Adela.

Treinta y uno: Decaída.

     Hace mucho que no me despertaba con la sensación de tener seca la garganta y para nada lo extrañaba.

Estaba abrazando una almohada cuando abrí lentamente los ojos. Primero me desubiqué y luego recordé donde estaba, pero honestamente no recuerdo nada después de que llegamos a la casa de Oliver. Tengo fragmentos borrosos de mi poniéndome su playera a manera de pijama pero solo eso, tal vez en el transcurso del día lo recuerde, casi siempre es así.

Me incorporé en la cama tratando de encontrarlo por la habitación pero justo iba entrando con una taza de café aún con pijama puesta.

Hmm sí, podría despertar así todos los días sin problemas. Creo que además él es una de esas personas que despiertan con buen humor porque se ve radiante para ser temprano.

— ¿Cómo estás?—me dedicó una sonrisa dejando la taza de café en la mesita que tenía a lado.

—Bien, dentro de lo que se puede.

El alcohol estaba empezando a dejar sus secuelas, me empezaba a doler la cabeza y tenía náuseas. Creo que ya no disfruto tanto de beber como antes.

—Bueno, ayer estabas muy mal.

—Ya me imagino, llegué al punto en el que no recuerdo nada después de que llegamos.

— ¿Nada?

—No, es raro, es la primera vez que no recuerdo nada después de una borrachera—me froté los ojos.

Esperaba recordar lo demás en el transcurso del día, no es normal que se me olviden las cosas así como así.

— ¿En serio no recuerdas nada?

—Bueno, tengo fragmentos, no recuerdo cómo llegamos a tu casa.

— ¿No recuerdas lo que dijiste?

—Oh no... ¿Dije algo vergonzoso? O pero aún, ¿algo malo?

—No, al contrario.

— ¿Qué dije?

—Nada, luego lo recordarás—me dio un beso en la frente y se dirigió al baño.

Ahora entiendo a Darien cuando no puede acordarse de las cosas después de estar ebrio. Es un poco frustrante pero como veo a Oliver bien, entonces supondré que no fue nada malo o vergonzoso.

Oliver salió del baño y luego yo fui, nos levantamos, le ayudé a hacer el desayuno para ambos... bueno, de hecho solo le hice compañía porque creo que ayudaba más no siendo un estorbo. Estábamos ahora tranquilamente desayunando, él estaba de buen humor y me lo había contagiado, estaba demasiado cómoda aquí con él después de la semana rara que había tenido, además de que me había dado una pastilla que había calmado mis síntomas de resaca.

Terminamos de desayunar y comenzamos a platicar ahí mismo muy animadamente sobre cualquier cosa, me gusta que siempre tenemos un tema de conversación aunque eso signifique no querer volver a mi casa.

— ¿En serio no recuerdas nada de lo que pasó antes de que durmiéramos? ¿O cuándo íbamos en el auto?—preguntó acariciando mi mano.

—Mmm, no. ¿Era algo importante?

—Podría decirse que sí.

— ¿No quieres hacerme recordar?—sugerí acercándome a él.

Me atrajo hasta su silla y me senté sobre su regazo.

—Tal vez luego, ahora se me antoja hacer otra cosa.

Tomó mi nuca para acercarme y besarme, esta vez no empezamos lento, inmediatamente nuestro beso se volvió intenso y desesperado. Llevé mis manos hacia su cabello mientras que las suyas descendieron a mi trasero para apretarme más contra él.

Estaba a punto de decirle que fuéramos a su habitación cuando llamaron a la puerta.

— ¿Y si no abres?—dije besando su cuello.

—Quisiera, pero no recibo muchas visitas así que puede ser algo importante—acarició mi mejilla.

—Está bien—me levanté—, te esperaré en tu habitación.

Comencé a caminar pero primero hice una parada en el baño, al salir para dirigirme a su habitación escuché una voz que conocía.

—...y aquí está tu chamarra, sé que es tu favorita desde la universidad así que quería devolvértela lo antes posible.

Era la voz de Romina, desde la puerta del baño pude observar todo. Ella estaba radiante como siempre y dándole su chamarra a Oliver, pero, ¿qué hacía ella con ropa de él?

Sé que puede haber una explicación muy lógica a eso pero la verdad es que no me llega ninguna que no me haga sentir cierta inseguridad. Nada me gustaría más que poder salir en vez de esconderme en el baño, pero Romina no me puede ver aquí, prácticamente nadie de mis conocidos puede.

—Muchas gracias, Romi.

—No hay de qué, me hubiera encantado quedármela, me gustaba mucho usar tu ropa.

Ese comentario sonó mal aunque intentara usar un tono amigable. Oliver solo rio y la guio de vuelta a la puerta aunque no se habían movido mucho de ahí.

—Te veré luego, avísame si necesitas otra cosa.

—Claro, disfruta tu fin de semana.

Oliver cerró la puerta tras de él, dejando la famosa chamarra en el sofá. Yo había decidido recargarme en el marco de la puerta para ser evidente con que había visto y oído todo.



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En el texto hay: humor, comediaromantica,

Editado: 24.01.2024

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