Adela.

Epílogo.

El cumpleaños número veintiséis de Oliver había comenzado de la mejor manera posible, habíamos pasado toda la mañana juntos, de hecho habíamos podido quedarnos en casa todo el fin de semana y eso era una ganancia considerando que las últimas dos semanas él estuvo de gira con los Cheaps por la salida de su segundo álbum.

El último mes fue una locura donde casi no pudimos vernos pero hoy no había ido a trabajar y yo aún no estaba apta para ir a la empresa después de mi embarazo.

Habían pasado cuatro meses desde que nuestro hijo había nacido y ambos estábamos afrontando las cosas bien.

Ya llevábamos medio año viviendo juntos y aunque pensábamos que probablemente fracasaríamos logramos sacar todo adelante.

A veces lo fastidio con mi desorganización, porque dejaba botadas mis pinturas por ahí, pero desde que tuvimos a nuestro bebé se me quitó esa mala costumbre porque me daba miedo que él las encontrara y se dañara con mis materiales de arte.

Ahora estaba vigilándolo en lo que Oliver iba a comprar algunas cosas. Mi plan había sido jugar con él pero digamos que Dylan es un poco reservado.

Le gusta jugar solamente con peluches y no le gusta que alguien más los tome.

Estaba mirándolo fijamente mientras él detallaba el peluche de pulpo que sostenía con ambas manos. Su cabello negro apenas comenzaba a crecer y sus ojos habían tomado un color marrón como los míos, solo que un poco más claro. Creí que por ser hombre sería idéntico a Oliver, pero creo que mis genes ganaron.

Escuché como se abría la puerta de la casa pero no me aparté de mi hijo porque sentía que si me volteaba iba a hacer algo más que mirar a su peluche y me lo perdería.

—Ade, ¿qué haces?—dijo Oliver entrando con bolsas de comida.

—Creo que lo rompí.

— ¿Cómo que lo rompiste?—dijo un poco alterado acercándose.

—Pues no se mueve. Solo se queda ahí.

No había hecho nada más en todo el tiempo que llevaba con él y ya era bastante.

Me he dado cuenta de que es demasiado tranquilo, casi no llora, de hecho las primeras semanas en vez de despertarme en medio de la noche por sus llantos, me levantaba a revisar si seguía vivo.

Los únicos sonidos que hacía eran balbuceos cuando alguien desconocido lo cargaba.

Nunca me imaginé que un bebé fuera así de tranquilo.

Oliver tomó a Dylan en brazos y él le dio una pequeña sonrisa, es uno de los pocos gestos que tiene.

—Solo es un niño muy serio, pero espera a que crezca.

—Está bien.

Me levanté del piso y fui hasta el baño para poder bañarme y arreglarme.

Tendríamos una pequeña comida en la casa por el cumpleaños de Oliver. Evento que él me dijo apenas en la mañana, por eso estaba evadiéndolo un poco desde que salió ya que quería hacerme la enojada con él pero si lo veía y actuaba natural se me iba a olvidar.

Después de arreglarme en el baño regresé a nuestra habitación y Oliver estaba acostado leyendo unos papeles con Dylan sobre el pecho.

Era una imagen que me gustaba ver mucho pero debía de mantener mi enojo.

Fui directo al espejo que teníamos para poder terminar de maquillarme pero no pude porque no sé cómo él había llegado atrás de mí para abrazarme por la espalda.

— ¿Vas a seguir sin hablarme?

—Te estoy hablando.

—Vamos, no te enojes.

Hizo que me diera la vuelta y me crucé de brazos para poner distancia entre los dos porque iba a ser bastante débil al tenerlo tan cerca.

—Hubiera sido lindo que me dijeras los planes de hoy.

—Era una sorpresa.

— ¿Sorpresa de qué?

Yo no soy la que cumple años, no me molesta que quiera hacer algo para celebrarlo pero me gustaría que al menos hubiera sido informada.

—Ya lo verás.

Tomó mis manos para que deshiciera mi postura y se pegó más a mí dándome un corto beso en los labios.

—Déjame enojarme a gusto.

—No.

Volvió a besarme pero con más intensidad y supe que había perdido la batalla. Lo rodeé con mis brazos y él me tomó por la cintura.

Estábamos a punto de pasarnos a otro lado hasta que el timbre sonó.

—Creo que tendrás que ir a abrir—dijo separándose de mí.

— ¿Yo por qué?

—Alguien tiene que cuidar a Dylan—no esperó mi respuesta y ya estaba yendo por el bebé que estaba en la cuna.

De mala gana salí de la habitación y fui a abrir, pero mi mal humor se fue al darme cuenta de que Darien estaba ahí acompañado de Amanda.

—Alguien me dijo que ya vivías aquí—dijo sin que yo pudiera contestar.

No sabía que decirle así que simplemente lo abracé y él me aceptó, luego nos separamos y me dio una bolsa pequeña de papel.



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En el texto hay: humor, comediaromantica,

Editado: 24.01.2024

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