Adán

Capítulo 11 Confesión....

Una vez capturado, el archivero de las llaves fue introducido bruscamente en el vehículo. Adán 1 tomó el volante, mientras, por precaución, encadenaban al archivero para inmovilizarlo por completo. El plan era claro: regresar al hotel para el interrogatorio y continuar con la misión. Pero apenas el coche se puso en marcha, la voz del archivero rasgó el silencio con una risa estridente.
"¡Miren, jajajajajajaja! ¡Quiénes han venido a buscarme!", exclamó, una burla despectiva en su tono. "Lo que el miedo y la furia logran... unir a las tres personas más desiguales del mundo: a un perfecto asesino, a un maniático y a un 'genio'". La última palabra la pronunció con un énfasis hiriente, casi un escupitajo.
El científico, con la voz tensa, replicó: "Tú no me conoces aún, niño..."
"Jajajajajajaja", se carcajeó el archivero, su confianza inquebrantable a pesar de las cadenas. "¿Crees que no te conozco? ¿Crees que no sé por qué saliste de la Organización? No fuiste capaz de responsabilizarte por lo que hiciste o quisiste crear. Sé perfectamente quién eres y debiste pagar por tus pecados, anciano..."
El científico musitó, su voz apenas un hilo: "Ah... ¿Lo sabes? ¿Y qué querías que hiciera? ¿Quitarme la máscara y ser el de antes? ¿Eso era lo que deseabas, ver al antiguo yo? Pero salí de ahí para no ensuciarme más. Ya no quiero más sangre en mis manos..."
El archivero no perdió el ritmo, su tono más oscuro ahora. "O tal vez ya no tenías la fuerza para verlo a los ojos... o tal vez él ya no podía ver nada...", insinuó, y Adán 1 y Número 2 se miraron, sorprendidos por la audacia del comentario. "Sí, yo sé cuál fue la verdadera razón de tu salida. Quisiste reparar algo que tú mismo dañaste, y lo dejaste peor, ¿verdad? Recuerda que yo tengo toda la información de la Organización y, por supuesto, leí tu caso, mi querido científico. No puedes fingir ser bueno con tantos pecados colgando de tu espalda, mi querido anciano..."
El habitáculo, a pesar de su discreción, se sentía sofocante. El bullicio festivo del carnaval se desvanecía por el retrovisor, reemplazado por una tensión cortante. El archivero, antes una sombra en el mundo de la tecnología, ahora irradiaba una nueva confianza, un narcisismo que lo transformaba. Sus ojos, antes huidizos, los desafiaban, recorriendo a Adán 1, a Número 2 y finalmente al científico con una mezcla de desprecio y superioridad.
"¿Así que... los fantasmas del pasado regresan?", la voz del archivero era más profunda de lo que Número 2 recordaba, un eco resonante de su nuevo estatus. Se acomodó, los grilletes en sus muñecas no parecían inquietarle. "Creí que la Organización había limpiado bien mi rastro de migajas una vez que mi 'amigo' Número 2 me dejó aquí... Pero veo que subestimé su capacidad para... reciclar talento". Su mirada se posó un instante en Número 2, sin el menor atisbo de reconocimiento. Era como si el hombre que conoció en las favelas, el que lo dejó bajo la protección de la guerrilla, nunca hubiera existido.
Número 2 sintió una punzada, una mezcla de irritación y algo más. Este no era el "amigo" al que le debía un favor. "Parece que la memoria te falla, archivero", espetó. "O quizás los años de ser un 'dios' de una favela te han vuelto senil".
El archivero rió, un sonido hueco. "Los años me han enseñado que la verdadera sabiduría reside en saber a quién servir, y a quien manipular. Y tú, Número 2, siempre fuiste predecible. Una herramienta, al fin y al cabo, como todos". La palabra "herramienta" resonó con una burla familiar, una que Adán 1 había escuchado muchas veces de boca de los Herodes.
Adán 1, que había observado en silencio, intervino. Su voz era un hielo cortante. "No estamos aquí para charlar sobre tu transformación, archivero. Queremos los cofres de piedra. Queremos la ubicación de los pilares".
