Cada golpe del destino la dejaba a Adele con menos fuerza.
Edgar venia todos los días después del trabajo. El cuidaba a la chica con toda su voluntad y cariño.
Los días pasaban.
Edgar le sacó para ella un turno con un psicólogo. Después con un psiquiatra. Adele resistía. Entonces el chico directamente le trajo un frasco con pastillas. Quiso obligarla tragar el remedio. Adele las escupió en la cara del novio.
Un día Adele se despertó y no quería levantarse. Como siempre.
Ya no había nada que se podía hacer.
Al menos que... Se le ocurrió una idea. Mejor dicho, la idea que le dio Evelyn en su momento.
Adele se levantó y empezó a buscar el papel con la dirección de la bruja que le dejo Evelyn. ¿Qué es lo que le decía la amiga sobre la brujería?
Cuando la vida te pone a pruebas fuertes, empiezas a creer en Dios y a todo lo que está relacionado con El. En este caso Adele no tenía ganas de rezar por el doctor gordo, este hijo de perra. Tenía ganas de mandarlos al infierno. O mejor todavía, hacerle el infierno en la tierra.
Es allí donde Evelyn le dio la dirección de una bruja que conocía por unos amigos. Esto se convirtió para Adele en un asunto vital.
Adele encontró el papel y leyó la dirección. La bruja vivía en otra ciudad, serian ocho horas en el tren.
La chica arrugó el papel en su mano y se quedó pensando. Todavía hay tiempo de cambiar la opinión. Se puede dejar a este bastardo en paz, y olvidar de todo. Seguir con la vida y esperar que el tiempo sana las heridas. Pero la chica tenia bien claro que no va a poder estar tranquila. Algo tiene que hacer. Después dos semanas el dolor y la rabia por la injusticia no se habían calmado.
A la tarde cuando llegó Edgar, Adele le comentó su idea. Al chico le agarró la toz nerviosa.
—¿Brujería? ¡Pero tu estar loca!
—¿Y qué tengo que hacer si no hay otra manera?
—Nada. Olvídate de todo, retoma tu vida de a poco. Haz el tratamiento. Casémonos.
—¿En serio? ¿Te gustaría ver a tu futura esposa en el altar toda empastillada y con una depresión severa?
—No quise decir esto…
—No me entiendes Edgar. Simplemente no estás en mi situación.
—Pero estoy bastante cerca de ti y de tu situación, ¿te parece poco?
Adele bajó la mirada.
—Eddy, ¿tú crees… — dijo en voz baja — que estoy tan desesperada que me propongo metas irreales?
Edgar la tomó de la mano.
—Yo creo que te estas volviendo loca. – dijo como hablando a un niño chico. – te golpeó mucho todo esto. Cualquiera en tu lugar va a creer en lo que sea. Incluso hay gente que cree, por ejemplo, en metafísica sin tener grandes problemas en la vida.
—No me interesa analizarme ahora, solo quiero intentar.
Edgar le soltó la mano. Se levantó.
—Entonces te quedas con eso sola. – sonrió tristemente.
Salió de la habitación. Unos segundos después un golpe de la puerta de entrada avisó que el chico abandonó la casa de Adele.
Y una parte de su corazón.
***
Con la poca plata que Adele tenía, compró un pasaje en tren a la ciudad donde vivía la bruja.
Preparó unos sándwiches y toda su esperanza en este viaje sin saber cómo puede terminar.
El viaje fue aburrido. El paisaje era monótono. La gente cansada, sin ganas de hablar. Un viejo adelante de Adele, la miraba todo el camino incomodando a la chica.
En un momento Adele pensó que cualquier bruja debe tiene cierto poder sobre la gente. Sintió un poco de envidia.
Con los pensamientos tristes llegó a la ciudad.
¿Tenía miedo? Un poco. No sabía cómo hablar con brujas, ¿qué le va a pedir la bruja a cambio? Capas que dinero no, sino algo más valioso que tiene ella.
¡Deja, nena! — Pensó Adele — leíste muchos cuentos de chica. No va a pasar nada de esto. Es solo un negocio para las brujas. También son personas y tienen que comer. Al menos que comen algo raro, una rata frita, por ejemplo.
Ya casi de noche el taxi la dejó en el barrio en frente de la casa indicada. La casa no era grande, pero era muy bien cuidada. Tenía estilo antiguo por más que la madera no era vieja ni arruinada. De dos pisos y un orden impecable. Un farol oxidado, colgado en la entrada alumbraba un circulo en el piso.
Allí Adele sintió algo de miedo. Sin embargo entró en el círculo alumbrado.
Tomo el aire y tocó el timbre.
"Dzin—dzen!" — sonaron las campanillas adentro de la casa.
El corazón de Adele empezó a saltar de nervios. Verdaderamente la chica no sabía con se podía encontrar. En un momento sintió tanto miedo que se le aflojaron las piernas.
Todavía tenía tiempo de volverse, abandonar la idea.
