Adele: Alma De Gitana (serie Femme Fatale #4)

CAPÍTULO XIII

Ay.

Hola. 

Soy yo de nuevo.

Mi mamá. Fue mi mamá la que me dijo "ya súbelo" Y si ella insiste pues quién soy yo para desobedecerla XD.

Acabemos con este dolorrrr de una vezzz.

Les agradezco por acompañarme en esta hermosa historia que pensé sería corta y tomó vida propia. Espero que puedan seguirme acompañando en esta serie que prometo tendrá el final que merece.

Empezamos con el maratón final.

A.R. 

Ivy salió por la ventana. Adele salió de la habitación para ver a Agnes bajo la excusa de comprobar su estado. Estaba mejor que nunca. Al escuchar a la gitana no dudó en aceptar y aunque intentó persuadirla varias veces bajo el argumento de sus hijas, Agnes siguió firme en acompañarlas. 

—Si me llega a pasar algo tendrán a su padre y sabrán que su madre murió defendiendo a su familia. Y deja de discutir. Ya regresé de la muerte una vez. 

Se fueron con las niñas hasta la residencia de la duquesa, Duncan se mostró reticente, pero esta le dijo que solo demoraría unas horas. Al llegar, Úrsula e Ivy ya estaban ahí con la pequeña Paty. Le explicaron la situación a Lady Margaret y esta tampoco puso resistencia. 

—Sus esposos van a colgarme.

—Procura que estén los niños presentes para cuando se enteren y así se alterarán menos—le aconsejó Agnes—. Esperamos no tardar demasiado— observó a las niñas en el coche que llevaba su doncella y le dio un beso a cada una. 

Úrsula también se despidió de su pequeña, arreglaron sus armas y partieron antes de conmoverse por dejar a sus pequeñas. Lloraron en una parte del camino, pero era una causa mayor, habían hecho unos votos en los que habían jurado defenderse hasta la muerte si era necesario y ninguna estaba dispuesta a faltarlo. Lady Margaret les dijo que no podían llegar al castillo sola y mucho menos entrar en él, así que escribió una carta y les pidió que esperaran. 

—Debe ser una maldita broma—espetó Úrsula, sonriendo con amargura al ver a Lord Archivald entrar al recibidor—. Miladi no sabía que recibía basura en su casa. 

—Es un gusto verlas a todas—hizo una reverencia, ignorando las miradas asesinas que las mujeres le dirigían sin disimulo alguno. 

—Lord Archivald es cercano a su alteza, ya le expliqué la situación por correspondencia, solo queda saber si está dispuesto a ayudarlas. 

—Creo que es lo menos que debería hacer por ustedes—dijo el hombre. Úrsula sonrió. 

—Ser chaperón no borrará lo imbécil que eres.

—Lo sé. 

—Me alegro que lo sepas—replicó Úrsula. 

—Procure caminar unos cuantos metros alejados de estas mujeres—le aconsejó Ivy sonriente—. Si quiere mantener su virilidad intacta. 

—Me alegra tener al menos su apoyo, señorita Ivy. 

—Por supuesto, todos hemos actuado como imbéciles alguna vez, no se preocupe. Usted ya ha recibido el castigo suficiente—el hombre le sonrió triste. 

Para recuperar el tramo que ya la pelirroja había recorrido de seguro en carruaje, fueron en tren hasta la parte urbana de Escocia y de allí tomaron unos caballos hasta las tierras altas, en un viaje total de dos días y medio. Ya entre el espeso bosque y divisando el castillo, vistieron sus kimonos y prepararon sus armas bajo la mirada estupefacta de Lord Archivald. 

—Tápense el rostro—sugirió Adele, nadie preguntó la razón y lo hicieron. 

—No tienen por qué taparse el rostro. Estarán a salvo en el castillo. 

—Prefiero que nos tapemos el rostro, por mera precaución. 

—Estoy de acuerdo con Adele—expuso Ivy—. Es mejor que nadie en el castillo vea nuestros rostros. 

Archivald no insistió más y las escoltó hasta la puerta de la propiedad de los Hannover, al principio, los hombres de Lord Hannover se mostraron reticentes ya que la joven que había traído el futuro amo de la casa había desaparecido y el hombre no reaccionaba y se encontraba en cama. Lord Archivald al escuchar esto fue a toda prisa a la habitación donde se encontraba el príncipe junto con las mujeres. 

La servidumbre se mostró temerosa al ver a las personas con el rostro tapado, no podían distinguir su género, pero suponían eran hombres del príncipe. Al entrar a la habitación destaparon sus rostros y vieron con pesar el rostro pálido de su alteza. 

—Lo envenenó—dijo Adele al mirarlo, viendo en el hombre la imagen de aqul niño pequeño del retrato, acarició su rostro—. Jasmine no está aquí—el hombre desvariaba y susurraba el nombre de Jasmine una y otra vez. 

—¿Puedes hacer algo? —inquirió Ivy. 

—Necesitaré unos cuantos ingredientes, no lo ha envenenado para matarlo porque de ser así ya estuviese muerto. Milord, ¿podría ayudarme a conseguir algunas hierbas? 

—Por supuesto—Adele le indicó cuales eran y el hombre se retiró. 

Adele no dejó de pensar en Erick ¿ya estaría camino a Escocia? ¿Habría llegado? L afligía no saberlo. 

—Debemos buscar a Jasmine—dijo desesperada—. Cometerá una locura. 

—Debemos esperar a que su alteza se recupere, Adele— dijo Ivy. 

Miró a Cristopher. 

Su hermano. 

Si se iba sin atenderlo, su salud empeoraría. Suspiró cansina. 

—No podemos permitir que Jasmine— 

—Adele, sea lo que haga Jasmine, debemos apoyarla. Ya lo hemos dicho, estaremos para evitar o para atacar, según lo que ella desee—expuso Úrsula. 

—¡No lo entienden! —restregó su rostro—. En vano trato de convencerlas—dijo con amargura. 

Lord Archivald le trajo las hierbas que le pidió, no le tomó menos de cinco minutos preparar el antídoto, alzó la cabeza de Cristopher y acercó su boca al recipiente, el hombre apenas abrió sus ojos, se negó a abrir la boca y ella insistió. 

—Si quiere recuperarse, debe tomarlo—bebió y volvió a desvanecerse—. Va a recuperarse. Sólo queda esperar.




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