El narcisismo del archivero pareció crecer. "Ah, los pilares. Ese pequeño secreto que los Herodes guardan con tanto celo. ¿Creen que es tan simple? ¿Que solo con tirarme en su regazo les entregaré las llaves del reino?" Se inclinó hacia adelante, su sonrisa una mueca. "Soy el único con acceso a la red de información más intrincada del mundo. La guerrilla confía en mí, me adoran como a su salvador. Y la Organización... ellos me necesitan. ¿Creen que los dejaré tirar todo por la borda por un par de asesinos renegados y un científico senil que jugaba a ser Dios?". Sus ojos se posaron en el científico con un desprecio apenas disimulado.
"¡Hijo de puta!", masculló Número 2, golpeando el auto, sus manos apretadas en puños.
El científico, sin embargo, permaneció impasible, sus ojos fijos en el archivero. "Tu soberbia te ciega, muchacho. Conocemos tus programas. Sabemos cómo desenterrar esa información. Pero nos ahorrarías tiempo y... daños colaterales... si cooperas. La Organización te descartará, créeme. Nadie somos indispensables, y nunca lo fuimos".
El archivero torció el gesto. "Indispensable o no, no soy un soplón. No venderé a quienes me dieron un hogar y una familia, incluso si esa 'familia' es una guerrilla. Me salvaron cuando la Organización me dejó solo en un país extraño sin saber qué hacer o cómo cuidarme en un lugar tan peligroso. No, mis lealtades son claras. Y la tuya, científico, es la más turbia de todas. ¿Qué te impulsa, eh? ¿Remordimiento? ¿O miedo al destino de que todos sepan qué es tu 'proyecto fallido'?"
La mención del "proyecto fallido" golpeó al científico como una bofetada. Su rostro se contrajo, una ira antigua encendiéndose en sus ojos normalmente controlados. Adán 1 notó la reacción, la punzada de dolor que atravesó el rostro del anciano. El misterio que rodeaba al científico se hizo aún más denso.
"No te atrevas a hablar de lo que no entiendes", siseó el científico, perdiendo por un instante su compostura.
El archivero sonrió, una sonrisa de conocimiento. "Oh, sí entiendo. Y no solo entiendo, científico. Lo sé todo. Sé lo que escondes bajo esa fachada de redentor. Sé por qué el 'fallido' realmente se convirtió en una catástrofe, y por qué tú, de todos, fuiste el encargado de 'desactivarlo'. ¿Crees que ellos no lo registraron? ¿Que no guardaron cada grito, cada experimento fallido? Los expedientes de la Organización son mi vida, y tu oscuro pasado está tejido en sus profundidades. ¡Si ellos supieran lo que en verdad buscas, no solo la caída de los Herodes, sino la liberación de algo que crees que aún puedes salvar, algo que te persigue cada noche!" Sus ojos brillaron con malicia. "Por un lado, tengo una guerrilla devota; por el otro, la Organización querrá su libra de carne de los tres traidores".
El científico lanzó una mirada brusca hacia el archivero, pero Número 2 lo contuvo con un firme "Cálmate, científico". Adán 1 observaba la escena, la intriga creciendo en su mente. ¿De qué demonios hablaban estos dos? El científico tenía secretos, secretos profundos que el archivero estaba usando como armas, secretos que prefería mantener lejos de los oídos de sus aliados.
"¿Crees que tus secretos se irán conmigo a la tumba?", continuó el archivero, su voz ahora un susurro venenoso. "Y con ellos, su 'campaña' es una fantasía de borrachos en el carnaval. Porque la verdad, científico, es que no tienes idea de lo lejos que la Organización está dispuesta a llegar para proteger sus 'activos'. Y si la verdad saliera a la luz, ¿quién confiaría en ti, después de lo que le hiciste a... esa cosa?" El archivero se detuvo, dejando la frase abierta, el peso de la insinuación colgando en el aire.
El impacto de la última frase resonó en el pequeño espacio del vehículo. El científico palideció, y su mirada cruzó la de Adán 1 y Número 2, cargada de una desesperación silenciosa, un ruego mudo para que no escucharan más. La situación estaba estancada. La confianza y el narcisismo del archivero, alimentados por su nueva posición y el resentimiento hacia sus captores, lo hacían una muralla infranqueable. La tensión en el vehículo era un presagio de la tormenta que se avecinaba, no solo con la guerrilla, sino dentro de su propia, frágil alianza.



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En el texto hay: misterio asesinato drama

Editado: 04.09.2025

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