[HYUNJIN]
Pasar la noche con dos jóvenes tensos y muy nerviosos acabó siendo muy interesante. Changbin mantenía una calma antinatural, algo de por sí desconcertante, pero Jeongin fue la mayor sorpresa. Me había acostumbrado a su actitud callada; sin embargo, esa noche no dejaba de parlotear.
Sin parar.
Le explicó a Changbin los planes que tenía para el salón y para “nuestro dormitorio”; le hizo interminables preguntas acerca de la historia del yoga y preguntas generales acerca de todos los miembros de la familia Lim y del personal de la oficina; y después siguió con cualquier tema que se le pasara por la cabeza.
Habló hasta por los codos. Además, no se sentó en ningún momento. Se movía de un lado para otro, gesticulando para enfatizar sus ideas. Cogió, cambió de sitio y recolocó todos los objetos de la estancia en al menos dos ocasiones. No dejaba de darle palmaditas a Changbin en el hombro para asegurarse de que estaba bien, y me cambió la compresa fría que tenía en el cuello cada veinte minutos. No creo que llegara a la temperatura ambiente en ningún momento. Mientras lo tenía a mi espalda, parloteando, tuve que admitir que me gustaba bastante la forma en la que sus dedos me masajeaban la nuca o cómo me apoyaba la cabeza en su abdomen mientras me acariciaba el pelo. Esas caricias me relajaron tanto que el dolor de cabeza empezó a remitir pronto pese a la cháchara.
De todas formas, su comportamiento me resultaba desconcertante. Incluso Changbin me miró con una ceja enarcada en más de una ocasión. Tras asegurarme de que Jeongin no podía oírnos, me encogí de hombros y le di la única excusa que tenía sentido para mí.
—A él tampoco le gustan las tormentas.
Mi explicación pareció satisfacer su curiosidad.
A eso de las diez, la tormenta amainó un poco y los truenos se espaciaron bastante, alejándose, aunque la lluvia seguía golpeando los cristales.
Changbin se puso en pie.
—Voy a ponerme los auriculares, a subir el volumen de la música y a cubrirme los ojos con un antifaz. A lo mejor consigo quedarme dormido antes de que la tormenta arrecie de nuevo.
Jeongin también se levantó.
— ¿Seguro que vas a estar bien? Puedo dormir en el diván para que no estés solo.
Changbin negó con la cabeza y lo besó en la mejilla.
—Estaré bien. Saber que están al otro lado del pasillo me calmará. No puedo estar solo, nada más. Normalmente, mis padres se quedan conmigo si Seungmin no está. Jennie y Jungkook están tan liados con su bebé que detesto molestarlos. Han sido mi salvación esta noche. —Se inclinó y me besó en la mejilla. —Gracias, Hyunjin. Sé que ya estás harto de verme en el trabajo. Te lo agradezco de verdad.
—Sin problemas.
—Si me necesitas, solo tienes que venir a buscarme. —Se ofreció Jeongin.
—Intentaré no hacerlo.
Subió las escaleras, dejándonos a solas a Jeongin y a mí. Analicé su lenguaje corporal. Decir que estaba tenso era quedarme muy corto. Si se tensaba un poco más, sería él quien acabase con dolor de cabeza.
—Oye…
Se sobresaltó y me miró con los ojos como platos.
— ¿Qué pasa?
—Nada. ¿Por qué lo preguntas?
Resoplé.
—No has parado en toda la noche.
Siguió revoloteando por la habitación, ordenando unos documentos que ya estaban más que ordenados, apilando los periódicos que yo intentaba leer y recogiendo los vasos para llevarlos a la cocina.
—No sé a qué te refieres. ¿Tienes hambre?
—No.
—Puedo prepararte un sándwich.
—No.
— ¿Quieres café? He comprado descafeinado. ¿O mejor una tostada o algo así? No has cenado mucho.
—Jeongin. —Le advertí, con un deje impaciente en la voz.
Soltó los vasos que tenía en las manos.
—Me voy a la cama.
Salió corriendo escaleras arriba, dejándome más confundido si cabía.
Lo seguí poco después, aunque dejé un par de luces encendidas por si Changbin necesitaba levantarse y moverse por el piso. Lo único que me faltaba era tener que llamar a Seungmin para decirle que su esposo se había caído por las escaleras de noche y que había tenido que llevarlo al hospital. A Jaebeom y Irene tampoco les haría mucha gracia.
La lluvia estaba arreciando y la tormenta cogía fuerza de nuevo. Me pregunté si alguno de los tres conseguiría dormir durante esa extraña noche.
Una vez arriba, entré en mi dormitorio y cerré la puerta. El bultito que vi debajo de la ropa de cama me recordó que no dormiría solo esa noche. Jeongin estaba acurrucado bajo el edredón, pegado al borde del colchón todo lo que le era posible sin caerse al suelo. De repente, entendí su extraño comportamiento.
Íbamos a compartir cama esa noche y estaba nervioso. Una extraña sensación me abrumó, ternura.
Mientras lo observaba esa noche, me había dado cuenta del alma tan bondadosa que debía de tener.
Había perdido a sus padres, había sobrevivido a lo que no me cabía la menor duda de que fue una época espantosa después de su muerte, aunque no me había contado muchos detalles. Nunca hablaba de la época en la que vivió en las calles, un tiempo que debió de ser espantoso. Me soportaba, cuidaba a ChaeWon y no dudaba a la hora de ayudar a un amigo, aunque tuviera que alterar toda su vida para hacerlo… y todo lo hacía con una sonrisa cariñosa. Era increíble.
Encontré unos pantalones de pijama y una camiseta. Prefería dormir en bóxer, pero no quería incomodar todavía más a Jeongin. Después de cambiarme, me metí en la cama a su lado y esperé a que dijera algo. Me recibió el silencio.
Me incorporé sobre un codo y miré por encima de su hombro al tiempo que le apartaba el pelo de la cara, pude ver que llevaba un ligero pijama de camiseta y short cortos en tono gris. No habló ni se movió, y mantuvo los ojos cerrados con fuerza. Sin embargo, su pecho se agitaba demasiado deprisa para estar dormido. Me incliné sobre él y le hablé al oído.