[HYUNJIN]
Levanté la cabeza y entrecerré los ojos en la oscuridad silenciosa. Estábamos sentados, abrazados el uno al otro, ya que ambos necesitábamos el contacto. No sabía cuánto tiempo llevábamos así, pero había pasado el suficiente para que se hiciera de noche.
—Tengo que echar más leña al fuego. —Susurré. —Se va a apagar.
—Me gusta donde estás, estoy muy calentito.
Me eché a reír y lo besé en la cabeza.
—Pero vamos a tener que movernos.
—Podría preparar algo de comer.
—Tengo que buscar un sitio donde quedarme.
Se quedó helado.
— ¿No te vas a quedar aquí?
Le tomé la cara entre las manos con mucha ternura y lo besé en los labios.
—Quiero hacerlo, pero no quiero presionarte.
—La cama es de matrimonio.
Lo miré con una ceja enarcada.
—Es pequeña para nosotros. Supongo que tendré que acurrucarme contigo. Es un sacrificio que tendré que hacer…
Esbozó una sonrisa.
—Supongo que sí.
—He echado de menos dormir acurrucado junto a ti. He echado de menos tu calidez y tu olor.
—En ese caso, supongo que será mejor que te quedes.
—Supongo que sí. —Hice una pausa, ya que tenía que hacerle la pregunta que llevaba rondándome la cabeza durante varios días. —Tengo que preguntarte algo, Innie.
Me acarició la barbilla con los dedos.
—Me gusta que me llames así.
Le pellizqué la nariz.
—Bien, porque me gusta llamarte así.
Adoptó una expresión seria al punto.
—Bueno, ¿Qué querías preguntarme?
Cambié de postura, muy incómodo.
—La víspera de que te fueras. La noche que hicimos el amor.
— ¿Es lo que hicimos?
—Sí. —Contesté con firmeza. —Lo fue.
— ¿Qué pasa con esa noche?
Fui al grano.
—No me puse preservativo. ¿Hay alguna posibilidad de que estés embarazado?
Negó con la cabeza y expresión avergonzada.
—Cuando era joven, tuve muchos problemas debido a…—Una mueca se formó en sus labios rojizos dejándome claro que no era algo que le gustase recordar. — Desnutrición, desarrolle problemas hormonales durante parte de la adolescencia y los médicos dijeron que embarazarme iba a ser difícil para mí.
—Ah. —Suspiré, una mezcla de alivio y tristeza al pensar en un pequeño Jeongin viviendo en la calle.
—No te preocupes, Hyunjin. —Apartó la vista. —Sé lo que opinas acerca de tener hijos.
La tristeza de su voz me dolió, de modo que le coloqué una mano en la barbilla y lo insté a mirarme.
—Una vez me dijiste que, si quería a la madre, querría al hijo. Creo que, tal vez, tengas razón.
— ¿Eso quiere decir que quieres tener hijos?
Me removí, inquieto, sin saber cómo contestar.
—Todo es muy nuevo para mí. Nunca había imaginado que podría querer a alguien. Apenas consigo asimilar que esté tan enamorado de ti, que no sea capaz de funcionar sin ti. Has derribado todo lo que tomaba como la verdad absoluta. Te necesito. Te amo. —Meneé la cabeza con una sonrisa burlona. —Supongo que lo lógico es suponer que mi actitud ante los hijos también cambiará.
— ¿Es algo de lo que podríamos hablar… más adelante?
—Sí. Aunque me gustaría disfrutar de ti un poco más de tiempo. Quiero tenerte para mí solo una temporada. Quiero conocerte, por entero, y que tú me conozcas a mí.
—Creo que es lo más sensato.
—Vas a tener que ayudarme, cariño. No sé nada de niños. Pero nada de nada. La idea de meter la pata con uno tal como mis padres la metieron conmigo me da muchísimo miedo si te digo la verdad.
Ladeó la cabeza y me miró fijamente.
—Hwang Hyunjin, consigues todos los objetivos que te propones con creces. ¿De verdad crees que te dejaría fracasar como padre?
Sentí la sonrisa que afloró a mis labios.
—Supongo que no, no.
—No va a pasar. Saber que estás dispuesto a hablar del tema es un paso enorme.
— ¿Estás seguro de que no estás embarazado?
—Sí, segurísimo.
—Muy bien. En ese caso, supongo que ya hablaremos del tema… en el futuro.
Asintió con la cabeza.
—En el futuro.
Metí la mano en el bolsillo y saqué sus anillos.
—Mientras tanto, quiero que te los vuelvas a poner. Los quiero en tu dedo. —Le cogí la mano. —Sé qué crees que no significaban nada, Innie, pero lo significan todo. Significan que eres mío. —Le señalé el dedo. — ¿Puedo?
Asintió con la cabeza. Le quité el anillo de diamantes y se lo puse en la mano derecha, tras lo cual le puse la alianza y el solitario en la mano izquierda. Incliné la cabeza y besé los anillos.
—Ahí es donde tienen que estar.
—Sí.
Cogí mi abrigo de la silla y saqué el pliego de documentos del bolsillo interior.
— ¿Qué es?
—Nuestro acuerdo… las copias de ambos.
—Oh.
—Ya no significa nada, Innie. Dejó de tener sentido hace mucho. Es hora de librarnos de él.
Los levanté y los rompí por la mitad. Llevé los trozos a la chimenea y los tiré al fuego. Vi cómo los bordes se ennegrecían y se doblaban, cómo las llamas devoraban el papel hasta reducirlo a cenizas. Jeongin estaba a mi lado y lo observaba todo en silencio.
Le rodeé la cintura con un brazo.
—El único documento que hay entre nosotros en este momento es el certificado de matrimonio. A partir de hoy, es lo que nos une.
Me miró con expresión muy tierna.
—Me gusta.
—A lo mejor, en cuanto las cosas se calmen, podrías casarte conmigo de nuevo.
Le brillaban los ojos.
— ¿De verdad?
—Sí. Tal vez en algún lugar más bonito que el ayuntamiento. Me gustaría ofrecerte la boda que te mereces.
—La verdad es que me gustó nuestra boda. Me gustó bailar contigo.
— ¿En serio?
Asintió con la cabeza.
—Fuiste muy amable.
—Te prometo que seré mucho más amable a partir de ahora. Quiero ser el hombre que te mereces.