Adele: Alma De Gitana (serie Femme Fatale #4)

CAPÍTULO VII (PARTE II)

—Lord Beaumont—entreabrió sus ojos ¿Seguía dormido? ¿Por qué veía el rostro de Adele frente a él? —. Lord Beaumont, despierte ya. 

—¡Demonios! —se levantó de la cama, espantado—. ¡¿Qué hace en mi habitación, señorita Adele?! 

—Me informaron que aún no había despertado y me preocupé. Los invitados llegan en una hora y usted debe estar impecable para recibirlos. 

— Salga de inmediato. Ya me vestiré—Adele asintió e hizo una reverencia, sin agregar nada más ¿Ahora por qué hacía reverencias? Gruñó y se dejó vestir.  

Se encontró con Adele en la entrada. Lo miró de arriba hacia abajo, estudiando su atuendo. El conde enarcó una ceja ante su descarado escrutinio. 

—Se ve muy guapo—le aduló, seria. Erick aclaró su garganta para evitar sonreír. Estaba de mejor humor ahora que sabía que la mujer no estaba tan reacia con él por lo de la noche anterior. Adele hizo una mueca desconforme al mirar su rostro. Erick frunció el ceño—. Sus cejas están despeinadas— lamió sus dos dedos pulgares y los pasó por sus cejas. La servidumbre abrió sus ojos desmesurados, el ceño de Erick se arrugó aún más con el gesto—. Ahora sí. Está perfecto. 

—Fingiré que no acaba de llenar de saliva mi cara y continuaré caminando—pasó de largo. 

—El salón de invitados ya está listo, he colocado unas hermosas flores llena de colores que combinan con las líneas en las paredes. He preparado unas galletas de manzanilla también, cuando se las di a Agathe la primera vez le encantaron así que puede dárselas usted personalmente. Le gustan mucho las novelas así que preparé un libro especial que puede darle. Las flores para una mujer pueden significar cortejo, pero un libro que cubra los intereses de la dama como obsequio, demuestra el más puro de los intereses hacia ella. Es una señal de que usted no solo la llenará de detalles sino también de enseñanzas ¿Me explico? ¿Qué le parece si le pone una dedicatoria también? He visto su letra, es hermosa, estoy segura que también quedará enamorada de su ¿Por qué me mira así? 

—¿Ya acabó? 

—Oh, cierto.Disculpe. Lo dejo en paz. Ya sabe lo que tiene qué hacer. Me retiro. 

—¿No nos acompañará? 

—No creo que sea conveniente. 

—Usted también es mi invitada. Así que considero que es muy conveniente. 

—En ese caso, esperaré en el salón. Espero que le vaya bien—le dio ánimos y se retiró. 

  

El señor Jones era un general retirado que había invertido sus riquezas reunidas en sus años de servicio en la tierra y el auge industrial. Había tenido dos hijos y luego de la muerte de su primera esposa contrajo matrimonio con Lady Stephanie, una viuda de un barón muy hermosa y elegante que tenía una hermosa hija de su mismo porte y hermoso físico. Con ellos, venían los Hallinton, una familia acaudalada de tres hijos, una mujer y dos hombres, el esposo, quien era un empresario inglés de algodones y su esposa. Estar en el castillo de un conde era un honor. Los hombres se maravillaron al ver la forma extraordinaria del interior, mientras las mujeres no ocultaron su desagrado a tan grotescas máquinas y líneas extrañas en las paredes que arruinaban la decoración, pensaron, que, si ellas fuesen condesas, mandarían a quitar todo aquello de inmediato. Todas las mujeres quedaron maravilladas al ver al joven y guapo Conde. 

  

—Es un placer tenerlos aquí. 

—¡Oh, para nada, milord! —habló Lady Stephanie—. El placer es nuestro. Usted ya conoce a Agathe, pero supongo que no conoce a mi hija, Lady Alessia. 

La joven era todo lo contrario a su hermanastra, de cabello negro como el ébano puro, piel blanca, sonrisa recatada, una mirada pícara y con unos modales impecables. No se mostraba tímida o sonrojada. Hizo una reverencia y le sonrió levemente. Las otras dos jóvenes también se presentaron, pero no eran tan excepcionales en modales o en belleza como Lady Alessia. Cuando Agathe se presentó, lo hizo con la misma vergüenza y sonrojo, que aumentó cuando George entró y se anunció. 

Aunque era la señorita Jones a la que iba a volcar la mayoría de su atención, Lady Alessia se encargó de que toda se posase sobre ella y su madre colaboró. Agathe no se le acercó sino para preguntarle por Adele y después de responderle que estaba en el salón no cruzó más palabras con ella. 

Entraron al salón, tan ensimismados en sus conversaciones, que no hubiesen notado la presencia de Adele sentada en una esquina muy apartada de no ser por Erika. Lady Stephanie pegó un grito al ver al animal, escandalizada. 

  

—Tranquila, es Erika—comentó Agathe, acariciando al animal. 

— Así que esta es Erika— dijo el señor Jones al ver a la pequeña zorra—. Y usted debe ser la señorita Adele, estaba ansioso de conocerlo. Primero fue mi hija quien me habló maravillas de usted, pero sabe que las personas que no conocen mucho se maravillan por cualquier cosa—Adele no pudo evitar sonreír por la alegría y confianza del veterano—. Pero luego mi hijo me habló con la misma admiración y me mostré genuinamente interesado—Erick tuvo que forzar una sonrisa mientras escuchaba la cháchara de lady Alessia al escuchar la mención de Roderick. 

—Espero que no se haya hecho grandes expectativas de mí, no suelo cumplirlas—el hombre rio y las mujeres vieron con desagrado la desfachatez y mala educación de la gitana. 

—¿Usted es la señorita Adele? —inquirió Lady Stephanie con una sonrisa fingida, la miró de arriba hacia abajo. Adele asintió y ella también lo hizo. Y era todo lo que la dama estaba dispuesta a darle, sólo por la insistencia que su esposo había tenido en el camino, pues no se rebajaría jamás con una gitana, ni ella, ni su hija ni sus amigos. Ya vería su esposo y su hijastra si lo hacían. 

Adele lo intuyó de inmediato, pero lo ignoró. No le importaba, sentía algo de pena más bien, porque la pobre mujer jamás abriría la mente en su vida. Y eso, era vivir realmente en la miseria de la ignorancia. Lo que sí no pudo dejar pasar, fue la evidente atención que Lady Alessia le profesaba al conde. Agathe se había hecho a un lado a conversar con ella y su hermanastra había aprovechado para acapararlo. No le agradaba ni un poco. No veía a esa mujer con él por más que se esforzara. También notó, que el terrateniente trataba al conde como su esposa la trataba a ella, pero un poco más disimulado y dentro de la cortesía. ¿Qué ocurría allí? ¿Por qué nada estaba saliendo como ella quería? 




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