Adele: La Sangre de Bruja. Libro I.

Capítulo 2

Una noche Adele pasó en la casa de Edgar y al día siguiente se presentó sola en la clínica para firmar los papeles. Edgar se fue al trabajo.

El doctor Devlin Bullstok; un hombre mayor, obeso, con cara roja y la mirada esquivada la llamó a su oficina.

— Siéntese, señorita... ¿cómo es su nombre?

— Adele.

— Como el medico de su madre le quería expresar mis más sinceras condolencias y avisarle que siendo una paciente de nuestra clínica, nosotros cancelamos toda la deuda por el pago del tratamiento y además le ofrecemos cubrir los gastos funerarios. Solamente... — doctor sacó unos documentos — tiene que firmar acá. — el médico le ofreció una lapicera con pluma dorada.

Adele no entendía nada. Tampoco le importaba. Con los dedos es como hechos de madera firmó los papeles.

— Doctor. Le quiera hacer una pregunta. ¿Qué le pasó a mi madre? ¿De qué murió? ¿Si la operación tendría que ser sencilla? Me dijeron que no había riesgo.

El medico frotó la nariz, después la frente. Desprendió el cuello del uniforme. Adele pudo ver tela sucia y sudosa. El doctor se sentía incomodó.

— Eh... mire, señorita... ¿cómo es su nombre?

— Adele.

— Si. Adele. Como doctor le puedo decir que siempre hay riesgo. En su caso... o mejor dicho en el caso de su madre... era su madre, ¿verdad? El corazón simplemente no aguantó...

—— Mi madre no tenía corazón enfermo.

—— Pero créeme que a veces pasa.

Ya eran demasiadas mentiras.

Adele se levantó de golpe, la silla se cayó por atrás.

—— ¡Yo creo que usted la mató! Y lo voy a comprobar.

El doctor también se levantó.

—— ¡Yo no voy a tolerar la falta de respeto! ¡Salga de mi oficina!

“Las palabras no le hacen nada” —— pensó Adele.

Penetró al maldito medico con una mirada que podría fundir titanio y salió de la oficina del doctor. La puerta se golpeó contra el marco sacudiendo la pared.

***

—— ¡Pero tú no sabes a donde te metes! —— Edgar se levantó del sillón. —— para hacer el juicio tienes que tener pruebas y si no, vas a gastar mucha plata y sin ningún resultado.

Por la ventana entró un rayo del sol del atardecer.

—— ¿Pero ¿qué hago entonces, Eddy? ¿Dejo todo como si nada?

—— ¿Pero ¿cómo sabes que fue mala praxis? ¿Solo por las sospechas de tu amiga?

—— No. Ella me dio sus razones. Y además tú no sabes cómo me habló este doctor. El tipo estaba cagado del susto por el delito que cometió.

—— ¿Y tú le creíste tu amiga? ¿Y si ella tiene sus cuentas pendientes con este doctor y lo quiere joder? Y el doctor a lo mejor se sentía mal por lo que le pasó en el hospital.

—— Evelyn no es así.

—— ¿Hace cuánto que la conoces?

Adele no sabía que contestar.

—— Ves —— dijo Edgar. Mejor cálmate y piensa como puedes salir de la depresión y la paranoia que se te acechan.

—— ¿Por qué no me crees?

—— Porque estas muy afectada por la perdida. No sabes que haces.

Adele miró al piso.

  • Está bien, déjalo Eddy. Me arreglo sola.

Edgar se acercó y la abrazó.

—— Escucha lo que te dijo y no cometas locuras. Tenemos una larga vida por delante.

Adele se sintió algo aliviada por el abrazo, pero una cosa adentro de ella no la dejaba en paz. Era un brote de rabia, tratando de convertirse en una furia que te domina y deja atrás cualquier miedo a lo que pasará sean cuales sean tus hechos. Y no importa a que tienes que enfrentar.

***

Evelyn llegó a la casa de Adele de noche, su turno en el hospital terminaba muy tarde.

Las chicas se sentaron en el comedor con las tazas de té. El vapor salía de cada taza bailando como una danza mágica de un espíritu libre.

  • Quiero hacer una demanda judicial –dijo Adele – Lo único que necesito es por lo menos una prueba.

Evelyn envolvió el dedo índice en el mechón verde.

  • Creo que te lo puedo conseguir.

***

No era muy difícil para una chica recepcionista de revisar los archivos en la computadora del hospital.

En dos días Evelin llegó a la casa de Adele con un pendrive.

—Tienes que ver esto.

En el pendrive había una denuncia de una de las enfermeras por el comportamiento inadecuado de uno de los cirujanos. El hijo del dueño.

—— Esto podría servir – dijo Adele —— ¿Pero si me preguntan cómo lo conseguí?

—— No te preocupes, voy a salir de testigo. – dijo Evelyn.

—— Gracias amiga.

Al día siguiente las chicas fueron a la comisaria cercana.

Presentaron la denuncia.

El policía que les tomó la denuncia les pidió firmas y los datos personales.

—— Para que esto siga su curso más rápido —— dijo el hombre —— les puedo recomendar a un abogado. No cobra caro y sabe lo que hace. Acá tiene su tarjeta de presentación.

Adele tomó la tarjeta.

“Cristofer Sherbis, abogado penalista”.



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En el texto hay: venganza, brujeria, amor macabro

Editado: 08.01.2025

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