaba la cara con un dedo. —Nada de sangre el día de nuestra boda.

Esbozó una sonrisilla. Me incliné para coger el regalo que le había comprado y le ofrecí el ramillete de flores.

—Son para ti.

— ¡Hyunjin!

—He pensado que te gustarían. —Dije, un tanto avergonzado.

Jeongin enterró la nariz en las flores.

—Me encantan. —Frunció el ceño. — ¿Y tú?

—Me niego a llevar ramo. —Sonreí de forma burlona con la intención de aligerar la seriedad del momento.

Él movió la cabeza mientras sonreía y se acercó a un cajón para buscar algo. Tras mirar el ramo, eligió una rosa que procedió a cortar con cuidado y después me la colocó en el ojal de la solapa. Esos pequeños dedos obraron su magia y me colocaron la corbata en su lugar. Acto seguido, le dio unas palmaditas a la prenda de seda, satisfecho.

—Ya está. Listo.

— ¿Tú estás listo? —le pregunté, con cierto miedo a su respuesta.

—Sí.

Le ofrecí el brazo.

—Pues vamos a casarnos.

Fue una ceremonia sencilla. Los dos solos, con testigos que ninguno conocíamos. Se leyó, se pronunciaron los votos y nos proclamaron marido y esposo. Le puse una delgada alianza, además del solitario, tal y como él me había pedido, y permití que él me pusiera una sencilla alianza de platino.

Me miré la mano, flexioné los dedos y apreté el puño. El contacto del frío metal me resultaba extraño.

Jeongin me miró y le sonreí.

—Ya estoy pillado y marcado, así que supongo que es oficial.

El juez de paz se echó a reír entre dientes.

—En cuanto haya besado al novio.

Incliné la cabeza y nuestras miradas se cruzaron. Le rocé los labios mientras le colocaba una mano en la nuca y lo atraía hacia mí para besarlo con ganas. Al fin y al cabo, estaba en mi derecho. Era mi esposo.

Cuando me aparté, él abrió los ojos, y me sorprendió ver la sincera ternura de su mirada. Su sonrisa también era genuina, y se la devolví de corazón al tiempo que lo besaba de nuevo en los labios.

—Estamos casados, Hyunjin.

No supe por qué me satisfacían esas palabras, pero así era.

—Lo estamos. Y ahora tenemos una cena pendiente con la familia Lim. ¿Qué probabilidad hay de que sea un evento tranquilo?

—Casi ninguna. Pero fuiste tú quien accedió.

—Lo sé. No me lo recuerdes. Vamos a firmar los documentos y después afrontaremos las consecuencias.

—De acuerdo.

Aparcamos frente a la casa. Apagué el motor y miré alrededor.

—No hay más coches.

—Menos mal.

Miré al Joven Yang.

A Yang Jeongin.

Al señor de Hwang.

A mi esposo.

Joder. Me había casado.

— ¿Hyunjin? ¿Qué te pasa? Tienes mala cara.

Negué con la cabeza.

—Gracias. Lo digo en serio, Jeongin. De verdad.

—Lo sé.

—Supongo que no…

—No.

—No sabes lo que iba a decir.

—Vas a intentar que me olvide de mi deseo de escuchar la historia de tu infancia.

—Son las típicas estupideces paternas, Jeongin. ¿Por qué sacarlas a la luz?

—Creo que es importante.

Enterré la cabeza en las manos con un suspiro al oír que me devolvía mis propias palabras.

—Hyunjin, por favor.

—De acuerdo. —Dije, con un resoplido. —Más tarde.

—Esperaré.

—De acuerdo. Así nos quitaremos esta mierda de encima.

Él puso los ojos en blanco sin disimular la impaciencia.



#4169 en Novela romántica

En el texto hay: hyunjin, jeongin, hyunin

Editado: 28.07.2023

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