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Creí que viviría en este pueblo el resto de mi vida, conseguiría un buen esposo, compraríamos una casa bonita con un jardín grande para el perro y los hijos que tuviéramos. Pero ese deseo se terminó cuando cumplí 18 años, me estaba sofocando todo se hacía más pequeño a cada minuto.

         Pero nunca he podido salir de aquí, bueno realmente nunca lo he intentado me asusta lo que puede haber afuera, toda mi familia nació, creció, reprodujo y murió en el pueblo porque debería ser la oveja negra que arruine una tradición tan importante para ellos.

         Ya pasaron varios días desde mi fiesta de cumpleaños que sirvió para presentarme como toda una mujer al resto del pueblo, con especial énfasis a los hombres de mi edad pero el único que me importa es Valentín, es mi amor desde que lo vi en la iglesia. Estudia en otro pueblo, en una universidad privada es dos años mayor que yo y su padre quiere que sea el mejor abogado de esta pecera.

         Jamás se había fijado en mí, bueno un par de miradas, platicas sin importancia, pero siempre pasaba más tiempo con otras chicas. En mi fiesta me pidió bailar y fue el momento más feliz de todos, creí que me había enamorado, por primera vez, en ese momento la tradición familiar de nacer, crecer, reproducirme y morir en el pueblo sonaba como un sueño perfecto. Aunque claro quien se enamora después de un baile, alguien que idealiza todo, yo.

Pero entonces lo vi, no a él, sino a un forastero que gustaba de deambular por los caminos que parecían no decir nada, pero para él lo eran todo.

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ZERIMAR ANELEH