TERCERA PARTE
PARA LEER EN DÍAS DE ECLIPSE
LA DISTANCIA
Ella está sola. A veces por su falta de contenido dado que nada ocurre en ella. Solo ideas, cartas, metáforas y sueños, deambulan en su gran vacío, tristes, opacos o felices llenos de colores y aromas.
Es recurrente en las historias de enamorados, claro que en Hollywood siempre tienen un final feliz. Nunca cuentan a quién le toca lavar los platos, hacer las camas, soportar los comentarios irónicos de las madres o de las suegras o pelearse con los clientes del “laburo” todos los días.
En otras oportunidades, es tomada como inspiración, claro que en realidad lo que genera, es que los sentimientos florecen. También incluye a las angustias, la nostalgia y las tristezas; es ese arriesgarse a que el archivo de la memoria atraiga algo suculento para el manjar de las hojas en blanco de un escritor hambriento. De esos que se refugian en su historia y, cuando terminan de escribir, las penumbras lo invaden, por eso algunas veces se los suele ver, solitarios o algo tristones.
Es también el sueño de muchos. La idea de viajar por otros países deslumbra. Conocer gente nueva, extraña, sofisticada, rebelde. Pero luego surgen las ganas de compartirlo; claro que jamás van a reconocerlo, dado que se presume una debilidad, y eso se hace impensable.
Hay casos en que se torna en apariencia obligatoria, por razones de trabajo, en búsqueda de un mejor pasar, para las fiestas con familiares lejanos. Es sólo en “apariencia” obligatoria. Tanto en los casos que mencionamos como en los que a usted se le ocurra, uno es siempre el que decide. No se puede llorar de tristeza cada vez que surge un viaje de trabajo, ni llenarse de culpa por dejar a sus seres queridos, dado que quien decide trabajar en eso, también puede no aceptarlo. ¿El trabajo no abunda? Si lo mandan en representación de su empresa es porque algo bueno tiene, por lo que seguramente podría cambiar de actividad, aunque sea resignando un poco de sueldo ¡pero diciéndole adiós a la tristeza! Digo, cada uno arma su escala de valores.
Algunos dicen que la pareja la necesita. Es fundamental que cada uno tenga su espacio en el mundo, su independencia. Claro que allí es utilizada, para luego ser olvidada al final del día y reencontrarse con un abrazo, en la anécdota de lo ocurrido, a la cena, en las actividades de los niños y en esos segundos antes de irse a dormir. Más deseada cuando uno es joven. Viaje con los amigos del club, viaje de egresados de la primaria y de la secundaria, irse a dormir a la casa de los abuelos, de vacaciones con amigos, de mochilero, de vacaciones con la familia de su pareja.
Todas excusas muy divertidas por esa necesidad, ese deseo, ese sueño de manejarse libremente y alcanzar cada vez latitudes más lejanas. El momento de su máxima gloria es cuando finalmente se deja el nido. Irse a vivir solo es tan necesario como respirar. Allí el ser toma consciencia de lo que necesitaba de ella. Llegar de la tarea cotidiana y poder escuchar el deseado silencio… sólo ella lo permite.
Es nuestra protagonista. Muchas veces deseada, otras maltratada, algunas odiada y otras, exagerada.
HÁBITAT 1.
El llanto de los animales
¡No sé qué se creen! ¡Afuera, animales! Esta es mi casa, este es nuestro centro comercial y nadie nos va a sacar de acá. Tengo un contrato de alquiler certificado ante escribano que dice que esto es mío por dos años, acá está ¡Mírenlo si quieren! ¡Y ustedes me espantan la clientela! Años de esfuerzo, de trabajo, para juntar moneda tras moneda, todos mis ahorros están puestos en este local. Para trabajar con dignidad, vendiendo el producto que hago con mis manos, que aprendí de mis padres. Dulces de arándonos, de frambuesas, de frutillas, de duraznos y demás frutos. Todos productos artesanales, provenientes de granjas orgánicas ¡No me vengan con que no cuido el medio ambiente! Justo a mí, no. El mejor producto vendido directamente a mis clientes, sin intermediarios. No van a venir ustedes, con esa cara de lástima, a pedirme los restos de mi producción. Y no se queden mirando perplejos, sin reacción ¡Váyanse de una vez! ¡Dejen de invadirnos! Hacen sus porquerías por todos lados, dejando ese olor nauseabundo. Hay gente que no viene porque les tiene miedo. Y no es para menos, si siempre andan en manada, agitando sus palos por encima de sus cabezas ¿Nos amenazan? Déjennos trabajar en paz. Que nos lo hemos ganado. No hemos hecho nada malo como para que nos miren con culpa ni con desprecio. La miseria, son ustedes, no nosotros ¡Váyanse de una buena vez! Este es nuestro lugar. Nos lo hemos ganado. Tengo la escritura, ¡acá está…!
2. La propiedad natural
No vengo porque quiero. Mi instinto me trae hasta aquí. Este era el lugar donde vivía. Más allá, el arbusto con frambuesas. Por aquel lado crecían las frutillas. Ahí estaba el duraznero. Y acá, justo acá, mi viejo roble. El que me protegía y daba sombra. Acá, donde dormía mis siestas, donde nacieron mis hijos, donde mi madre me parió; y a ella mi abuela. Acá es donde me indica mi sentido, puedo verlo, no con mis ojos sino con mi ser, porque mi ubicación es de espacio y no de tiempo. Ahí está, enorme, de brazos largos y robustos, lleno de hojas que nos tapaban del furioso sol del mediodía. Lo veo a pesar de tus brazos, que no paran de agitarse; a pesar de tus gritos, que no dejan de perturbar los sonidos de mi memoria, de los pájaros cantando y del movimiento de las hojas. Lo veo a pesar del olor de tu mercadería, que me recuerda este lugar, aunque vos, ignorante, jamás te enteraste que tenías todo aquí. Que no tenías que traer los frutos de cientos de kilómetros de distancia, sino que los tenías aquí. Pero nunca antes habías venido a ver. No sabías lo que había, abajo tuyo, a tu alrededor. Porque perdiste el instinto. Porque crees que puedes reemplazar y comprar todo. Y que eso no tiene ninguna consecuencia. Me muestras ese papel, algo que para ti tendrá valor, pero yo veo un roble que cobijó a varias generaciones de mi familia. no vale absolutamente nada, por el contrario, es el producto de algún árbol destruido. No vengo porque quiero, no vengo a molestarte. Vengo porque soy de acá. Esta es mi casa y la de mis hijos. Y quería que fuera la de mis nietos. Pero me la arrebataste. Tú y los tuyos. Lo permitiste de alguna manera, fuiste ciego de otras. No vengo a invadirte. Me expulsaste. Me desagarraste de mi lugar. Ahora me estoy re ubicando, sigo olores, reconozco sonidos que me son familiares, es el llamado de mi intuición, en un sitio que nos fue ajenizado. Este es mi hábitat, no el tuyo, y te lo digo sin odio, pero este lugar no te es familiar. En cambio, a mí sí. Date cuenta que tu papel, no tiene ningún valor, más que el que tú y los tuyos le dan para seguir viviendo en una mentira, en un sistema, por fuera de un universo que es superior, la naturaleza, y a la cual nunca te adaptaste. Pobre de ti, intruso, que deberás irte tras siquiera haber entendido porqué.