Adela.

Veintisiete: Abstinencia.

Ya estaba lista para volver a casa y aventarme en mi cama a comer frituras. Últimamente era mi lugar favorito ya que si estaba en la sala o la cocina me topaba con la mala cara de Darien y arruinaba mi buen humor.

Desde nuestra pequeña conversación las cosas eran un poco raras, Darien cambiaba de humor muy rápido, unas veces estaba muy atento y otras tenía un genio horrible que hacía que quisiera golpearlo.

Pero ahora he decidido que  no le tomaré importancia, con el tiempo las cosas mejorarán y volveremos a ser lo de antes. Sí que sí.

Iba caminando hacia la parada del bus cuando un carro se estacionó a lado mío. No me fui corriendo porque era un auto que conocía bien. Oliver bajó la ventanilla y se asomó.

—¿Qué harás hoy?

—Morir de aburrimiento.

—Entonces sube.

—¿Por qué?

—No lo sé, como que de repente me dieron ganas de tener una cita.

—¿Hablas en serio?

—Si no quieres...

No había terminado de hablar y yo ya me había subido al auto emocionada.

—¿A dónde vamos?—al parecer lo había sacado de sus pensamientos y es que se había detenido a mirar mis piernas.

Fue un buen día para usar falda, desde aquí puedo oler mi victoria sobre la apuesta de la abstinencia.

—No te diré—regresó sus ojos a la carretera y puso el auto en marcha.

—Aguafiestas—crucé mis piernas captando su atención de nuevo y vi como pasaba saliva.

Esta será una cita interesante. 

(...)

—¿Nuestra primera cita es en un restaurante de comida rápida?—dije tal vez con un poco de emoción.

De hecho no quedaba muy lejos de la ciudad, el trayecto no fue muy largo pero sí entretenido, ya que básicamente me enfoqué en molestar a Oliver con mis atributos.

—Sé que tu comida favorita son las hamburguesas así que se me hizo una buena idea. Pero si quieres algo más elegante o romántico podemos hacerlo—se encogió de hombros.

—No, me encanta aquí—me sonrió y fuimos a tomar asiento.

Era un sitio muy genial, nunca había visto un lugar así, tenía una decoración muy bonita y con temática de los años ochenta, no había mucha gente por lo que la música del lugar era lo mejor para el ambiente.

Tomamos una mesa y un chico nos dio el menú, fue un poco difícil decidirme por algo ya que tenían una gran variedad de hamburguesas y demás comida chatarra. Amo aquí.

Aproveché que Oliver miraba el menú atentamente para desabrocharme algunos botones de la camisa. Mis atributos no son muy notorios pero sé que si me inclino un poco podrán notarse más.

Así que cuando él me miró eso hice, crucé los brazos sobre la mesa fingiendo mirar distraídamente el lugar, pude notar como él me miraba fijamente al escote y cuando volteé, fingió tener la atención en mi rostro.

—Hace calor, ¿no?—pregunté echando mi cabello hacia atrás.

—Bastante.

—¿Qué van a pedir?—el chico llegó con su pequeña libreta y su atención también en mis pechos.

Hey, solo los puede ver quien yo quiera.

Pedimos nuestra comida y el chico se fue, Oliver ahora lo miraba con los ojos entrecerrados.

—Si tus ojos fueran dagas sentiría pena por el chico.

—Si te sigue mirando así no harán falta dagas—me sonrió inocentemente.

Nunca había visto a Oliver celoso y debo de admitir que me gusta un poco.

Bueno no, un poco no. Me gusta mucho, ¿eso debería ser malo?

El chico dejó nuestra comida en la mesa y me dedicó una sonrisa amable, a lo que Oliver lo miró mal y la verdad se me hizo muy adorable. Porque claro, se pone celoso de un mesero y no de un cantante como Julián.

El resto de nuestra comida pasó sin muchos problemas, hablamos de cosas normales y fue muy agradable. Nunca había tenido una mejor cita que ésta.

Realmente habíamos perdido todo el día en el restaurante, después de las hamburguesas solo nos dedicamos a pedir papas y chatarra. Ya era algo noche y ahora íbamos de regreso en su auto. 

Había hecho una tregua conmigo misma sobre dejar de insinuarme para hacer la cita agradable, esa tregua había terminado. Era hora de ganar una apuesta ya que perdí la de que una cita improvisada sería un fracaso.

Habíamos llegado a mi edificio, la calle estaba algo solitaria y antes de que se despidiera volví a actuar.

—Tu carro me trae muchos recuerdos.

—¿Ah sí?

—Sí, de la vez que lo hicimos justo donde estás ahora—le dediqué una sonrisa dulce.

Él solo pasó saliva mirando al frente.

—Es una lástima que estemos en abstinencia—crucé las piernas haciendo que mi falda subiera un poco, él apretó las manos contra el volante.

Esto es divertido, hay que hacerlo más seguido.



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En el texto hay: humor, comediaromantica,

Editado: 24.01.2024

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