“¿Y dejar al maldito doctor sin castigo? – ¡Jamás!”
El corazón de Adele estaba exprimido del dolor. Parecía que su propia madre no puede descansar en paz hasta que la hija haga la venganza.
Ya que intentó por las buenas y no hubo resultado, llego la hora intentar por las malas. Pensando así Adele levantó la mano y apretó el timbre una vez más, con más firmeza y determinación.
"Dzin—dzen!" — repitieron la llamada las campanillas.
De repente la puerta se abrió por la mitad. Una luz tenue amarilla provenía de la casa.
No se escuchaba ningún sonido. Nadie salió a recibir a Adele.
La chica empujó la puerta. Hizo un paso adelante, después otro y entró a la casa.
***
Adele miró alrededor. El comedor de la casa no era muy grande. Tenía techo bajo de pilones de madera. Las paredes estaban revestidas de telas con dibujos de paisajes de los bosques oscuros. Una mesa redonda en el centro, un par de sillones y una araña de cobre brillante en forma de víboras colgada en el techo.
Adele dejó su bolso de viaje en el piso y pasó al medio del comedor. Se quedó esperando.
De repente se escucharon unos pasos lentos.
Entró una mujer alta como de 35 años. Estaba vestida de pollera larga de tela gruesa negra y una blusa moderna. La combinación de dos estilos tan diferentes le hacia una apariencia perfecta. Tenía ojos grandes oscuros y pelo largo y suelto.
La miró a Adele con interés y sonrió.
—— Siéntate niña, ¿vienes de lejos?
Adele agradeció con asentir con la cabeza y se sentó en un sillón crujiente. La mujer se sentó enfrente y puso las manos entre las rodillas. Adele se dio cuenta que a la mujer le faltaba un dedo índice en mano izquierda. La cicatriz era muy vieja.
—— Hola señora. Soy Adele. Vengo de Thorn Creak. Busco a la señora Beatriz Wellington.
—— Soy yo. Conozco la ciudad maldita. ¿Qué te trae por aquí?
Adele se puso tímida. Bajo la mirada sin saber cómo empezar.
La mujer sonrió.
—— Tranquila. Cuéntame todo. Hoy tuve un día aburrido como tantos otros de mi vida y una historia interesante me viene bien.
Los ojos de Adele largaron chispas. Ella no esperaba que para alguien la historia de suma angustia y dolor puede ser divertida. Adele vino acá a pedir ayuda, no para hacer un show.
Pero la mujer no pareció estar afectada por la mirada de odio de la chica. Solo la quedo mirando sin dejar de sonreír.
—— Te escucho — solo dijo la bruja.
Adele guardó el orgullo, tomó el aire y empezó a contar. En principio un poco desconcentrada y después con más expresión del dolor.
Al finalizar su historia Adele ya estaba llorando desconsoladamente. Pero la mujer no dejo de sonreír en ningún momento. Parece que la divertía el dolor ajeno o por lo menos ella tomaba todo con calma de hierro frío.
La bruja le miró a Adele directo a los ojos tratando de penetrar su alma.
—— ¿Y tú no supiste manejar la situación? —— solo dijo la mujer.
Adele la miró sorprendida.
—– ¿Manejar cómo?
—— Por ejemplo, ¿perdonarlos y dejar en paz? ¿Después vivir tu vida, olvidar de todo y reconstruir tu corazón con todo lo que tienes por delante?
—— ¿Le parece que se puede hacer así?
— Muchos lo hacen y el mundo no se cae.
Adele miró al piso. En un minuto se le levanto la ola de rabia contra la injusticia.
— No. No puedo manejarlo. Él lo tiene que pagar — dijo Adele con un suspiro.
La mujer se levantó. Se agarró de los hombros es como si tenía frío.
— Que mal que estas. No sé quién te puede ayudar.
— Pero me dijeron que usted es una...
— Yo se lo te dijeron. — la interrumpió la mujer impaciente. — si no, no estarías acá.
La mujer se dio vuelta y se fue a la ventana. Abrió la cortina y miró la noche.
En el ambiente se colgó una pausa pesada.
"No me quiere ayudar" — pensó Adele.
— El asunto es que — la mujer se dio vuelta. — al dañar a ese hombre no te devuelve a tu madre. Por otro lado, yo dejé de hacer toda clase de trabajo – la mujer tocó la parte de la mano donde le faltaba el dedo.
— ¿Por qué? — dijo Adele sorprendida.
La mirada de la mujer se puso triste. — Porque esto me arruinó la vida. Me trajo la soledad y el odio de la gente. A veces tener un poder te aísla de la vida común y de todo lindo que tiene para ti.
Adele se puso triste.
— Es que no puedo vivir así.
La mujer suspiró.
— Yo no hago más trabajos oscuros. Pero tú puedes decidir tu propio futuro.
— ¿Como? — dijo Adele con esperanza.
La mujer se acercó y se inclinó sobre la chica.
Editado: 05.02.2025