Finalmente, el ansiado lunes ha llegado y con él, la rutina se despliega con puntualidad. Mientras abandono mi hogar, mis padres guardan silencio, ajenos a mi decisión de omitir el paso por la cocina. No puedo dejarles ver las profundas ojeras que adornaban mi rostro a causa de estar devorando comida toda la noche, ¿cómo podría haber conciliado el sueño después de todo? Mis nervios me desvelaron con un apetito voraz. Ojalá todo esto me hubiera contenido el hambre, al contrario, parece que mi estómago se expande, como si buscara llenar un vacío insaciable.
Abro el monopatín y me pongo en marcha, con la bóveda gris que no presenta intenciones de descargar su lluvia hoy. Inmediatamente la sensación de que estoy corriendo muy rápido de a poco me ayuda a calibrar lo que se manifiesta en mi mente llena de confusión. ¿Sacarle foto al almanaque e imprimirlo para esconderlo en el cajón suena descabellado? Es probable, pero ni siquiera quiero pensar en por qué lo sería. Solo es precaución, no todo tiene un sentido en la vida, ¿Cierto?
Por el momento, solo necesito respirar el suficiente aire fresco para afrontar mi jornada laboral, y sin morir de sueño en el intento. Al abrir la puerta, la campanita anuncia mi llegada, y retomo mi compostura lentamente. Estaciono mi monopatín a un lado, sin obstruir el camino. Justo a tiempo, mi compañera se asoma desde la recepción.
—¿Cómo le haces para llegar tan puntual? Encima en ese esqueleto metálico —se me acerca con una planilla en mano y me tira del brazo para que camine con ella—. Verás, tengo algunas noticias para ti.
—¿Me dejas llegar? Quiero quitarme el abrigo.
Levanta las cejas y espera a que me ponga cómoda. Me tomo mi tiempo hasta que estoy lista.
—¿Qué decías?
—Primero ten esto —Camila me entrega un par de carpetas junto a su planilla mientras me explica—. Hoy llegaron dos aspirantes, los cuales deben aprender todo cuanto antes para cubrir nuestros puestos los fines de semana. Y sí, el jefe pensó que sería una oportunidad maravillosa para ellos y nos brindaría mayor flexibilidad y el servicio pasaría a ser de lunes a domingo.
Qué repentino, creí que lo hablaría antes con nosotras.
—¿Qué tengo que ver con la nueva noticia?
—Creo que con tu experiencia y paciencia, podrás enseñarles todo lo que necesitan saber. Estoy segura de que serán una valiosa adición a nuestro equipo. —Sonríe con la dentadura completa.
—¿Ah? —frunzo el ceño al comprender lo que está sucediendo—. ¿Por qué lo presentas como algo gratificante y opcional cuando es todo lo contrario?
—Psicología pura, Chlo.
—¿Y por qué no lo haces tú?
—No habrá pago por esto, así que lo rechacé —hace una mueca de inconformidad y yo sonrío por ello. Nadie ama más el dinero que ella aunque lo disfraza de una falsa modestia cuando se lo preguntan—. En cambio tú, no sé por qué, haces muchas cosas gratis sin quejas por aquí.
Se me difumina la sonrisa.
—Está bien, calla, lo haré.
—Qué rápido cambias de parecer —se ríe mientras mueve la cabeza de lado a lado—. Venga, ¿Por qué lo haces? Es raro.
—Ya vete a tu puesto —pongo los ojos en blanco.
—Como sea. Suerte. —Me abraza rápido sin que lo vea venir, vengandoce por el que le robé en la feria, y se marcha.
Miro la planilla. ¿Aspirantes? ¿En que momento se abrieron bacantes? Alzo mis lentes para corroborar que no estén sucios y me los coloco para leer la resumida información.
Aspirante número 1: Ab Ilify. 20 años.
¿Ab es un nombre?
Aspirante número 2: ...
Casi se me cae la planilla. Miro al fondo, hacia donde Camila señaló y veo la espalda de mi jefe. Mis pasos se vuelven largos mientras me acerco a ese pequeño círculo. Interrumpo justo en medio de una oración, y todos voltean sus ojos hacia mí.
—... Chlorine, justo estábamos hablando de ti. Ven que te los presento.
—Jefe —lo saludo con respeto y miro a la enorme sonrisa de la chica, que me mira con ilusión —. Tú debes ser Ab... Soy Chlorine, un gusto.
—Sí. El placer es todo mío —me estrecha la mano.
De alguna extraña manera su cálida mano me hace prestarle especial atención. Ni siquiera tiemblo de los nervios que traigo por haber leído el nombre del segundo aspirante, su agarre disipa cualquier rastro del mismo que amenazaba con aflorar. Algo me ha calmado por completo, y se siente bien. Le sonrío con genuino placer, la chica irradia tanta amabilidad que parece muy consciente de ello. Ab asiente, todavía con esa sonrisa en el rostro.
Corto el contacto sin querer hacerlo, inflo mi pecho de aire y poso los ojos en la causa de mi estallido de nervios. Mi silencio y nuestras miradas fijas parecen hablar por sí solas. ¿Cómo es posible que lo tenga frente a mí después de lo ocurrido? Desafía toda lógica creada en mi mente.
—¡Vale! —exclama sorpresivamente mi jefe—. Me retiro, vuelvo en un rato.
Nadie dice nada, solo lo vemos marcharse. Mis ojos se desvían hacia Tyler.
—¿No me darás la bienvenida? —alza una ceja, casi ofendido.
—Tú eres todo un... —recuerdo la presencia de la chica y decido no completar la oración. Me perturba la idea de alterar su tranquilidad.
Tyler espera pacientemente a que termine la oración, pero decido guardar silencio. Menea la cabeza, como si encontrara divertido el juego, y se reclina sobre la mesa, aguardando mis indicaciones. Inhalo profundamente y comienzo a instruir sobre la tarea básica de la biblioteca. Les indico que me sigan mientras recorremos cada una de las estanterías: la sección de romance, con sus acogedores sillones, la sección juvenil, la de misterio, la de policiales, y la sección de terror, esta última siendo especialmente popular entre los jóvenes. Continuamos explorando, pero todos mis intentos por evitar estar a solas con Tyler resultan inútiles. Intento esquivarlo como si fuera una bala, pero él siempre encuentra una excusa vaga para acercarse y hablarme en voz baja, lejos de los oídos de Ab. Incluso se permite corregir mi pronunciación.