Adele: La Sangre de Bruja. Libro I.

CAPITULO 20

El dolor de la mano ya no molestaba tanto. Adele decidió irse. Y además tenía un asunto pendiente.

La chica se cambió la bata del hospital por su ropa que por suerte ya estaba lavada en el lavadero de acá. Hasta que la sangre de jean salió. La blusa tenia olor a perfume para ropa. Era muy agradable.

Apenas Adele salió al pasillo vio a dos policías caminando.

La chica pasó al lado de ellos.

Pero cuando se dio vuelta, vio que ellos entraron a la habitación donde ella estaba hace un minuto.

“Parece que me saldrá caro la curación de la madre del niño”.

Adele aceleró el paso.

Pero en la salida del hospital vio otros policías.

Sin pensar mucho entró a la habitación más cercana.

Acá había una sola cama rodeada de los aparatos médicos largando chirridos. Enorme televisor en la pared. Y un hombre grandote con la cara vendada. Se veían solo los ojos y el pelo rojo.

Adele y el hombre se miraron uno al otro.

De repente los ojos del hombre se abrieron grandes. Era un susto personificado.

“¿Me conoce?” – pensó la chica.

Lo miró con más atención y se dio cuenta que también lo conoce.

—Buenas tardes doctor Bullstock. – dijo Adele — Que encuentro tan inesperado.

El doctor rugió como un animal. Con rabia y susto. Se movió en la cama tratando de alejarse.

Adele hizo un paso adelante.

—¿Qué le pareció la justicia que le hice? Y todavía considero que es poco por la muerte de mi madre.

El doctor empezó a golear la cama con las manos y las piernas.

—Cálmese – dijo Adele – más de eso no le va a pasar nada. ¿O tal vez sí?

El hombre desesperado empezó a apretar la tecla de llamada a la enfermera.

Después tomó el control remoto del televisor y lo tiró a Adele. Pero falló.

Desesperado el hombre miró alrededor, tomó el vaso que tenía en la mesita de al lado y pensando un poco lo tiró a la dirección contraria de Adele. Justo a la ventana. El vidrio del vaso choco con el vidrio de la ventana. De los dos se rompió el vidrio más fino. Los pedazos de ventana volaron a todas partes con un ruido fuerte.

—¿Llamando la atención? – dijo Adele – cree que alguien viene a salvarlo. ¿Usted se asusta de una chica? ¿Inofensiva? O eso lo que usted creyó cuando decidió romperme la vida. – Adele señalo a la puerta – ellos también lo creyeron. Y ahora están todos internados en el estado grave.

La chica puso la cara de piedra.

—Las cosas cambiaron, doc. Ahora yo puedo defenderme. – Adele levantó la mano vendada. –Por más que me costó perder muchas cosas por el camino.

De repente la puerta se abrió. Entró una enfermera.

Al ver al doctor inquieto, vidrios en el piso y a una chica en el medio de la habitación, la mujer tapó la boca con la mano.

—¡Acá está la bruja! – gritó – ¡Acá está!

Adele la miró fijo.

La mujer puso los ojos redondos del susto y salió al pasillo.

La puerta se quedó abierta. Se escucharon unos pasos acercándose rápido y allí no más a la habitación entraron dos policías.

Se quedaron quietos unos segundos evaluando la situación si hay algún peligro.

Finalmente miraron a Adele.

—Señorita Webbs ¡usted está arrestada!

Adele los miró con una sonrisa. Miró atrás de ellos. En el pasillo había más gente, policías, personal médico y los pacientes. Todos observando un espectáculo de suspenso.

—¿Ustedes creen – dijo Adele a los policías – que pueden arrestarme? Me sorprende esta actitud tan inocente.

Los policías se quedaron sorprendidos. No esperaban una respuesta así.

—Le repito señorita Webbs…

—¡Y yo les repito la pregunta! – dijo Adele con un tono de voz que parecía tranquilo, pero era tan firme que podía desatar una tormenta y mover los océanos — ¿No les alcanzó lo que hice hechizando todo el vecindario? Con un solo dedo. ¿Y si ahora con esta mano – la chica levantó la palma – los uno en una sola persona? ¿Y así van a quedar por siempre, compartiendo todo en esta vida como los mellizos siameses?

Los hombres se miraron e instintivamente se separaron un pasó uno del otro.

—¡Así que no estén en mi camino! – dijo Adele levantando la voz.

La chica hizo un paso adelante. Los policías temblando hicieron unos pasos a los costados.

Adele se acercó a la puerta. Se detuvo. Se dio vuelta. Miró al doctor.

—Usted ya sufre bastante doc – dijo al hombre – por más que mi madre nunca volverá, lo perdono. Le quedan cerca de tres años de este castigo. Después se va normalizar todo. – Adele sonrió con una sonrisa malvada – menos su conciencia por supuesto.

Adele salió al pasillo. Estaba lleno de gente. Pero había un silencio que parece que se podía escuchar como las gotas de sudor de esta gente asustada golpean el piso.

Adele levantó la mirada, inclinó un poco la cabeza.

La gente se corrió a los costados liberando el paso.

Y así, en completo silencio, una chica que sufrió tantas cosas, hizo tanto sacrificio, perdió tantas personas ahora estaba caminando como una ganadora. Y ahora ella era la más fuerte que todos ellos juntos.

“Vas a tener mucho poder – dijo la bruja Elizabeth – pero también prepárate perder mucho”.

Nadie la detuvo en todo el camino. Adele salió del hospital y se fue por la calle. Caminaba despacio, disfrutando esta caminata, el aire fresco, olor a lluvia, las nubes azules. La vida que por ahora la dejó en paz. Por lo menos por un rato.

***

Adele estaba sentada en el banco en un parque. Sacó el celular y marcó un número.

—Hola Catherine, soy Adele. ¿Cómo están tus cosas? ¿Salió lo tuyo y lo de tu marido? Te llamo para ver cuando me puedes pagar lo prometido.



#124 en Terror
#895 en Thriller
#330 en Suspenso

En el texto hay: venganza, brujeria, amor macabro

Editado: 05.02.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.