[HYUNJIN]
Una vez en el pasillo, Irene nos cortó el paso. Me miró con el ceño fruncido.
—Lo he oído desde la puerta, Hyunjin.
—Muy bien.
—Me he enterado de casi todo.
Bajé la mirada, ya que la suya era demasiado intensa como para sostenérsela.
—Me has mentido. Le has mentido a mi familia.
—Sí.
—Y Jeongin también.
Levanté la cabeza enseguida.
—Porque lo obligué, Irene. Detestaba hacerlo. Detestaba tener que mentir desde el principio, pero en cuanto los conoció, lo detestó con todas sus fuerzas. —Di un paso hacia delante. — Lo hizo para asegurarse de que ChaeWon recibía los cuidados necesarios y que tuviera un hogar seguro. Se… se encariñó de ti, de todos ustedes, y esta farsa lo estaba carcomiendo. —Me aferré la nuca y masajeé los músculos en tensión. —Creo que es el principal motivo de que se haya marchado. Ya no soportaba más mentiras.
Irene se puso de puntillas y me dio un tironcito en el brazo. Me solté la nuca y le permití que me cogiera la mano.
— ¿Todavía era todo una mentira cuando se fue?
—No. —Respondí. —Lo amo. Estoy perdido sin Jeongin. —Miré a Jaebeom y luego a ella. —Por eso tenía que contarles. Necesito hacer borrón y cuenta nueva, independientemente de lo que suceda. Necesito que comprendan que la culpa es solo mía. No de él. Si me voy de la ciudad y él vuelve, espero que lo perdonen. No tendrá a nadie.
Irene sonrió.
—Has madurado, Hyunjin. Antepones el bienestar de Innie a todo lo demás.
—Debería haberlo hecho desde el primer momento.
Me dio un apretón en la mano.
—Busca a tu esposo. Cuéntale la verdad. Creo que te darás cuenta de que no eres el único que anda perdido.
Sentí una opresión en el pecho. Quería creer… quería creer que él también estaba enamorado de mí.
Que había huido porque necesitaba averiguar cuál sería el siguiente paso. Tenía que encontrarlo para hacerle ver que no tenía que darlo él solo.
—Es lo que quiero.
Jaebeom habló en ese momento.
—Pues trabaja para conseguirlo. Gánatelo. Pon en orden tu vida personal. Cuando lo hagas, ya hablaremos de tu vida profesional. A partir de este momento, estás de vacaciones hasta que volvamos a hablar. No estás despedido, pero tu futuro queda en el aire.
—Lo entiendo.
Esperaba que me despidiera en el acto. Que me echara a patadas de su casa. Daba igual el resultado o lo duro que fuese, una discusión en el futuro era más de lo que merecía.
—Gracias. —Dije con sinceridad.
—Te llevo a casa.
Lo seguí al coche mientras pensaba que, sin Jeongin, ya no era mi casa. Era el lugar donde dormía. Allí donde él estuviera en ese momento era mi casa. Junto a él. Tenía que encontrarlo y llevarlo de vuelta.
Solo entonces volvería a ser un hogar.
Después de que Jaebeom me dejara en casa, deambulé por el apartamento sin saber por dónde empezar.
En la mesita auxiliar estaba la carpeta con las muestras de color de Jeongin y las ideas para remodelar el piso. Había añadido la lista para mi dormitorio, y en sus bocetos se incluían la redistribución de los muebles y el cambio de color de las paredes. Tenía mucho talento. Me había dado cuenta, pero nunca se lo había dicho, aunque debería haberlo hecho. Tendría que haber compartido con él muchos pensamientos.
Dejé la carpeta en la mesita auxiliar. Cuando lo recuperase, hablaríamos de todos los cambios que quisiera hacer en nuestro dormitorio. Podría hacer lo que quisiera con todo el apartamento; mientras él estuviera allí, bienvenidos fueran los cambios.
Pero lo primero era encontrar a mi esposo.
Fui a su dormitorio y saqué una caja del estante que había en el armario. Sabía que contenía documentación legal de ChaeWon y de él. Me senté en el diván y abrí la carpeta, desterrando el sentimiento de culpa. Eran sus objetos personales y tenía la sensación de que no debería revisarlos sin su permiso.
Sin embargo, no me quedaba alternativa.
Una hora más tarde, lo devolví todo a la caja mientras la cabeza me daba vueltas. Jeongin era realmente bueno con la contabilidad. Acababa de comprobar lo cerca del umbral de la pobreza en que había vivido. Que cada centavo que había ganado lo destinaba a ChaeWon y a su cuidado. Había comprobado cómo los gastos aumentaban muchísimo mientras que sus ingresos apenas lo hacían. Había reducido sus gastos personales al mínimo, se había mudado a un sitio más barato y había gastado lo imprescindible en el día a día. Al recordar cómo lo había tratado en la oficina, lo que había tenido que aguantar a diario, cómo me había burlado de sus escasos almuerzos… me sentí fatal. La vergüenza, punzante y abismal, me abrumó al pensar en todo lo que había hecho, en cómo le había hablado. El hecho de que lo superase, de que me perdonase, era un milagro.
Cerré la caja. Aunque ya sabía más cosas de su vida y del amor incondicional que había sentido por ChaeWon, la caja no contenía pistas acerca de su paradero.
Saqué las dos cajas sin abrir de la parte inferior del armario y las revisé en busca de pistas. Sin embargo, horas más tarde, me aparté, derrotado. Contenían varios objetos personales: proyectos escolares, boletines de notas, algunos objetos coleccionables, unas cuantas fotos familiares y recuerdos de su época de adolescente. Eran recuerdos que significarían mucho para él, pero que para mí no significaban nada y que no contenían nada que pudiera llevarme hasta él.
Lo devolví todo a las cajas y me levanté, cansado pero decidido. Eché un vistazo por la habitación antes de empezar a revisar los cajones, las estanterías y el cuarto de baño. Repasé las fotografías que había en los estantes, examiné los objetos decorativos y acaricié los lomos de los libros. Dudaba mucho de que su lectura preferida me diera pistas.
Apagué la luz y bajé las escaleras. Me serví un whisky y me sorprendí al darme cuenta de lo tarde que era. Me fui a la cocina, pero no tenía hambre. Cogí una manzana y la mordisqueé mientras me sentaba frente a la barra. Mi mente lo recordó en la cocina, preparando una comida impresionante. Recordé su risa y cómo se burlaba de mí cuando protestaba porque la cena estaba tardando mucho.