Adele: Alma De Gitana (serie Femme Fatale #4)

CAPÍTULO VI

Su rostro se descompuso por un breve momento. Se recompuso y le sonrió, risueña. 

  

— Lo he visto... ¡Veo amor y felicidad! —giró, abriendo sus brazos y sonriendo. Se detuvo y lo señaló—. Y estoy segura que la señorita Agathe será quien emprenda ese camino con usted. ¡Mírese nada más! Con solo nombrarla usted sonríe. 

—Eso es porque me ha causado gracia su baile. Pero no voy a negar que la señorita Jones, es todo lo que he buscado durante años. Una flor inglesa; hermosa y delicada. 

—¡Ve! ¡Se lo dije! No se diga más—aplaudió—. Déjeme que prepare— 

—Eso no significa que esté seguro de intentarlo. No me siento listo. La última vez intenté abrirle mi corazón a una dama...Pues usted ya sabe cómo terminó—los hombros de Adele decayeron. Al ver que la gitana lo veía con algo de pena, endureció su gesto y le dio la espalda—. Deje ya de hacer de casamentera y concéntrese a lo que ha venido—le dio la espalda. 

—Veo que sigue guardándole un cariño especial a Lady Úrsula. No tiene por qué ocultarlo, no se sienta mal por aún guardarle afecto a una persona con la que compartió recuerdos especiales—no respondió. Adele sonrió, comprensiva, se mantuvo detrás de él para darle su espacio—.¿Sabe?  Yo tengo una persona con la que compartí recuerdos especiales, así que logro entenderlo— el paso de Erick disminuyó—. Lo conocí en los carnavales de Venecia. Me imagino que usted debe saber lo que dicen en esos carnavales. Salvajes, llenos de vida, alegría y...lujuria. Honestamente estaba más interesada en los colores y en las fiestas que en cualquier otra cosa. No iba con expectativas de nada más que las coloridas y hermosas fiestas...Y ahí lo conocí—Sonrió con nostalgia. Se trasladó a aquellos recuerdos, en lo que sólo tenía un vestido color celeste y una máscara dorada. La curiosidad era lo que lo había movido a aquel pequeño rincón de tierra- Sin esperar que allí, conocería al primer hombre que hizo latir su corazón de tal forma y añico que jamás pudo olvidar. 

» Tenía el un porte imponente, no pude ver su rostro debido a su hermoso antifaz; blanco con decoraciones de Vinotinto y negro. Él sobresalía sobre todo ese gentío que nos rodeaba con esa aura de misterio y algo de misticismo, según mi opinión. Sus ojos eran azules, intensos y—para ese momento, Erick ya estaba a su lado, escuchándola atentamente. Miró los ojos del hombre.  Eran del mismo color, o quizás era su mente que se había metido de lleno en los recuerdos—. Arrasadores. Como si pudiese llevarse al todo el mundo por delante sólo por mí y eso, para una jovencita que apenas estaba iniciando sus viajes por el mundo y no sabía nada acerca del amor. Fue hechizante—le sonrió. Viendo que los ojos del conde también guardaban cierta intensidad, pero no eran tan arrolladores. Eran dulces, llenos de fuerza, sí, pero envueltos en una hermosa paz y serenidad—. En aquel entonces, milord, yo caí en los encantos de aquellos ojos del color del mar tempestuoso, que me arrastraba a mí y a mis emociones con violencia. Pero ahora, ahora que he crecido, que he aprendido y viajado, aquello no ha quedado más que como un hermoso recuerdo de juventud. Hay momentos en que las personas son compatibles, pero una vez que se separan, que aprenden por su cuenta y separados, cuando vuelven a encontrarse, no son más que desconocidos. Así pues, milord, amar de nuevo, darse la oportunidad con otra persona, crear nuevos recuerdos, ahora, que estoy seguro es un hombre diferente al de ayer, no está mal. Dese la oportunidad. Si me preguntara a mí, ahora yo preferiría un océano tranquilo y sereno donde flotar en paz. No un mar tempestuoso. 

Ambos se detuvieron. Adele no había planeado decir lo último, pero las palabras habían salido sin reflexionar sobre ellas. Francamente, no quería hacerlo. 

—¿Qué hay de las almas afines, señorita Adele?  

—Oh—sonrió, nerviosa—, pues esas, sin importar los cambios que sufran uno del otro, siempre estarán conectadas, aunque no estén juntas o sus personalidades lo separen. Siempre habrá algo que los unirá, sin importar lo alejado que se encuentren del otro. Usted puede darse la oportunidad para amar, pero su alma siempre estará conectada a esa otra alma, de forma especial. Nunca la olvidará. 

—Le entiendo perfectamente. 

—¿Y no es eso consolador? Aunque si me permite opinar, no creo que Úrsula se un alma afín a la suya. Ella y Lord Bari, no solo son almas afines, también se han dado la oportunidad de volver a amarse. 

—Yo también creo lo mismo. 

—¿De verdad? — asintió. 

—Lo supe en el momento en que lo vi conviviendo juntos. Creo que por eso terminé rindiéndome y aceptando que ella no era para mí. Así que su charla acerca de ese...hombre enmascarado de Venecia—carraspeó—, no era necesaria. 

—¡Claro que lo era! Porque usted tiene que darse otra oportunidad para amar y ser amado ¿Por qué no lo hace? Nada pierde nada con intentarlo. 

—Lo meditaré. Usted se ha hecho una boda y una historia de amor con tan solo un encuentro. La señorita Jones parece agradable, pero se debe conocer a las personas antes de dar pasos tan grandes.  

No pudieron seguir conversando, Erick vio a lo lejos a la señorita Jones junto con su hermano y se apartó, queriendo terminar la conversación ahí. Adele fue a buscar a Erika. 

  

—Lord Beaumont, es un placer verlo. Lamento no haber ido estos días, he estado algo ocupado. 

—No se preocupe. 

El hombre, del mismo aspecto que su hermana menor, pero con gestos más rudos y relajados, miró por sobre los hombros del conde y sus ojos se iluminaron inmediatamente al ver a la mujer que venía con un zorro al lado. Erick se giró para ver que miraba el hombre con tanta admiración. Apretó sus labios al ver que se trataba de Adele. 

—Usted debe ser la señorita Adele. Y esa pequeña debe ser Erika—sonrió—. Mi hermanita Agatha me ha hablado mucho de usted  — la rubia se ruborizó, ya que había dejado en evidencia la admiración que sentía por su amiga y que se veía expresado en los ojos de quien la miraba ahora, como si hubiese superado todas sus expectativas—. Estaba ansioso de conocerla, es un gusto. Soy el doctor Jones, pero puede llamarme Roderick. 




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