Adela.

Veintiséis: Tonta apuesta.

Por fin era sábado, había venido a la disquera a dejar unas fotos y por fin iba a casita, Oliver me había mandado mensaje para que lo esperara en la entrada ya que también había venido por unas cosas.

La verdad es que no sé si la idea de Oliver de tener una cita inesperada me gusta o me desespera. Cada día que voy al trabajo voy preparada para lo que sea, pero él aparece como si nada y eso solo me pone de nervios, más aún cuando actúa como si en verdad empezáramos a conocernos siendo amable sin pasar algún límite, aunque me encanta el coqueteo sutil que sigue teniendo conmigo.

Extraño sus besos y estar con él pero lo que sí fue bueno, fue empezar desde cero. Estábamos acelerando todo sin saber a dónde íbamos y ahora sé que podemos hablar como amigos y que en algún momento empezaremos a salir, claro que me gustaría saber cuándo pero puedo seguir esperando.

—Hola, Ade—dijo acercándose con su perfecta sonrisa.

A quien engaño es pésimo empezar desde cero. Mis hormonas están alteradas y de verdad estaría a punto de estamparlo contra la pared y besarlo si no hubiera personas aquí.

—Hola—traté de sonar normal aunque de repente tenía mucho calor.

— ¿Estás enferma?—me tocó la frente—. Parece que tienes temperatura.

El maldito sabe lo que hace, invadir mi espacio personal sabiendo que no puedo hacerle nada es muy injusto. Estoy segura de que si no hubiéramos apostado ya me habría rendido.

—Estoy bien—aparté su mano.

— ¿Vas para tu casa?—pasó un brazo por mis hombros cuando empezamos a caminar. Tal vez otra persona vería ese acto como algo amistoso, pero yo no quiero algo amistoso.

—Sí. ¿Quieres ir?

—Un rato no estaría mal.

Eso es un, nuestra cita no será hoy, pero sé que Darien llegará hasta la tarde así que si tengo buena suerte, tal vez podría convencer a Oliver de dejar lo de la abstinencia de lado por lo menos hoy.

Subimos a su auto platicando como siempre.

Aún no sabía si contarle a Oliver sobre las discusiones y la conversación que tuve el otro día con Darien, sobre todo porque tendría que decirle que hace algunos meses me acosté con él.

No me gustaría hacerlo porque sé que eso haría que ambos se alejaran más, pero por el otro lado no me gustaría que él me ocultara algo así, pero todo esto pasó antes de conocerlo así que mi moral no sabe qué hacer con toda esta información.

Tal vez esperaré hasta tener una conversación real con Darien donde me explique perfectamente que le pasa, sí, eso suena como mejor opción.

— ¿No está Darien?—preguntó Oliver entrando detrás de mí al apartamento.

—No, no hay nadie en casa—me quité mi chamarra.

Sé que Oliver tiene una debilidad cuando me pongo vestidos y qué suerte que usé uno hoy.

Pasamos a la sala y le ofrecí agua, luego me senté a lado de él demasiado cerca y dejando que el vestido se alzara un poco.

Él trataba de no mirar en mi dirección lo cual me parecía muy gracioso porque era lo que yo había tratado de hacer cada vez que nos encontramos desde que acordamos lo de la abstinencia.

Parece que va a recibir un poco de karma.

—Parece que tienes fiebre—puse una mano sobre su frente, fue una buena venganza y la excusa perfecta para acercarme a él.

Ahora entiendo porque le gusta burlarse de mí.

—Estoy bien—tragó en seco pero luego me miró—. ¿Qué me dices tú? Parece que tienes calor.

Oh no, esa mirada no.

Tenía las pupilas dilatadas aunque a penas y se podía distinguir por lo oscurecidos que estaban sus ojos. Estaba a centímetros de mi rostro y con los labios entreabiertos, bajé mi mano hasta su mejilla y creo que en este punto los dos estamos a punto de darnos por vencidos.

De repente me tomó de la cintura y me acomodó sobre su regazo.

—Sería un buen momento para admitir tu derrota—dijo sin quitar sus manos de mi cintura.

— ¿Mi derrota? Tú fuiste el que me puso encima.

—Y tú eres la que se puso ese bonito vestido que me provoca.

—Yo que iba a saber que te tendría en mi sala.

—Bueno, igual podrías rendirte y así los dos podríamos ser felices.

—Hmm... No lo sé, no doy besos antes de la primera cita—me sonrió

Pero yo quiero provocarlo así que me moví ligeramente contra él e inmediatamente subió una de sus manos a mi nuca logrando unir nuestras frentes. Ambos teníamos mal la respiración pero ninguno quería perder la tonta apuesta.

De repente me surgieron unas ganas muy raras de decirle cierta frase de dos palabras, en serio que estaba a punto de decirlo cuando escuché la cerradura de la puerta.

Nos separamos rápidamente y él tomó el cojín del sofá para colocarlo en su regazo.

Darien abrió la puerta y se nos quedó viendo con una ceja alzada. Detrás de él no sé porque venía Amanda.

—Oli, ¿qué haces aquí?—dijo acercándose.



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En el texto hay: humor, comediaromantica,

Editado: 24.01.2024

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