Adele: La Sangre de Bruja. Libro I.

CAPITULO 7

Antes de abrir los ojos, primero que sintió Adele era el olor de antiséptico. Abrió los ojos y vio un techo blanco. Y por último la cara de Edgar encima de ella.

— Eddy, ¿dónde estoy? — preguntó Adele tratando de mover labios secos. Miró alrededor.

Ella tenía unos cables pegados en el pecho y una aguja con suero clavada en el brazo.

Edgar le puso la mano en la frente.

— Estas en el hospital, mi amor.

— ¿Es acá donde mataron a mi mama?

El chico se puso serio.

— No es el momento de pensar en esto. Estas viva y es lo más importante.

— ¿Qué me pasó?

—Tuviste una intoxicación severa. Inhalaste alguna porquería muy toxica. Pero te rescataron a tiempo. Tienes que agradeces a tus vecinos.

Adele se acordó todo lo que le pasó hasta desmayarse en frente de su casa.

— Quiero tomar agua — dijo la chica y levantó la cabeza. Un fuerte mareo la tiró de vuelta a la almohada.

— Despacio. –—dijo Edgar —— Ahora te traigo.

Edgar volvió con el vaso de agua en una mano y con una bolsita de plástico en otra.

En la bolsa había el dije de la madre de Adele. La imagen tenía gravada una rosa en llamas.

Adele ya lo daba por perdido.

—Me lo entregaron acá. — dijo Edgar.

Adele apretó el dije con la mano. El filo le raspo la piel. Una gota de sangre salió del costado del puño. Y una gota de lágrima salió del costado del ojo.

— ¿Sabes Eddy? No aguanto más. — susurró Adele.

— Pero ¿qué te pasó?

Adele le contó todo. Con cada palabra la cara del chico se ponía con más enojo.

Al terminar la historia Adele se sentía desahogada. Trató de tomar la mano de Edgar, pero el chico se alejó corriendo la silla.

— ¿Sabes que, mi amor? — dijo el chico. — Como te dije, todo esto te está afectando la salud mental. Por eso ahora vamos a hacer lo que yo digo. Y ahora discúlpame tengo que ir a la administración del hospital para pagar las cuentas de tu internación.

Edgar salió de la habitación.

Adele cerró los ojos. Era difícil pensar en todo lo que le pasó en los últimos días.

La chica otra vez apretó el dije en la mano. Era muy difícil de superar la muerte de la madre y de Evelyn. También era difícil de seguir el camino de bruja. El hechizo al doctor no salió bien, esta venganza quedaría pendiente. Tampoco Adele sabía quién era el culpable de muerte de Evelyn. Y si realmente fue un asesinato o un accidente.

“Perdóname mama, perdóname Evelyn. No puedo ser bruja y vengarse por ustedes. Estoy muy cansada”.

Entonces era solo seguir adelante con la vida, confiar en Edgar y hacerle caso.

Al tomar la decisión Adele sintió alivio. Ahora todo va estar bien.

Al escuchar que Adele está dispuesta a hacer el tratamiento mental la boca de Edgar se estiró en una sonrisa. El sentó en el borde la camilla, la tomó la chica de la mano y le dio un beso suave en la boca.

— Me encargo de todo — dijo.

A la tarde a la habitación de Adele entró una mujer vestida de traje formal. Tenía la mirada de los “rayos X” a través de los anteojos.

— Buenas tardes señorita Webbs. Mi nombre es Caterine Holbrone. Soy psiquiatra. Me gustaría empezar por unas preguntas.

La mujer se sentó en el sillón que estaba en la esquina de la habitación y sacó de su portafolio una tablet y una birome con punta táctil.

Después de cuarenta minutos llenas de preguntas de todo tipo, desde la infancia hasta la última comida en este hospital la mujer por fin apartó el birome y dio vuelta la tablet pantalla abajo. Cuando Adele le contaba del intento de ser bruja la psiquiatra la miraba sonriendo, con interés profesional, es como encontrando un caso raro.

— Gracias señorita Webbs. Ahora solo necesito procesar la información que usted me proporcionó y le entrego el diagnostico.

— Está bien.

La mujer se despidió formalmente y salió de la habitación.

En unos minutos entró la enfermera. Le acomodó la almohada a la chica, revisó los parámetros de los aparatos médicos y le dijo con confianza que probablemente mañana le dan de alta.

Esta noche Adele durmió tranquila.

***

Al día siguiente, a la mañana un beso en los labios la despertó a Adele.

La chica abrió los ojos y vio la cara de Edgar con sus ojos enamorados.

— Buenos días mi amor — dijo el chico.

— Hola — Adele sonrió.

— ¿Cómo te sientes?

— Bien.

— Entonces levántate, nos vamos.

Adele se sentó en la cama y recién ahora vio un ramo de flores en la mesita de luz.

— Eres lo mejor que me pasó en la vida – dijo Adele emocionada.

Edgar sonrió tímidamente. Se acercó al sillón donde estaba una bolsa de viaje. Sacó un jean de mujer, una blusa y ropa interior.

Después que Adele se cambió, los dos se quedaron esperando al médico de turno que trajo los documentos de internación y de alta.

Al hall del hospital en la planta baja los chicos llegaron de la mano. Adele aceleraba el paso, quería salir de acá lo más pronto posible.

En la recepción, apoyando el codo en el mostrador estaba la psiquiatra Caterine Holbrone que la interrogó ayer.

Con su mirada profesional sospechando en cada persona un enfermo mental la doctora espero que los chicos se acerquen a ella.

— Buenos días doctora — dijo Edgar. En el tono de su voz no había ninguna sorpresa.

Adele se quedó callada. Solo tenía ganas que la doctora les entrega el informe y los deja ir.

— Buenos días señorita Webbs. – dijo Caterine – ¿esta lista?

— ¿Para qué?

La doctora lo miró a Edgar.

–— ¿Usted no le explicó?

— No tuve tiempo — contestó el chico y se dio vuelta a Adele. — mira Ady, según tu estado de salud mental la doctora sugiere una internación a corto plazo para hacer más estudios…

— ¿Qué? – Adele soltó la mano de Edgar.

— Escúchame mi amor…

— ¿Tú crees que estoy loca? – Adele hizo un paso atrás.

La doctora levantó la mano e hizo un chasquido con los dedos.



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En el texto hay: venganza, brujeria, amor macabro

Editado: 05.02.2025

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