Adela.

Treinta y nueve: Necesitar un poco.

Tuve que pedirle el favor a Bruno de que me avisara cuando Oliver no estuviera en la disquera para poder presentarle mi renuncia a Francisco y tras haberle explicado el porqué de mi decisión, lo había conseguido convencer de dejarme ir porque me había ofrecido más sesiones, pero lamentablemente la paga no iba a alcanzar para todos los gastos que tenía por delante, la beca de la escuela de Brenda ya casi se acaba y las consultas ginecológicas no son nada económicas según mis investigaciones.

Además mi salud emocional es igual de importante. Aunque estaba sufriendo por lo que iba a hacer, sé que será lo mejor.

Por eso ahora, después de renunciar al trabajo que amaba, estaba cruzando la puerta de uno de los edificios más importantes—y aburridos—de la ciudad.

—Hola—le dije a la recepcionista—. Tengo cita con Marco Ríos.

— ¿Tu nombre?—dijo seriamente.

—Adela Ríos.

Me miró fijamente y luego regresó la atención a su carpeta buscando mi nombre, cuando vio que efectivamente tenía cita con él creo que cayó en cuenta que era hermana de él, hermana de su jefe para ser más específica.

—Claro—ahora sí me dedicó una sonrisa—. Él la está esperando. Su oficina está en el último piso.

Me tendió un gafete y partí al elevador.

Iba pasando por varios pisos donde gente ascendía y descendía con cara de querer que terminara el día hasta que me topé con alguien conocido.

—Hola, Rodrigo—le dije cuando me miró confundido.

—Hola... ¿te acuerdas de mí?

—Eres el amigo de mi hermano, claro que me acuerdo de ti.

Creo que él se sonrojó un poco y solo asintió lo cual me hizo sonreír con ternura.

— ¿Vienes a ver a Marco?

—Sí, ¿sabes dónde está su oficina?

Llegamos al último piso y no sabía dónde ir, había varias oficinas y cubículos así que no sabía con quién dirigirme.

—Claro, te acompaño.

Lo iba siguiendo mientras observaba todo al rededor. Este piso me gustaba porque tenía grandes ventanas y se veía buena parte de la ciudad, pero aun así no me convencía eso de encerrarme en una oficina y tener que vestir ropa formal todos los días, no estudié artes para eso.

Llegamos a lo que era la oficina de Marco y su secretaria me dejó pasar con una sonrisa amable a diferencia de la recepcionista, ahí mismo me despedí de Rodrigo.

—Hola, Ade—Marco se levantó de su silla para ir a abrazarme—. Toma asiento.

—Gracias—le sonreí un poco nerviosa.

—Estoy emocionado de que hayas aceptado tomar el trabajo. Sé que no es tu área pero aprenderás y serás de gran ayuda.

—Prometo que no te fallaré.

— ¿Puedo preguntar porque decidiste de repente tomar el trabajo?

Obviamente no le diría que fue por Brenda y su embarazo, porque es algo que ella aún no quiere que nuestra familia sepa.

—Necesito un poco de dinero para mudarme a otro lado.

En parte era verdad, necesitaba un hogar para mí y Brenda, es parte de la lista de gastos pendientes.

—Está bien, me alegra que hayas venido. Ahora, ya sabes que esto es un despacho contable así que te asignaré clientes con ingresos bajos para empezar y tendrás una muy buena capacitación.

—De verdad gracias, Marco. ¿Cuándo puedo empezar?

—El lunes.

—Vale, entonces nos veremos el lunes.

—Claro, preséntate con Rodrigo, él se encargará enseñarte a usar las bases de datos.

—Él me cae bien.

—Le gustas—soltó una pequeña risa mientras acomodaba unos papeles.

—Me hubiera gustado decir que no lo he notado.

Es un poco obvio, siempre se pone nervioso al rededor mío pero nunca ha intentado nada extraño, así que me cae bien.

 

(...)

 

Iba llegando a la habitación de Brenda—alias nuestro hogar temporal—y me la encontré recostada sobre su cama rodeada de pañuelos desechables usados, envolturas de todo tipo de frituras y dulces, con su grabadora reproduciendo música triste a todo volumen.

— ¿Qué pasó?—dije pausando la música.

—Terminé con León—dijo mirando a la nada y dándole play a la música—. Esta es mi manera de celebrarlo.

— ¿Celebrarlo?

—Ay sí, al fin salí del abismo de la relación tóxica que tenía. No sabía que necesitaba con urgencia estar soltera.

Mi hermana es un poco rara. Lidiar con sus hormonas justo ahora no es mi actividad favorita, sobre todo porque la otra vez se puso a llorar porque se le había acabado el shampoo.

—Iré a darme un baño—me levanté confundida y con ganas de huir.

—Será mejor que no entres, soy una máquina de vómito—no dijo nada más porque comenzó a llorar.



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En el texto hay: humor, comediaromantica,

Editado: 24.01.2024

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