Adele: La Sangre de Bruja. Libro I.

CAPITULO 5

Al llegar a la casa Adele todavía no sentía preparada para leer el libro de bruja. Verdaderamente le daba miedo de encontrar allí algo que la puede asustar o volver loca. Adele pensó que le va a costar mucho a tomar esta decisión.

En un momento se sentó en la cama. Apretó los puños.

"Estos bastardos lo van a pagar. Muy caro. Y no me importa si Edgar me considere loca."

Con un gesto brusco secó las lágrimas.

Sacó el libro y con mucho cuidado lo abrió. Es como de allí podría salir una plaga.

En la primera página vio un dibujo antiguo. Una mujer con vestido largo negro, pelo suelto con una víbora en la mano.

Adele tomó respiración y empezó a leer. Más leía, más se enganchaba en los relatos. En libro había muchas recetas y las historias sobre casos de aplicación. Recetas para hacer daño a la gente. Pero atrás de cada hechizo había otro para revertir los daños. Muchas recetas de hechizo para distintas ocasiones. Algunas la aterrorizaban a Adele. Ella no imaginaba el sufrimiento de la gente que llega a caer en eso.

Finalmente encontró una receta que le pareció bastante buena para empezar. Podía provocar malestar en las personas, caída de pelo, vómitos y delgadez extrema.

"Y además le hago un favor al gordo, va a adelgazar gratis".

— No me voy a detener hasta cumplir el último paso de la venganza — dijo Adele en voz baja y siguió leyendo.

Para esta receta hacía falta un lápiz rojo, una vela negra y la calavera de rata.

El lápiz y la vela no era difícil de conseguir, pero la calavera de rata era un problema.

La chica se quedó pensando. ¿Dónde se puede conseguirla?

Las ideas, una más terrible que otra le cruzaba por la mente.

"Ir a una casa vieja o el sótano de una casa y cazar una rata."

"Pero ¿cómo? ¿Perseguirla con una escoba? ¡Qué estupidez!"

"¿O poner una trampa y esperar que caiga un roedor asqueroso?"

"¿O simplemente comprar una? Meterla en una jaula y después matarla con un cuchillo, tal vez, antes que ella me haga morir del susto."

Adele tenía pánico a las ratas. También las arañas y los sapos. Ya ni hablar de las víboras.

Pero ahora tenía que elegir — o vence el miedo o el gordo cirujano asesino vive tranquilo si vida.

Entre el miedo a las ratas y la rabia contra el doctor — ganó la rabia.

Adele decidió comprar una rata.

***

En las afueras de la ciudad había un local de venta de mascotas. Esto le servía a Adele perfectamente.

Pero al llegar a la tienda ella se dio cuenta que no sabe que rata hay que comprar. De que raza o color.

Mirando las jaulas, sin acercarse mucho, empezó a observar a los animales. Había ratas y ratones de todo tipo y tamaño. Grises, grandes negras (éstas le daban directamente el pánico), blancas, marrones. La chica se quedó pensando. Decir la verdad tenía ganas de salir de acá lo más pronto posible y nunca volver. Pero acordando la cara malvada del doctor y el funeral de la madre, decidió vencer el miedo.

Las ratas estaban hacendó su vida lo que implica estar presa en una jaula. Comían, dormían, se limpiaban.

Primero Adele quiso solo observar a los animales sin decidir.

Y así como ella estaba observando a las ratas así la observaba a ella el viejo vendedor del local. La miraba por encima de los anteojos sonriendo. Adele podía imaginar que el dueño leía su mente y muy probable sospechaba el propósito para cual la chica estaba acá. Comprar una rata para brujería. Aunque Adele puede decir que es para tener una mascota. No es muy habitual, pero hay casos.

Paseando entre las jaulas Adele se dio cuenta que los roedores no presentan peligro para ella. Solo una vez cuando una rata grande negra se acercó a la reja y se levantó de pie para mirar a la chica moviendo su hocico con bigotes.

En este momento Adele sintió escalofrió.

“A partir de ahora esta rata se va a instalar en mis pesadillas.”

Pero después siguió la observación.

En un momento le llamó atención una pequeña ratita blanca que estaba sola en una jaulita durmiendo.

Adele se quedó observándola. La ratita parecía muy tranquila e inofensiva. La chica la miro sonriendo. Debe tener piel suave como un peluche.

— ¿Le gusta ésta? — de repente escuchó la voz del viejo.

Adele se dio vuelta.

— M—m, no sé.

El señor dio un golpecito a la jaula.

La ratita levantó la cabeza y miró a los visitantes. Olió el aire y se acercó a la reja frontal.

— Me parece que voy a llevar a ella. — dijo Adele.

— Muy bien señorita. — contestó el viejo. El abrió la puertita y sin más decir sacó la ratita y la mostró a Adele. El animal empezó a chillar asustado, mover la cabeza, tratar de liberarse y mover la cola color rosa. Sin embargo, el hombre la sostenía suave pero firme.

— Solo diez dólares. ¿Cómo la va a llevar?

Recién allí Adele tomo en cuenta que va a tener que agarrar la rata con la mano. Allí no más las palmas se le hicieron pegajosas del sudor.

— Y, no sé. ¿Ponerla en una bolsa? No va a escapar de allí, ¿no? ¿O se le puede poner una correa?

El nerviosismo que tenía en este momento no la dejaba pensar razonablemente.

El viejo empezó reírse.

— Es un roedor. Cualquier correa la destroza en minutos. Le puedo ofrecer la jaula por quince dólares más. Ésta misma. — el señaló la jaulita donde estaba la rata.

— Me parece bien — suspiró Adele con alivio.

"Por lo menos la ratita se va a sentir como en su casa ya que está acostumbrada a esta misma jaula."

"¡Estoy completamente loca! ¿Que estoy haciendo?" — pensó Adele saliendo del local sosteniendo la jaula con rata algo alejada de ella. – “Edgar tiene razón, necesito un tratamiento.”

***

Al volver a la casa Adele ubicó la jaula en la esquina de la habitación, en el piso. Tapó la jaula con una campera. Creyó que esta noche no va a dormir.

Deseaba que viniera Edgar, pero el chico tenía un cumpleaños de la tía. La invitó también a Adele, pero ella no estaba de ánimo para fiestas.



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En el texto hay: venganza, brujeria, amor macabro

Editado: 05.02.2025

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