Adela.

Doce: Colores.

Siempre me ha gustado asociar a la gente con un color. Simplemente creo que los colores son algo más que simples tonalidades, pueden transmitir sentimientos o evocar recuerdos, forman parte de nuestra vida diaria y muchas veces no le damos importancia, el color puede ampliar la perspectiva de cualquier cosa. Por ejemplo, al ver el color naranja, al menos yo, recuerdo perfectamente como es y a qué sabe una naranja.

Por eso cuando conozco a alguien realmente, no puedo evitar relacionarlo con un color, y siempre que veo ese color me acuerdo de esa persona. No lo hago a propósito es algo que simplemente viene a mi mente.

Un ejemplo claro es Darien. Desde que lo conocí pude asociarlo con el azul, el cual es un color que me transmite tranquilidad, además de que se le relaciona con cosas de sabiduría o algo por el estilo, es tan callado y frío que fácilmente se puede saber que es azul. De hecho su color favorito es el azul.

No creo que sea una coincidencia que nuestros colores favoritos tengan parte de nuestra personalidad.

Pero bueno, a lo largo de la noche me pude dar cuenta de que Oliver es como el verde, parece algo serio pero cuando lo miras a detalle te das cuenta de que está lleno de vida, su simple presencia me vuelve feliz y me llena de una energía extraña que hace que crea que soy capaz de cualquier cosa, y por supuesto su color favorito también es el verde.

Yo no tengo un color favorito, de hecho no he encontrado un color para mí, es obvio que no puedo ser un arcoíris porque simplemente no creo que vaya conmigo, las personas que denomino arcoíris son esas que no puedes describir con un solo color, necesitas varios para alcanzar a entender a esa persona y a lo largo de mi vida si he conocido personas arcoíris, de hecho creo que una de ellas puede ser Bruno por todas las facetas que tiene, aunque me haría falta conocerlo más para determinarlo.

Estas ideas llegaron a mi mente gracias al largo camino en metro, pensar en cosas me hace evitar caer dormida. Sé que no fue muy buena idea desvelarme anoche, pero me encantó haberlo hecho y más si fue con Oliver.

Después de recorrer todo el camino a casa con tacones, finalmente decidí quitármelos al entrar a mi edificio. Sé que puede ser peligroso y al mismo tiempo asqueroso pero en estos momentos no me importa.

En todo el camino no había podido dejar de pensar en los besos que compartí con Oliver, la verdad es que me parece muy irreal el que eso haya podido pasar, pues no tengo mucha suerte con las personas que me atraen, siempre me etiquetan como su amiga y pierdo todas las esperanzas.

Llegué a la puerta del departamento y toqué, Darien me abrió y al parecer estaba de mal humor.

—Necesitamos colocar una llave de repuesto—dijo avanzando hacia la sala.

— ¿Por qué?

— ¿En serio me preguntas por qué? Creo que es más fácil hacer eso que el que tú te vuelvas mágicamente responsable.

— ¿Y en dónde pondríamos una llave?—pregunté cerrando la puerta.

Hemos discutido esto más veces de las que puedo contar, ayer no fue la primera vez que se me olvidan las llaves solo que siempre está Darien ahí para abrirme. No me sorprende que esté por eso tan gruñón conmigo, de hecho lo esperaba.

—No sé, ¿abajo de un tapete?

— ¿Cómo esos tapetes que desaparecían cada semana?—me senté en el sofá individual y subí los pies en la mesa.

Una vez intentamos poner un bonito tapete de bienvenida en la entrada de nuestro apartamento, a la semana desapareció. No tenemos a los mejores vecinos, son malos y siempre están haciendo ruido.

—Entonces una maceta. Baja los pies—no lo hice.

—Darien, si se robaron un tapete, ¿qué te hace creer que no se robarán una maceta?—rodó los ojos—. Prometo que esta fue la última vez.

—Siempre dices eso, Adela. No sabes lo que te podría pasar si vuelve a suceder y yo no estoy.

—Bueno, tuve la suerte de que Oliver me ayudó.

Sonreí al recordar el bonito giro que dio mi noche.

—Pues qué buena suerte—dijo con ironía.

—Pues si fue buena.

— ¿Qué tal que en vez de él fuera un loco acosador? O peor aún, ¿qué tal que él es un loco acosador?

—No hubiera aceptado que me llevara—me encogí de hombros—. No exageres, todo estuvo bien. Si fuera un acosador no creo que fuera de su interés. Me fue bien.

—Se nota que demasiado bien—dijo levantando una ceja.

—No pasó nada—no sé porque sentí la necesidad de aclarar eso.

— ¿No se supone que el tipo te gusta?

—Gustar es una palabra muy fuerte... pero sí, me atrae.

Y mucho, no sé cómo no me quedo embobada cada vez que lo veo. Bueno, tal vez sí me gusta.

— ¿Y no hiciste nada estando solos en su casa?—me dijo entrecerrando los ojos, al menos parece que su mal humor ya pasó.

—No... Bueno sí—llegó la hora del chisme—. Nos besamos en su auto antes de que me diera cuenta de que olvidé las llaves y cuando llegamos a su casa pues teníamos hambre y comimos sopas instantáneas, luego de eso fuimos a acostarnos en su sala y pasamos toda la noche hablando, luego por la mañana nos volvimos a besar antes de que me fuera.



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En el texto hay: humor, comediaromantica,

Editado: 24.01.2024

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