Adele: Alma De Gitana (serie Femme Fatale #4)

CAPÍTULO XVI (FINAL)

  

—Debemos volver...—susurró Jasmine—. ¡Debemos ir por ellas! 

—Debo ponerte a salvo a ti y a la niña primero. 

—¡No! ¡DEBEMOS BUSCARLAS! 

—¡Jasmine! —le reprochó. Se calló abruptamente—. Piensa en la niña. 

La pelirroja acarició la cabeza de la bebé y asintió. 

Úrsula corrió con todas sus fuerzas, vislumbrando entre las sobras de la oscuridad unos caballos, tembló al pensar que era el enemigo, pero soltó un suspiro al ver que se trataban de Bari, Erick y los refuerzos que habían ido a buscar. 

—¡Úrsula! —Bari bajó del caballo al verla—¿Qué ha ocurrido? 

Los refuerzos que venían con él también bajaron del caballo. Bari les había escrito inmediatamente después de conversar con Adele. Lady Amelia miró a su hermana preocupada, empuñando su mano en la katana que guindaba de su cintura, su maestro le siguió y luego la maestra de ambos, que estaba acompañada de su esposo. 

  

—Amelia, Sensei, Kazuya, me alegra que estén aquí. Han llegado en el momento oportuno. 

—¿Qué ocurre? 

—El primogénito  está en el castillo y Adele se quedó para buscar a Lord Hannover y a Ivy. 

—Maldición—Erick volvió a montarse en el caballo—. ¡Debemos apresurarnos! ¡No podemos permitir que se la lleve! 

Bari tomó de la mano a su esposa y la ayudó a subir al caballo. Mientras el grupo se dirigía al castillo Hannover, los mercenarios se retiraban con ambas mujeres hacia el castillo para luego ir al puerto.

 

 

Adele estaba en un el caballo junto con Alastair, sin dejar de pensar en el bienestar de Ivy. El plan no había resultado como lo esperaban y en ese momento no podía darse el lujo de decirle que no le pertenecía con Ivy en medio, de ser así, todo sería en vano. No sabía qué hacer. Tendría que mantenerse en silencio y esperar que Erick y Bari hicieran lo suyo. Sólo le quedaba esperar. 

—¿Cómo sabías quién eras? 

—Ser un duque no te da tanto poder como ser un mercenario, querida Adele. Controla los siete mares y controlarás al mundo. Hice todo lo posible para encontrarte y descubrí que tu madre se había ocultado en aquel convento, no era del todo seguro, pero cuando te vi...y vi ese collar que traes puesto...confirmé que eras tú— Adele agachó la mirada hacia el collar y asintió, aun cohibida—. No debes temer mientras estés conmigo, te prometí siempre que te tendría como una reina y no miento. Lo que dijo tu madre aquella vez...en la ceremonia...todo es falso—Ivy sabía a cuál ceremonia se refería, su madre lo había contado en su carta—. Estabas muy pequeña como para recordarlo, pero jamás te haría daño. Lo sabes ¿verdad? 

—No me hiciste daño a mí, pero sí se lo hiciste a Ivy. 

—¿Te refieres a Olympia? ¿Así se llama?—espetó—. Ella se lo buscó, ¿acaso no ves todo lo que ella hizo? ¿Cómo te trató? Es una bruja, ni siquiera la menciones. Tendrá lo que merece—le ordenó. Adele guardó silencio, mordiéndose la lengua para no decir nada. 

 

 

 

—Ya se han ido—informó Cristopher—. Se ha llevado a Adele y al parecer también a Ivy. La había visto sobre el suelo, pero no encontramos su cuerpo, así que suponemos que sigue viva. 

—¿Se ha llevado a la señorita Ivy también? Maldición—Erick golpeó la mesa—. Hay que darnos prisa. Estoy seguro que volverá a la isla. 

—¿Tiene una isla? ¿Quién es ese hombre? —Jasmine bajó las escaleras. Había dejado a la pequeña dormida—. ¿Por qué ese imbécil se llevó a Ivy? Comprendo que se crea el maldito dueño de Adele ¡¿pero por qué tomó a Ivy?! 

  

Todos guardaron silencio, esperando que fuese el príncipe que le respondiera—. Tal vez intentó defender a Adele y por eso se la llevó—mintió. Sabiendo que, si la pelirroja se enteraba que gracias él Alastair iba tras la cabeza de Ivy, perdería el corazón de Jasmine definitivamente. Nadie lo contradijo, lo menos que querían era que la pelirroja se alterara—. Alastair es mejor conocido como el lobo blanco. Mercenario y corsario predilecto de la corona tiene una flota comparable con la de la fuerza real británica, quien lo respeta por ser un militar retirado. 

—¡¿El lobo blanco es tu hermano?!—inquirió Duncan estupefacto, mirando a Erick, este asintió no muy contento. 

—¿Lo conoces? —inquirió su esposa. 

—Bueno...—rascó su nuca. Agnes enarcó una ceja—. Cuando traficaba armas, traficaba, ángel, tiempo pasado—aclaró al ver como su rostro comenzaba a tornarse molesto—, era mi principal comprador y también lo contraté para hacer golpes de estados en monarquías en África y Asia.

—¡¿Tú qué?! 

—No tenía idea de quién era, siempre mantiene su rostro oculto ¿Saben que no nos estamos metiendo cualquiera? 

—Por supuesto que lo sabemos, de no ser así, no hubiese pedido ayuda—dijo Bari—. El pequeño ejército que ha traído el general y Kazuya será suficiente, estoy seguro. Y tenemos el factor sorpresa; Erick. 

 —Debemos poner a salvo a ambas mujeres antes de hacer cualquier movimiento, lo mejor será rodearlo. 

—Pensamos atacar al de los ataques. Muy inteligente—comentó Duncan. 

—Mejor no opines—le dijo su esposa molesta. 

—No quieras entrar en discusión conmigo, huiste y dejaste a las niñas solas así que no me busques la lengua querida víbora—Agnes iba a replicar pero fue interrumpida por el azote de la puerta.

Lord Archivald entró agitado al salón—. Tenían razón.  Sus hombres dirigen al puerto de Stonehaven, así que ellos no tardarán en seguirle—informó, se tensó al percatarse de otras personas en el salón. Su vista se dirigió por completo a la rubia que estaba en una esquina del salón con una catana en su cintura, una coleta alta y luciendo un pantalón de hombre—. Lady Amelia—la joven alzó la mirada al oírlo, por un breve momento lució impresionada, luego le sonrió e hizo una reverencia que terminó de secarle la boca al lord. Cuando fue a decir otra palabra y acercarse, un hombre alto se interpuso en la visión que tenía de la rubia, sin mirarlo a él sino a Cristopher. 




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